Un par de anotaciones preliminares acerca de la “filosofía” de Sloterdijk. Lo suyo no es propiamente investigar ni sentar doctrina y, por lo demás, como pensador, resulta demasiado vehemente para pasar por hermeneuta. Sus libros suelen ser glosas de grandes tramos de la historia de las ideas, cuya originalidad y audacia como relatos solo es apreciable para quienes ya conozcan los avatares del pensamiento y la cultura europeas. Su arte consiste en escribir acerca de lo consabido, la historia del pensamiento, pero contándola de otra manera. En esto se parece a los ensayistas franceses, siempre habilidosos al trazar grandes frescos de épocas; o a un tipo de filosofía de la historia que tiene más de Spengler que de Herder, Hegel o Marx. Que sus escritos estén a un paso de la ideología los hace especialmente seductores, al mismo tiempo que suscitan la sospecha de que quizás detrás de ellos no haya más que una astuta operación literaria.
La cuestión que se aborda en estas Conferencias Unseld (Muerte aparente en el pensar: Sobre la filosofía y la ciencia como ejercicio, Siruela. Madrid, 2013. dictadas en Tubinga, en 2009, remite a un trabajo anterior, de mayor envergadura, Has de cambiar tu vida (Valencia: Pre-Textos, 2012): allí se reivindica el ejercicio como modelo del pensar futuro, que ni es teoría pura ni es praxis sino cierta medianía que, cuando se hace profunda o trascendente se asemeja al ideal ascético de los estoicos y cuando es banal se traduce como fitness, praxis autorreferente que se parece al mantenerse en forma, comer sano y hacer deporte y la difundida afición a los gimnasios, donde los individuos compiten contra ellos mismos imponiéndose grados crecientes de dificultad y donde reencuentran los valores ético-participativos y comunitarios que las sociedades posmodernas, dominadas por la técnica, ya no les suministran. Es sin duda irreverente comparar la filosofía que se hace hoy en día con el fitness, las terapias alternativas y los triatlones, pero se entiende que Sloterdijk se vale de esta irreverencia para marcar que los tiempos del pensamiento puro y la vida contemplativa se han terminado, definitivamente.
La propuesta de este libro, pues, es hacer la breve historia de la vida contemplativa, desde sus orígenes en la Academia platónica, donde se enseñaba a enfrentar la muerte muriendo anticipadamente por medio de la introspección filosófica, hasta dos milenios y medio después, cuando Husserl y su puesta entre paréntesis de la vida mundana (epojé), todavía aspiran a convertir la filosofía en una “ciencia estricta” ajena a the joys and pleasures of love del poema de Dryden. El perfil del filósofo como héroe, titán o ángel que da la espalda al mundo para enfrentarse con nobleza al misterio de la muerte. Y como de lo que se trata no es de desentrañar nada ni de resolver abstrusas cuestiones metafísicas, sino de diseñar un relato ameno, ingenioso y consistente, Sloterdijk saca partido de sus probadas habilidades narrativas para mostrar que la filosofía, tal como la hemos estudiado y, hasta hace muy poco, todavía la conocíamos —como pensamiento puro— nació como resultado del descalabro de la polis clásica. Es decir, los filósofos no se atrincheraron en la teoría por casualidad o por capricho de Sócrates y sus discípulos sino por efecto de una catástrofe que apartó el pensar de la vida y lo puso fuera del mundo y de la historia. Afortunadamente, opina Sloterdijk, el pensamiento contemporáneo ha roto con su ostracismo y se “remundaniza” en la obra de Einstein, Lévi-Strauss, Weber o Luhmann; y, entre la alternativa de abandonarse a las banalidades mundanas o la estéril erudición de los scholars y los exegetas, tiene ante sí la posibilidad de optar por un nuevo ascetismo, la vida ejercitante (la fórmula no es muy feliz) entre la vita activa y la vita contemplativa. Ya no es preciso hacer filosofía como zombies, muertos en vida. Ahora hay nuevos hombres y una nueva “antropotécnica” en ciernes. Sloterdijk está tan satisfecho con el balance de su propio relato que casi consigue trasladar su optimismo al lector.
La transformación ha sido obra, dice, de una conjura, un asesinato perpetrado por diez conjurados que han acabado con la “muerte aparente en el pensar” cuyas figuras más conspicuas —la razón desinteresada y la neutralidad epistemológica— son harto conocidas para la tribu de los filosofantes. Sloterdijk identifica a los “conjurados”, lo que sirve para revelar sus propias afinidades electivas y depara, por cierto, algunas sorpresas. Helos aquí (omito las razones para no estropear la curiosidad del lector): Marx, Nietzsche, Lukács (!) —viejo felón estalinista—, Heidegger, Kierkegaard y Sartre, Scheler, las feministas y sus estudios “de género”, Damásio y sus investigaciones sobre el papel del sentimiento en los procesos cognitivos; y el denostado Bruno Latour, crítico implacable de la neutralidad científica. Por obra de estos “conjurados” la filosofía vuelve a la vida.
Pero este es un relato, señoras y señores, y los relatos son conjeturas del sentido, no determinaciones irrefutables. Al final, vueltos los zombies a sus sepulcros, Sloterdijk no puede reprimir —y nosotros tampoco— ponerse melancólico al tiempo que convoca a Pessoa: el final de la teoría pura es también una especie de muerte. Y ahora, ¿cómo haremos para aprender a morir?
Enrique Lynch, No más 'zombies', Babelia. El País, 15/06/2013