Una de las condiciones ideales que creo necesaria para “tolerar” la materia de Religión confesional en la escuela pública (y así lo he escrito en otras ocasiones) es que aquella se ofrezca únicamente en los últimos años de secundaria (no en primaria ni, mucho menos, en infantil). El fuerte contenido ideológico y moral de la materia de Religión, y la forma (necesariamente) dogmática que tiene de exponerlo, hacen de esta materia algo no apto para mentes infantiles. La formación en una confesión religiosa concreta debería ser siempre una decisión lo más consciente posible. Y tanto los padres como el Estado tendrían que evitar que los niños sean adoctrinados de una manera tan insistente (por la religión católica o por cualquier otra doctrina) desde... ¡los tres años! Tal vez una familia crea que sus creencias religiosas son excelentes para sus hijos. Pero, desde una perspectiva más objetiva, es más excelente aún procurar que sean ellos (los propios niños) los que las valoren libremente así, a su debido tiempo. Y es esto último lo que debe garantizar el Estado, y con la misma energía con la que protege a los niños de otros posibles abusos contra su libertad y autonomía, vengan de donde vengan, incluso si vienen de su propia familia... De esto trata nuestra última colaboración en el diario.es.
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