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Desde luego que no es la primera vez que la gente escoge a actores o personajes bufonescos como representantes políticos. Pero me parece que pocas veces se ha mostrado con tan barroca perfección esta simbiosis entre poder y comedia. O, si se prefiere, entre la oficiosa representación teatral del poder y su reflejo fantasioso más divergente y divertido (y distractor), reproducido hoy en ese carnaval al ralentí que es el diario espectáculo mediático.
Sea como sea, la pregunta es siempre la misma. ¿Por qué la gente apoya a candidatos como Zelenskiy, un cómico sin experiencia política ni bagaje ideológico o intelectual? Y creo que aquí hay que ir más allá de las respuestas convencionales: las de que se trata de un voto de protesta anti-sistema, manipulado por simplezas populistas, o seducido por la imagen y el glamour del personaje. La gente no suele ser tan cínica ni tan tonta. Y hay dos elementos que, por extravagantes que parezcan, tendríamos también que considerar: que el personaje demuestre una exitosa “experiencia ficticia” como presidente, y que sea un cómico.
Sobre todo esto trata nuestra última colaboración en El Periódico Extremadura. Para leer el artículo completo pulsar aquí.