La virtud de esta noción (el
no-lloc de
Marc Augé) es que,debido a sus características internas y a su oportunidad histórica, designa untipo de negatividad susceptible de ser aplicada al mismo tiempo en un ámbitomás específico y en uno más general. Por ejemplo —en el sentido de laespecificación—, el tipo de hoteles y de restaurantes que quedarían subsumidosbajo el concepto de “no-lugares” podrían perfectamente definirse, en un sentidomás particular, como
no-hoteles y como
no-restaurantes, ya queconstituyen, en una medida nada desdeñable, la negación completa y acabada dela noción de “hotel” o de “restaurante” que les precedió en el tiempo. Lasaludidas cadenas de comida rápida, que no están atendidas por camareros y enlas cuales quienes preparan la comida no son cocineros, en las que losalimentos dispensados no son en sentido estricto “platos”, así como sus mesasno son mesas propiamente dichas (han de sentarse cuatro personas en un espacioen donde sólo cabrían en rigor dos) ni sus cartas verdaderamente cartas, ¿cómoquedarían mejor descritas que diciendo que se trata de no-restaurantesatendidos por
no-camareros que sirven
no-platos preparados por
no-cocinerosy consumidos en
no-mesas? Asimismo —y yendo ahora en el sentido de lageneralización—, estas cadenas de restauración se caracterizan por estar amenudo situadas en grandes superficies comerciales asociadas a zonas decrecimiento de la periferia urbana posindustrial, y muchas de lascaracterísticas de su “estilo” y de su “personalidad” se explican por elrégimen laboral de subempleo —contratación precaria y a tiempo parcial— queprevalece en ellas, régimen que, por estar cada vez más generalizado en elnuevo mercado de trabajo (y en todas las escalas salariales), muy bien podríadenominarse, por contraste con las formas laborales consolidadas en la segundamitad del Siglo XX en las zonas industrialmente desarrolladas ydemocráticamente gobernadas, como
no-empleo (noción esta que vendría asustituir a las de “sub-empleo” o “des-empleo”, aún demasiado dependientes deaquellas viejas formas laborales ya parcialmente periclitadas) proporcionadopor
no-empresas; de la misma manera, los centros comerciales que rodeanestos locales se dejarían describir, por los mismos motivos, como
no-tiendas—en donde, por ejemplo, se venden
no-muebles (módulos y paquetesfuncionales más o menos abstractos para armar y desmontar), y los habitáculosque crecen en estas conurbaciones (las llamadas “ciudades-dormitorio”, que nosería exagerado rebautizar como “ciudades-basura”) como
no-casas (decoradas,sin duda, mediante aquellos no-muebles). Y, aunque sería una broma cruel lacomparación de este tipo de aglomeraciones del “primer mundo” con las de losarrabales de los países pobres o devastados, resultaría igualmente apropiadodecir de quienes pueblan estos últimos contornos que se trata de
no-empleados(pues a menudo están fuera de la economía monetaria regular) que viven enno-casas (cobijos improvisados con material heterogéneo) decoradas conno-muebles (a veces simples cajas de cartón o relleno de embalaje) y que se abastecenen no-tiendas (en el mercado negro o la economía sumergida). Ni que decir tieneque esta aplicación podría continuar hasta permitirnos hablar, por ejemplo, deciertas agrupaciones de personas, especialmente emergentes en nuestra época,que podrían caer bajo el concepto de
no-familias o de
no-matrimonios,de ciertos programas televisivos de entretenimiento que sólo podríancalificarse como
no-programas, de un cierto tipo de productos culturalescada vez más extendidos a los cuales les vendría como anillo al dedo el rótulode
no-libros,
no-discos o
no-cuadros (y ello tanto en lafranja de la alta cultura como en la de la cultura popular o de masas), deciertos males originales de nuestro tiempo que funcionan como
no-enfermedadestratadas mediante
no-medicamentos y, en última instancia, hasta de
no-universidades(escuelas móviles de formación permanente) en donde se estudian
no-carreras(programas de actualización profesional continua) impartidas por
no-profesores(expertos en reciclaje), y de
no-estados (alianzas coyunturales deregiones) gobernados por
no-políticos (administradores) y cuyo sujetolegítimo es un
no-ciudadano.
José Luis Pardo,
Nunca fue tan hermosa la basura, Revista Observaciones filosóficas, nº 12, 2011