Las circunstancias que a cierto nivel promueven el triunfo del populismo ultramontano y, a otro nivel, su tránsito al fascismo, son siempre las mismas – convulsión social y debilidad política – y como tales han sido cultivadas a conciencia durante los últimos meses y años en nuestro país. La convulsión social que ha alentado el crecimiento de Vox es la que se vive en Cataluña. La percepción cierta de que en parte del país hay una rebelión en marcha, con un gobierno que participa de la misma y que alienta acciones de insubordinación más o menos violentas – estos días el bloqueo de la frontera norte del país – sin que haya una reacción firme de restablecimiento del orden, ha escandalizado a muchos que, sin participar de la totalidad del ideario de Vox, se ven seducidos por el mensaje populista de “mano dura” con el independentismo. De otro lado, si bien la debilidad de los partidos tradicionales no es ajena a una crisis más estructural de legitimidad, esta se ha visto acentuada en nuestro país por una serie de decisiones indeciblemente irresponsables. La bochornosa trifulca por el poder entre los dos principales partidos de izquierda y el infame gesto de forzar unas elecciones por puro cálculo partidista – y en circunstancias especialmente convulsas – de un lado, y la crisis de autoridad de la derecha con respecto a su sector más ultra, por el otro, han ofrecido una imagen de debilidad e ineficacia del sistema que ha empujado a muchos – a veces sin otro motivo ideológico más fuerte – a la opción populista. Esperemos que la alianza – al fin – de la izquierda sirva para modificar en parte esta percepción... De todo esto y más trata nuestra última colaboración en El Periódico Extremadura. Para leer el artículo completo
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