La última huelga general también tuvo lugar un día 29, el de septiembre de 2010. Ya entonces contamos que la literatura tiene un capítulo –o doce tomos- dedicado a eso que el eufemismo llama conflictos laborales.
Las letras de la lucha final se titulaba la crónica. En dos años las cosas han cambiado poco. En la literatura. En lo que respecta al trabajo ya saben cómo ha cambiado todo. En aquel repaso de urgencia aparecía el título de un poema de
Jorge Riechmann, incluido en su libro
Conversaciones entre alquimistas (Tusquets, 2007). El poema es este:
LA BELLEZA DE LA HUELGA GENERAL
Con independencia de todos los valores ético-políticos que pueda tener una huelga en una situación determinada, en ella hay algo valioso en cuanto tal, más allá de las circunstancias concretas que la enmarcan: su carácter de interrupción del curso maquinal de las cosas.Es un corte potencialmente capaz de romper el desastre hacia el que se encamina el mundo. En el universo del tardocapitalismo, lo maquinal es el principio de muerte, y tenemos que saludar la discontinuidad como una afirmación de vida.Frente a la dictadura del “tiempo real”, la demora.Frente a la brutal coacción de lo inmediato, la articulada delicadeza de las mediaciones.Frente al abaratamiento de la palabra (condicionado por las mejoras técnicas en el campo de las telecomunicaciones), el valor de la reticencia y el silencio.Frente a la falsa autoridad de la imagen, la dignidad del hueco.Frente a la tiranía del trabajo muerto, frente a la demagogia de la normalidad, la restallante belleza de la huelga general.En noviembre pasado
Riechmann publicó uno de los grandes libros del año:
El común de los mortales (Tusquets, 2011). Allí dice que “Para ver / la puerta abierta / has de pensar que la puerta / puede abrirse”. Me temo que lo difícil de una huelga que se celebra en 29 -el de marzo, el próximo jueves- está en el día 30. Por si acaso,
El común de los mortales se abre con un poema que parece que habla del día siguiente. O del minuto siguiente.
APENAS LLUVIA
Esta mañana algunas gotas de lluvia, apenas
un rastro de humedad sobre la piel polvorienta
de las cosas, como caricia apenas esbozada
El aire de septiembre amplifica ese olor. La tensa tierra
aguardaba más, necesitaba más, pero
quien corría como un lobo ha de aprender
a no desdeñar el pausado trotecito
El tiempo pasa, murmura
la lluvia, y aún estamos vivos
Aspiremos a fondo la fragancia
de tanto acontecer. Como una
manera de presentir apenas la justicia
entre la prieta oscuridad, como una mano
apenas mojada que siguiera buscando y rebuscando
y completase a lo lejos la caricia
Javier Rodríguez Marcos, Poema de la huelga general, Letra pequeña,
El País, 26/03/2012