Convocados permanentemente a
copiar y pegar podríamos acabar identificando el quehacer de la palabra con una labor de
corte y de confección a partir de diversos retales. Pero el pensamiento exige
articulación y vertebración. Y ello no ha de considerarse como una mera adición de elementos inconexos. De lo contrario, el aislamiento y la separación serían, a decir de
Hegel, una verdadera enfermedad. Ello equivaldría a un permanente citar sin citarnos en algo con alguien, sin concitarnos.
No basta con tomar de aquí y de allá, en una suerte de zapping de la existencia, ni con rebuscar desaforadamente ingredientes para finalmente ofrecer un aspecto consistente en apariencia soportable y saludable. Por lo visto, ya no parece tan decisivo tejer y destejer, sino añadir piezas hasta construir una especie de
mecano individual y social.
Hay una estrecha relación entre este acto de cortar y la proliferación de recortables. No hemos de confundir las partes empleadas para elaborar con los residuos y restos de aquello que vamos dejando en una desaforada tarea de no pocas amputaciones.
Ciertamente se edifica a partir de integrantes que conforman la posibilidad de relacionarnos y de vincularnos unos con otros.
Relación, vertebración y articulación no son simple adición. Lo que importa es la mutua imbricación y pertenencia, la comunicación posible, la influencia mutua, la transformación que supone el hecho de enlazar, no solo cualquier aspecto aislado, sino los que resulten imprescindibles para que haya una auténtica unidad y unificación.
Pero en ocasiones estos
cortes producen efectivos
cortocircuitos que impiden esa comunicación y son puro desplazamiento. Mover y moverse se considera suficiente para crear. Ya no hay ni fragmentos. Sin duda se ofrecen perspectivas inauditas, se otorgan miradas nuevas, que pueden llegar a sorprender. Sin embargo no es tan fácil provocar una
dislocación, un efectivo
desplazamiento, no pocas veces necesario. No se trata de satisfacerse en una falta de integración enmascarada de autonomía, sino de procurar y de activar una mirada diferente. Precisamente porque difiere de otro modo. Y ya no es cosa de cortar y de pegar de cualquier manera, sino del arte de una adecuada e integrada
composición.
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by Adde Adesokan |
Vivimos a tirones y a estirones, ligando por añadidura hechos y sucesos que se diluyen sin discurrir, sin discurso. Con ello vamos haciendo un relato no pocas veces fallido, sin relación. Perdidos en actividades cosemos sin tejer texto y con esta manera de proceder se configura todo un modo de ser y de pensar, ocasional, coyuntural, quizás oportuno, pero que corre el riesgo de resultar oportunista. Finalmente podríamos venir a ser
una identidad de costuras.
Asimismo también crecemos a través de palabras ajenas, pero en la medida en que las hagamos nuestras en la escucha que suponga una
incorporación, lo cual no significa asentimiento. No es cuestión de reducir el pensar a ir poniendo pensamientos unos junto a otros, en una cierta colección, como una componenda efectista o un catálogo de cosas sabidas, o de productos al portador. Incorporar es
configurar y
conformar un espacio, que además de aglutinar es capaz de asumir, de hacerse cargo, de verse afectado e involucrado. Y entonces el corte y confección no es un acopio de dimes y diretes, sino una verdadera composición, toda una arquitectónica que ofrece a la par una forma y una figura, que tiene volumen y flexibilidad.
No hay pensar sin una cierta transformación, sin una
escritura de sí, lo que exige una determinada
lectura de sí mismo. El propio sujeto queda sujetado con aquello que sujeta y por ello hace falta que la subjetividad se constituya como un verdadero tejido. De no ser así, la vida se limita a la tarea de ir tirando de diversos retales para escindir y decidir por el procedimiento de
cortar,
copiar,
añadir,
insertar,
eliminar,
cancelar o
borrar o tal vez archivar, según las prestaciones de la maquinaria de que dispongamos. Y la memoria parecería ser archivo y depósito. Una vez así compuesto, ya sería cosa de
bloquear,
vaciar,
enviar o
crear aquello que ha quedado puesto y propuesto, como producto, a merced de la mirada y, tal vez, de la lectura.
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by Adde Adesokan |
Restringir el pensamiento a puro
sistema operativo es reducirlo a una mera labor instrumental que debilita el análisis y la reflexión y que se conforma con mirar y reflejar, con modificar, como mero cambio de lugar y en su caso de posición. El pensamiento quedaría en tomar de aquí y de allá, en ir haciendo labores que sin duda ordenan y en su caso organizan, tras la correspondiente búsqueda. Ahora bien, ello no es inocuo o inocente y más o menos explícitamente supone seleccionar y distribuir, y para eso se requiere criterio y discernimiento, no el simple amontonar o airear lo cortado o copiado, para trasladarlo al vaivén de lo que podría interesarnos.
Sin embargo, como
Aristóteles nos recuerda en su
Poética, también se trata de componer acciones, y en eso consiste precisamente la tragedia, en reactivarlas. Por eso el desafío es hacer que algo diga de nuevo, quizá como nunca dijo, y entonces no basta con imitar o copiar. Hay que
armonizarpara que resuene lo inaudito. Se requiere una verdadera
mímesis, que es recreación y que reabre las condiciones de posibilidad.
De ahí que no sea inocua ni inocente la actividad de aislar, de bloquear, de copiar y de pegar, con miras a propiciar aspectos de otra realidad. Este
trajín permanente que transporta información no siempre viene a ser relación y comunicación, sino
ruidoy
traqueteo. Y el asunto no es que sea imprescindible proceder discerniendo, que lo es. Lo inquietante es que acabamos procurándonos un simple
collage de apariencia consistente, pero de mera adición, como un mal
caleidoscopio de piezas que no se mueven ni se conjugan, que no concuerdan ni se oponen, que se asientan indiferentes y se limitan a estar al lado, ni siquiera juntas.
El aspecto final podría resultar agradable, ingenioso, gracioso, hasta erudito, pero no pocas veces seriamente grotesco, sin vida ni corazón. Sólo la mirada inteligente y la cordial sensibilidad podrían superar esta indiferencia y ofrecer otro quehacer, otra composición. Pero para ello no bastaría con buscar lo que viene bien y, una vez a buen recaudo, cortarlo y pegarlo.
No es suficiente con reiterar, hay que reitinerar.
Angel Gabilondo,
Cortar y pegar, El salto del Ángel, 12/11/2013