El escritor y profesor universitario
David Hernández de la Fuente (Madrid, 1974) ha invertido tres años en armar
Vidas de Pitágoras (Atalanta), un libro que acerca al lector contemporáneo no solo su nueva visión biográfica, sino la compilación de anteriores biografías que constituyen en conjunto un monumento bibliográfico de gran importancia. Paralelo a la vida de estudioso del mundo clásico,
David Hernández, que tiene ya una sólida trayectoria de narrador en cuentos y novelas premiados, no elude el humor al responder ágilmente: "Y eso del 'pitagorín' tiene poca intriga, pues es producto de la mala fama del sabio: ya el presocrático
Heráclito le acusaba de
polymathía [exceso de erudición] y
kakotechnía". Al parecer en el mundo antiguo también se cocían las mismas habas: "¡
Diógenes Laercio es el tipo más cotilla de la antigüedad!".
PREGUNTA. ¿Es exagerado hablar de un redescubrimiento de la figura de Pitágoras en sentido histórico?RESPUESTA. Desde los años setenta se ha producido una intensa relectura de este personaje a raíz de un influyente libro de Walter Burkert que, basándose en otros estudios, cuestionaba la figura tradicional de un
Pitágoras precursor de la matemática y la armonía del cosmos. Tras cierta contestación, otros autores han seguido esta indagación a comienzos del siglo XXI: los nuevos tiempos de la interpretación histórica y filológica -con una perspectiva más amplia y transversal- y las novedades surgidas en el campo de la filosofía llamada presocrática (descubrimientos sobre
Empédocles y nuevas interpretaciones sobre
Parménides) exigían releer aún la figura histórica de
Pitágoras. Yo la he abordado tratando de conjugar la historia y la filología con la antropología y la sociología de la religión.
P. ¿Cuánto tiempo le llevó armar el corpus de este volumen y traducir de las biografías antiguas?R. En total han sido tres años, sumando la elaboración del corpus de textos antiguos, con su traducción y comentario, que ocupa la mitad exacta del volumen, a la escritura del ensayo que compone la primera parte, y que incluye mi interpretación de esta figura clave de la filosofía y la religión griegas. Los textos son muy dispares, desde el griego más asequible de Diodoro o
Diógenes Laercio a la prosa compleja de Jámblico o Porfirio. Por tanto, las dificultades fueron también variadas: aclarar lugares oscuros, buscar soluciones textuales, hallar un término preciso para alguna palabra antigua que se resistía a otros traductores y, por supuesto, anotar y comentar los más interesantes.
P. La relación entre Pitágoras y la música (si es que existe) a la luz del conocimiento contemporáneo. ¿De dónde parte esta idea tradicional?R. Resumiendo mucho, creo que hubo una relación originaria que puede localizarse en el uso ritual y terapéutico de la música y la poesía para curar el alma y el cuerpo, para la meditación y la mediación con lo divino. Es una vieja prerrogativa de los chamanes -griegos o no- y como tal aparece reflejada en las biografías. El propio descubrimiento de las escalas musicales y de la armonía cósmica se cuenta como una suerte de revelación divina, relacionada con el mundo de la fragua y de lo subterráneo, y con un origen claro en la religión griega. Posteriormente vinieron mitificaciones del gran fundador, racionalizaciones o justificaciones, así como muchos tratados apócrifos sobre música, proporción y armonía del mundo durante las épocas helenística y romana.
P. ¿Mandan los aspectos "legendarios" sobre otras consideraciones a la hora de hacer un perfil de Pitágoras?R. Las biografías griegas que se nos han transmitido priman ante todo estos aspectos:
Pitágoras aparece como hombre-dios, de porte solemne y carisma irresistible, marcado por Apolo y Dionisos a la par; un taumaturgo capaz de estar en dos lugares a la vez, de curar por la palabra y la música, de hablar con los animales, obrar milagros y conocer el futuro -muy cerca del chamán Orfeo-;
Pitágoras, provisto de un muslo de oro, se desplaza por los aires y su alma sale del cuerpo y regresa para contar lo que ha visto; su palabra es ley y embrujo para los suyos -que la repiten como una especie de mantra-, pero tiene a la vez una enorme influencia social y política, y arrastra multitudes. Con estos pocos detalles se intuye ya la dimensión legendaria del hombre divino y los problemas para abarcar su figura histórica.
P.Y como figura histórica. ¿Qué habría que decir hoy a los de su propia generación o incluso a los más jóvenes acerca de Pitágoras?R. Ahí está el desafío para el estudioso moderno. La labor es ir desbrozando las biografías para ver el núcleo histórico de este personaje fascinante, que ha dejado huella desde la antigüedad hasta nuestros días, pasando por su intensa recepción en la Edad Media y Renacimiento. Lo que se puede decir con certeza a nuestra generación sobre el
Pitágoras histórico es que fue un líder religioso que fundó un estilo de vida
(bíos), una comunidad pura y rigurosa con reglas ascéticas para tender a lo divino, y que difundió la creencia en la inmortalidad del alma y la reencarnación. Pero también diremos que tuvo una influencia política determinante en un lugar y una época -el sur de Italia, entre 530 y 490 antes de Cristo- llegando a legislar y regir la sociedad exterior hasta la revuelta que acabó con su comunidad.
P. Pitágoras figura literaria. En sus planteamientos da mucha importancia a la faceta literaria. A un interesado no iniciado, ¿qué lectura pitagórica o de referencia recomendaría (además de su propio libro, obviamente)?R. Había ya textos antiguos que usan a los pitagóricos como figuras literarias, sobre todo comedias que los ridiculizaban. Las biografías que presento en el libro son muy atractivas literariamente: de hecho, no están lejos temporalmente de las vidas de santos, monjes y ascetas cristianos, que empezaban a proliferar precisamente en los siglos III y IV. Es una literatura magnífica que muestra a las claras el prestigio del "hombre santo" (pagano o cristiano), marcado por lo divino, en una época de cambio.
P. Cuando dice "divino Pitágoras", ¿qué aspecto se resalta?, ¿qué quiere decir?R. Le dedico un capítulo del libro a la noción de "hombre divino"
(theios aner), una idea de muy largo recorrido en el mundo antiguo, desde
Pitágoras al cristianismo, a los santos y padres del desierto. Por la época en que se escriben las biografías hay que pensar en paralelo con Cristo. Con esta idea se alude al líder carismático, un mediador con lo divino, a través del contacto privilegiado con el más allá, de índole chamánica o adivinatoria; pero también un mediador político, entre los miembros de la comunidad, entre esta y el dios, que trae las leyes sagradas a los hombres. El arquetipo de legislador-profeta se encuentra en muchas culturas y es antropológicamente fascinante: piense en Minos de Cnosos, Moisés, el rey romano Numa, el profeta Elías o el propio Mahoma. El estudio se centra en esta figura de hombre providencial y divino, cuyo primer exponente en Europa bien podría ser Pitágoras.
P. Usted escribe: "Huella indeleble en el pensamiento de Platón"R. Esta es una de las grandes preguntas. Ya en la antigüedad se decía que
Platón había tomado mucho prestado del pitagorismo antiguo. Su propia idea del alma, la reminiscencia, la reencarnación, los mitos platónicos sobre el más allá, su ética, su política..., todo ello recuerda muchas anécdotas de las biografías de
Pitágoras, que recordaba vidas pasadas y practicaba un ideal de vida contemplativa. Aparte de las doctrinas pitagóricas de nueva generación (como
Filolao o
Arquitas),
Platón pudo conocer también comunidades supervivientes del colapso del pitagorismo antiguo. Es la gran pregunta que no podemos responder: ¿cuánto le debe
Platón -y, por ende, Occidente- a
Pitágoras?
Platón -que solo menciona a
Pitágoras una vez- parece siempre el gran padre de la filosofía, y sin embargo es un catalizador de doctrinas de notable antigüedad, tanto griegas como no griegas. A este tema se dedican algunas páginas en el libro.
P. Hábleme de los Versos de oro, a los que usted sitúa como "máximas de origen tardío".R. Es un poema interesantísimo, escrito en el viejo verso épico griego, que se atribuía al propio
Pitágoras. Contiene una serie de máximas para llevar una vida pura, para seguir la ética de la secta del divino maestro. Pero seguramente fueron compiladas en una época muy tardía, contemporánea o incluso posterior a las biografías neoplatónicas. Lo más interesante de estos versos áureos, sin embargo, es que recogen máximas que sabemos que pertenecían al pitagorismo más antiguo, a la escuela del
Pitágoras histórico. Como en toda esta amalgama de textos, la clave es poder distinguir lo auténtico de las adiciones posteriores. A los pitagóricos de los falsarios.
P. Otro tema en el que ahonda es "la relevancia del mediador Pitágoras en la historia de la teoría del alma" y en la tradición oracular.R. Según la tradición, a
Pitágoras se debe la introducción en Occidente de una noción de hondo calado en nuestra cultura. Se dice que él importó en Grecia, tras sus viajes a Oriente y Egipto, la idea de que el alma es inmortal, que es capaz de separarse del cuerpo, emprender el descenso al más allá o el rapto poético -lo que el profesor Luis Gil llamó "el vuelo del alma"-, y volver al mismo cuerpo o a uno diferente. Tal vez
Pitágoras preludiara toda la teoría del alma que penetra en Grecia en época arcaica, muy diversa a la noción homérica, una visión que perpetuará el platonismo y después el cristianismo. En cuanto a la tradición oracular, un capítulo del libro se dedica a
Pitágoras como adivino: según la tesis del libro esa prerrogativa que refieren sus biografías, también chamánica, explica bien la coherencia entre su faceta religiosa y política.
P. Lo que sí parece fascinante es la influencia de Pitágoras en la política de la Grecia antigua. ¿Esa esfera de influencia hasta dónde se alarga?R. Llama mucho la atención que el pitagorismo antiguo acabara tan mal, en una sangrienta revuelta popular contra esa comunidad, con algo de monástico y elitista, que llegó a influir tanto en la política de la época. Los historiadores antiguos dan algunas noticias sobre esto y sobre las inclinaciones políticas, algo aristocráticas, de la secta. Es un modelo de sociedad carismática que ya estudió
Weber y cuyos ecos llegan hasta nuestros días. El liderazgo carismático y la interacción entre el poder y la religión siguen de actualidad. Tal vez
Pitágoras sea uno de los más antiguos ejemplos históricos de esta relación entre hombre divino y comunidad política, oráculo y ley.
Roger Salas,
Pitágoras, chamán, dios y político. Entrevista a
David Hernández de la Fuente, Babelia. EL País, 12/11/2011