¿Cómo evitar que una “educación para la ciudadanía” necesariamente impartida por el Estado no degenere en algo que la derecha pueda tildar (y con cierta razón) como un tipo de “catecismo laico”? Fácil. Con una herramienta útil, en general, para compensar todo adoctrinamiento ideológico en la escuela (o fuera de ella), ya venga de la educación para la ciudadanía, de la religión, o de cualquier otra materia (y todas, en un grado u otro – incluyendo a las ciencias – , imparten o parten de doctrinas supuestas como justas, santas o verdaderas). Esta herramienta que digo es el pensamiento crítico, es decir, el hábito de someter al más riguroso análisis racional el fundamento de todo lo que se nos expone o demuestra (incluyendo el modo mismo de demostrarlo).
Cuando se trata de educación para la ciudadanía, el pensamiento crítico que compete es el que proporciona la ética. Es común confundir la ética con la simple moralidad (comportarse “bien”) o, aún peor, con una moralidad determinada (comportarse bien según los valores vigentes en una cultura determinada). Pero la ética no es eso. La ética es la disciplina filosófica que estudia (tal como un entomólogo estudia los insectos) los problemas morales, así como las diversas respuestas que ha dado el ser humano (en forma de distintos sistemas de valores) a tales problemas. La ética no nos dice lo que debemos hacer, sino que nos proporciona las herramientas conceptuales y argumentales – además del hábito analítico y crítico – para averiguarlo por nosotros mismos. Sin estas herramientas y hábitos somos pasto del adoctrinamiento (el que sea), especialmente de aquel que resulta más demagógico o seductor (que no es precisamente el que corresponde a la educación para la ciudadanía)... De todo esto trata nuestra última colaboración en El Periódico Extremadura.
Para leer el artículo completo pulsar aquí.