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«Nuestra vida es el asesinato por el trabajo. Hace 60 años que colgamos de la cuerda y pataleamos, pero nos vamos a soltar.»
Georg Büchner, La muerte de Danton, 1835
La superación del trabajo es cualquier cosa menos una utopía nebulosa. La sociedad mundial no puede continuar en su forma actual otros 50 ó 100 años. Que los adversarios del trabajo se tengan que enfrentar a un ídolo trabajo ya clínicamente muerto no hace necesariamente su tarea más fácil. Puesto que cuanto más se agrava la crisis de la sociedad del trabajo y todos los intentos de poner remedio acaban fracasando, más crece el abismo entre el aislamiento de las mónadas sociales desvalidas y las exigencias de un movimiento de apropiación de la totalidad de la sociedad. El salvajismo creciente de las relaciones sociales en muchas partes del mundo muestra que la antigua conciencia del trabajo y la competencia prosigue a niveles cada vez más ínfimos. La «descivilización» a trompicones , a pesar de todos los impulsos de un malestar en el capitalismo, parece ser la forma más natural de transcurrir la crisis.
Justamente con unas perspectivas tan negativas, sería fatal posponer la crítica del trabajo como programa integral para el conjunto de la sociedad y limitarse a levantar una economía precaria de supervivencia sobre las ruinas de la sociedad del trabajo. La crítica del trabajo sólo tiene una oportunidad si se enfrenta a la corriente dessocializante, en vez de dejarse arrastrar por ella. Pero los estándares civilizatorios ya no se pueden defender con la política democrática, sino sólo contra ella.
El que aspire a la apropiación y transformación emancipadora del contexto social entero, difícilmente podrá ignorar la instancia que ha organizado hasta ahora sus condiciones básicas. Es imposible rebelarse contra la enajenación de las propias potencias sociales sin enfrentarse al Estado. Puesto que el Estado no sólo administra más o menos la mitad de la riqueza social, sino que también asegura la subordinación forzosa de todos los potenciales sociales bajo el mandamiento de la explotación. Tan claro es que los adversarios del trabajo no pueden ignorar el Estado y la política, como lo es que con ellos no hay ningún Estado ni política que hacer.
Si el final de trabajo es el final de la política, entonces un movimiento político por la abolición del trabajo sería una contradicción en sí mismo. Los adversarios del trabajo le dirigen reclamaciones al Estado, pero no constituyen un partido político ni lo van a constituir. La meta de la política sólo puede ser conquistar el aparato de Estado para continuar con la sociedad del trabajo. Los adversarios del trabajo, en consecuencia, no quieren ocupar los centros de mando del poder, sino dejarlos fuera de servicio. Su lucha no es política, sino antipolítica.
El Estado y la política de la Modernidad se encuentran inseparablemente entrelazados en el sistema coercitivo del trabajo, y es por eso que tienen que desaparecer los dos junto a éste. Las habladurías acerca de un renacimiento de la política son sólo el intento de reconducir la crítica del terror económico a una actuación que se pueda relacionar positivamente con el Estado. Pero autoorganización y autodeterminación son justamente lo contrario de Estado y política. La conquista de espacios socioeconómicos y culturales libres no se consumará tomando rodeos, sendas oficiales o desvíos políticos, sino mediante la constitución de una contrasociedad.
Libertad no significa ni dejarse machacar por el mercado ni administrar por el Estado, sino organizar según criterios propios las relaciones sociales sin intromisiones de aparatos enajenados. En ese sentido, los adversarios del trabajo lo que se proponen es encontrar nuevas formas de movilización social y de conquistar cabezas de puente para la reproducción de la vida más allá del trabajo. Lo que hay que hacer es combinar las formas de práctica contrasocial con el rechazo ofensivo del trabajo.
Por mucho que los poderes dominantes nos tachen de locos, porque nos arriesgamos a romper con su sistema irracional de imposiciones, nosotros no tenemos nada más que perder que la perspectiva de la catástrofe hacia la que nos conducen. ¡Tenemos un mundo más allá del trabajo que ganar!
¡Proletarios de todo el mundo, dejadlo ya!
Grupo Krisis, Manifiesto contra el trabajo [www.krisis.org]