Precisamente por eso, lassociedades modernas, por estar presididas por una suerte de principiomalthusiano según el cual la basura crece más rápidamente que los medios parareciclarla de modo tradicional, necesitan disponer de tierras baldías,vertederos y escombreras en donde depositar las basuras para quitarlas de enmedio y poder seguir viviendo, seguir desperdiciando sin ahogarse entre suspropios residuos. Y junto a estos
no-lugares urbanos (por utilizar laafortunada terminología del antropólogo
MarcAugé, sobre la que en seguida volveré) es preciso también disponer de
no-lugaressociales a los que pueda trasladarse la población sobrante que los sistemasproductivos y consuntivos no pueden absorber (suburbios, chabolas,
favelas,
ghettos, campamentos, etc.). “Basura” es lo que no tiene lugar, lo queno está en su sitio y, por tanto, lo que hay que trasladar a otro sitio con laesperanza de que allí pueda desaparecer como basura, reactivarse, reciclarse,extinguirse: lo que busca otro lugar para poder
progresar. En su obra
WastedLives (cuyo título propongo traducir al castellano como “Vidas-basura”), elveterano sociólogo
Zygmunt Bauman haexplicado que la actual crisis de la modernidad se expresa al mismo tiempo deestas dos maneras: por una parte, los problemas de contaminación (yespecialmente, por su simbolismo, el problema que representan los residuos deorigen nuclear) han alcanzado un punto de inflexión en el momento en el que seha descubierto que el planeta estaba
lleno, que ya no había más
WasteLands adonde trasladar los residuos para quitarlos de en medio; por otraparte, la emigración, que era la salida tradicional para las poblacionesresiduales a las que el progreso industrial y post-industrial desplazaba ydejaba sin papel alguno que representar, ha dejado de ser una soluciónpracticable, porque ahora todos los lugares sociales del mundo están
ocupados,no hay puestos libres en donde colocar a los que están de más.
Los movimientos migratorios y lostraslados de basura tienen, por tanto, esto en común: se trata de encontrar unsitio —en otro lugar— para aquello que no lo tiene —en este lugar—. Por tanto,el presupuesto de estos movimientos de traslación es que cada cosa tiene susitio y que hay un sitio para cada cosa.
RafaelSánchez Ferlosio ha propuesto llamar al orden generado por este presupuesto
el orden del destino, y esta propuesta tiene una doble pertinencia. Poruna parte, nos recuerda el significado originario del vocablo “destino”, que esprecisamente ese: un esquema en el cual a cada cosa se le asigna un lugar —sudestino, el lote que le corresponde por designio de los dioses, de la Moira, delas Parcas o de la naturaleza— que es su porvenir ineludible, su fin fatal. Porotra, esta designación es coherente en primer lugar con el hecho de que lasregiones a donde se trasladan los emigrantes se denominan “países de destino”,no solamente en el sentido trivial de que allí es adonde se dirigen, sinotambién en el sentido de que allí es donde podrán “labrarse un porvenir”, deque van a sus lugares de destino en busca de un porvenir que les está negado ensus lugares de procedencia. Van allí, por tanto, en busca de su identidad, parallegar a ser quienes son (cosa que todavía no saben y que nunca descubrirán sise quedan en donde no tienen porvenir). Y la denominación sigue siendocoherente, en segundo lugar, con las basuras industriales: no se las puededejar allí donde se generan porque allí no están en su sitio ni tienen porvenirninguno. Es preciso trasladarlas a una tierra baldía en donde tengan porvenir,en donde puedan regenerarse, reactivarse, reciclarse, integrarse, en donde puedanllegar a ser otra cosa que lo que son —basuras, desperdicios—, en donde puedanrecuperar la identidad que han perdido, en donde puedan
crecer las lilas enla tierra muerta y en donde la lluvia primaveral remueva las raíces mas secas.Sí, aunque cueste aceptarlo en principio, “basura” significa también esto: loque tiene un destino, un porvenir, una identidad secreta y oculta, y que tieneque hacer un viaje para descubrirla, como el príncipe encantado para dejar deser rana y convertirse en príncipe, como la bestia para vencer el hechizo yvolver a ser bella. La observación de
Bauman sobre la crisis de la modernidadtardía puede, por tanto, reformularse en estos términos: ¿qué ocurre cuando yano se puede encontrar un lugar para trasladar aquello que aquí no lo tiene,cuando ya no hay un “país de destino” al que emigrar o en donde labrarse unporvenir? ¿Qué ocurre con la basura cuando se ha quedado sin porvenir, sinesperanza de reciclaje o regeneración, y qué con aquellas poblaciones que hande resignarse a vivir sin esperanza social, cuando la rana comprende que yanunca será príncipe y la bestia que ya nunca será bella?
José Luis Pardo,
Nunca fue tan hermosa la basura, Revista Observaciones filosóficas, nº 12, 2011