Sintetizaré de entrada la idea central de la reflexión de hoy, más extensa de lo habitual:
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Aristòtil |
En el sentido fuerte de la palabra, la
physis (el término griego que está en el origen de lo que designamos por naturaleza) sólo es vinculable con lo que tiene intrínseco lazo con el movimiento y el reposo. Para Aristóteles los cuatro elementos tienen esta propiedad, en razón de su teoría de los lugares naturales: así el fuego cuando se encuentra en lo bajo (lugar natural de la tierra) "tiende
" necesariamente a su lugar en lo alto y una vez en éste "reposa" en su plena realización. Las cosas compuestas a a partir de los cuatro elementos sólo serían naturales por una suerte de herencia de la esencial naturalidad de sus componentes: como tal la piedra a nada tiende, aunque la parte de tierra en ella presente tienda a ese su lugar natural que es el aristotélico lugar bajo (centro, dada su concepción finita y esférica del cosmos)
Pero entre las cosas compuestas hay sin embargo un conjunto con especiales características, a saber el de los los animales, teniendo quizás las plantas un estatuto intermedio.
Los animales son como el fuego inconcebibles sin referencia al movimiento y al reposo. Si el fuego tiende a lo alto, el animal tiende a aquel lugar dónde encuentra su bienestar y si consideramos el caso conjunto del animal y la planta cabe referirse a esa intrínseca inquietud que es la vida. Que la técnica del hombre sea impotente a producir tanto lo elemental como la vida explica la contraposición entre "naturaleza" y "artificio", la cual perdura en nuestro lenguaje como residuo de la polaridad aristotélica entre la physis y los frutos de la techne. ***Que la palabra naturaleza es rica en pluralidad de sentidos nos lo indica la simple consulta de un trivial diccionario: Hablamos de algo
natural por oposición a lo que tiene carácter de constructo o resultado, sea de la técnica o del arte (vertientes ambas de la
techne de los griegos). Decimos que la
naturaleza de tal especie (a veces individuo) la hace propensa a determinada acción. Evocamos la condición natural del hombre contraponiéndola a su condición de ser moldeado a imagen y semejanza de Dios. En ocasiones nos referimos a la
naturaleza de las cosas en general, que haría por ejemplo inevitable la corrupción de lo dado. Indicamos que tal persona es
natural de un determinado país o ciudad. Nos referimos a determinados cuadros bajo el nombre genérico de
naturaleza muerta. Decimos de alguien carente de engolamiento o pedantería que su comportamiento presenta gran
naturalidad... En fin, utilizamos el término
naturaleza cuando queremos referirnos a la diversidad cualitativamente diferenciada que constituye el orden o mundo así como a las leyes que le son inherentes.
Intentando hallar alguna lógica, algún hilo conductor, en esta pluralidad de usos, hemos asumido en anteriores columnas que el primer sentido de lo que llamamos natural está relacionado con la física: lo natural de entrada es algo físico, aunque no todo lo que sea físico sea natural, de tal manera que determinando rasgos generales de lo físico sabríamos algo de lo natural. Una de las ventajas de esta aproximación es que nos acercaba a la palabra griega que está en el origen de todo esto:
physis que como indicaba tiene una larga historia en los textos presocráticos, pero que de momento abordamos ateniéndonos a lo que indica
Aristóteles.
Enumeremos las diferentes contraposiciones a fin de subrayar al final el aspecto que hoy interesa.
Lo natural frente a lo ideal y lo abstracto. Aristóteles sitúa a las entidades físicas entre aquellas que son susceptibles de hallarse en movimiento o de hallarse en reposo, cosa que no ocurre por ejemplo con la superficie de una mesa o un atributo numérico de la misma.
Con tal criterio,
Aristóteles nos pone sobre la pista de aquello que más adelante se denominará
cantidad de movimiento. Y al igual que no son físicas las cosas matemático-geométricas, tampoco son físicas las ideas asociadas a las palabras. Las ideas, obviamente, sólo pueden ser desplazadas en un sentido puramente metafórico, como cuando se dice que constituyen armas arrojadizas. En suma, las ideas que tenemos sean o no correspondientes a objetos del mundo físico y las abstracciones como las cosas matemáticas no son naturales porque carecen del primer rasgo que ha de caracterizar a lo natural, a saber, ser cosas físicas, o, en términos de Aristóteles, ser susceptibles de movimiento y de reposo.
Veamos ahora como este primer criterio sirve a
Aristóteles para hacer una operativa distinción no sólo entre lo natural y lo que no lo es, sino también para establecer una jerarquía entre modalidades de lo natural. Habría lo propiamente natural y lo que sólo lo es por derivación, figurando entre lo último todas las cosas que el hombre es susceptible de producir.
Lo natural frente a lo inerte. En la aparentemente tan ingenua como fértil teoría de los elementos de los Antiguos, el criterio aristotélico para determinar lo natural , es decir, la polaridad
movimiento- reposo se aplica a los cuatro elementos, fuego, tierra, aire, agua, los cuales se hallan en reposo cuando están en su lugar propio y tienden intrínsecamente a reencontrarlo cuando han sido desplazados. A los
compuestos (
synola) de los cuatro elementos, como la piedra o la carne, sólo cabe atribuirles el movimiento en razón de la tendencia de sus componentes, es decir, por una suerte de herencia de la propiedad de los mismos. De hecho es porque cada uno de los elementos que la componen vuelve inevitablemente a su lugar natural que un fragmento de cualquier materia, orgánica o inorgánica está llamado a ese movimiento de corrupción cuya medida constituye para Aristóteles el tiempo. El fuego tiende intrínsecamente a un acto,
energeia, no es pues inerte, mientras que sí inerte la piedra, a la que sólo una fuerza exterior imprime impulso. Obviamente si
Aristóteles no hubiera tenido una concepción de los lugares naturales de los elementos no hubiera podido establecer entre estos y la vida la complicidad de tener una razón intrínseca de movimiento y de reposo, pero en cualquier casos se trata de una intuición interesante.
Pero entre los compuestos hay realidades que sí son cabalmente
naturales, a saber el animal y la planta y ello en razón de que además de la tendencia de sus componentes tienen un principio de movimiento o reposo que les es intrínseco, y que no es reductible a la suma de los movimientos de los compuestos. Asunto misterioso la existencia de seres con esta capacidad automotriz (a los que Aristóteles consagró la mayor parte de su trabajo teórico) y que como veremos más adelante, hace de la vida un primordial caso de
emergencia.
Lo natural frente a lo que resulta de artificio.Pero hay en
Aristóteles una tercera forma de concebir lo natural que tiene resonancia en nuestro cotidiano lenguaje. Oponemos las cosas de la naturaleza a las ideas o entidades abstractas, pero también a las cosas artificiales, así cuando hablamos de inteligencia artificial, por oposición a la inteligencia cabal de los seres animados.
De hecho lo más explícitamente opuesto a lo natural es para El filósofo aquello que es resultado de la
techne, ya sea entendida por nosotros como
técnica o como
arte. Así la mesa comparte con la madera el hecho de que se mueve tan sólo por hallarse constituida por los cuatro elementos, pero a diferencia de la madera no se daría sin el hombre, el cual, como hemos visto, es
technites por propia naturaleza. Ciertamente esta visión de
Aristóteles es antigua, pero cabe preguntarse (como
Husserl indicaba respecto a
Descartes) si no puede aún ser de utilidad en un esfuerzo contemporáneo para dar consistencia a la pregunta: ¿qué es la naturaleza?
Ni el fuego ni la vida. Llevar como rasgo esencial el binomio movimiento-reposo sólo le ocurre además de a los elementos a la vida (como hemos visto, entidades abstractas como las que ocupan a la Matemática no son naturales dado que no son susceptibles de movimiento o reposo). Mas si es así, si lo
natural como expresión cabal de la
physis, es por un lado lo elemental (fuego, tierra, aire y agua) y por otro lado los seres animados, entonces oponer lo natural a lo que surge de artificio, supone aseverar que la
techne, la facultad de técnica o arte que singulariza entre los animales al hombre, es impotente para hacer surgir tanto lo elemental como la vida, modos del ser que ponen coto al poder del hombre, siendo incluso esta la razón de que de manera alguna el hombre pueda equipararse a un dios.
El hombre puede azarosamente topar con esa cosa elemental que (en la física a la vez profunda e ingenua de los antiguos) era el fuego. Pero también, mediante artificio y procediendo de lo complejo a lo simple, el hombre puede llegar a alcanzar lo elemental, puede, reducir la madera a sus elementos y así
encontrar el fuego en ella
trabado, lo que imposibilitaba su movimiento hacia el lugar natural. El emerger del fuego tras la madera es como la emersión de un astro tras otro que lo ocultaba. Tras encontrarlo el hombre puede canalizar el fuego, pero lo que no puede de manera alguna es hacerlo aparecer
ex-nihilo, única modalidad de emergencia novedosa
tratándose de un elemento.
Efectivamente la materia es energeia. En la física contemporánea el problema se presenta de manera diferente (aunque como veremos no deje de haber puntos de encuentro con la posición de
Aristóteles), dado que la previsión teórica de la existencia de partículas que nadie ha encontrado en la naturaleza viene a ser verificada precisamente creándolas en laboratorio. Creación obviamente no
ex nihilo sino,
por ejemplo,
a partir de la energía de fotones sometidos a interacción en los aceleradores de partículas en los que la técnica del hombre reproduce de alguna manera lo que sucede en una supernova en el momento de una explosión, o lo que aconteció en el
big bang. Simplemente, ahora lo elemental, lo que explica la diversidad y complejidad que la naturaleza llega a alcanzar, no es ya una tabla de elementos materiales sino el binomio
partícula-energía y explotando las posibilidades de este binomio la técnica de alguna manera sigue imitando a la naturaleza. Sin embargo el binomio mismo es de nuevo algo con lo que el hombre, o bien topa azarosamente o
encuentra como fondo de la naturaleza a través de la técnica, la cual sin embargo es tan impotente para generarlo
ex nihilo como para
Aristóteles lo era para generar el fuego (nótese por otra parte que dada la posibilidad de transformación de la materia elemental -desintegración atómica- en energía, y viceversa... la aristotélica atribución de actividad a lo elemental no anda lejos) Esta irreductibilidad de lo primario a los poderes del hombre, es algo que sorprende menos que la irreductibilidad a los mismos de la vida, la otra forma del ser que según
Aristóteles se halla intrínsecamente marcado por la polaridad movimiento- reposo. (1)
La vida es un caso paradigmático de
emergencia, es decir una estructura que no se explica exhaustivamente yuxtaponiendo las características y potencialidades de sus componentes considerados aisladamente, y ni siquiera adicionando las características y propiedades de las variables exteriores imprescindibles. La vida es en este sentido algo que efectivamente sobreviene, no sólo
de manera imprevista, sino de manera
imprevisible: una emergencia, un misterio desde luego para todo espíritu reduccionista. (2)
Víctor Gómez Pin,
Asuntos metafísicos 28, El Boomeran(g), 12/12/2013
(1) El movimiento no debe en este caso ser reducido a la traslación (movimiento según el lugar). Han de incluirse las modalidades de movimiento que constituyen la trasformación cualitativa y cuantitativa, sólo ello permite atribuir el interno principio de movimiento y reposo que caracteriza a la vida a una planta. Hay además para la
Aristóteles, la generación y la corrupción o movimiento según la sustancia. véase los tres primeros capítulos del libro tercero de la física y asimismo el libro séptimo, capítulos uno a cuatro.
(2) ¿Qué pasa sin embargo con aquello que, poseyendo vida, ha sido modelado por la técnica, por ejemplo un animal domesticado? Como ser animado es sin duda natural, pero sin el hombre no tendría los rasgos que confiere la domesticación y en tal medida es artificial. Es obvio que la polaridad
physis -
technè mas que como oposición parece funcionar como complementariedad en este caso. Será este un tema de explícita reflexión más adelante.