Byung-Chul Han |
La sociedad de la transparencia (2013), La agonía del Eros (2014) y el flamante En el enjambre (2014) van camino a correr la misma suerte. Quizá sea porque entre las principales preguntas que hoy repican por todo Internet –las primeras en Argentina y otros países, como Alemania, según reveló esta semana un informe de Google– figuran: Por qué estamos tan cansados, por qué estamos solos. El apunte es estadístico pero da una dimensión del tono existencial de estos tiempos. Agotados, aislados. Tal vez el mismo lectorado masivo que se vuelca a los best-séllers de autoayuda hoy esté leyendo obras de diversas disciplinas, entre ellas la filosofía, con una búsqueda en clave existencial.
Doctorado con una tesis sobre Martin Heidegger, Byung-Chul es considerado por algunos como el sucesor de Peter Sloterdijk por sus análisis corrosivos de la contemporaneidad, aunque la relación con él sea enigmática, cuando no tensa.
¿Qué es lo que le otorgó notoriedad a este profesor que se había formado como metalúrgico en Seúl antes de mudarse a Alemania para estudiar literatura y filosofía? Quizá, su principal virtud sea la de asumir un lugar de enunciación arriesgado, el de polemista incisivo, sitio ocupado brevemente por su maestro Peter Sloterdijk con su Reglas para el parque humano. Precisamente, si existe un rasgo que permite poner en una serie todos estos libros publicados por la española Herder, es que todos los textos parten de la crítica y el comentario de autores precedentes bien conocidos. Byung-Chul toma autores y teorías que han circulado extensamente, también en nuestro medio. Pone en cuestión los conceptos de sociedad inmunitaria de Roberto Esposito, la sociedad disciplinaria y biopolítica de Michel Foucault, las ideas de Giorgio Agamben sobre la desnudez, el erotismo y la profanación, la teoría de Hanna Arendt sobre el rol del “homo laborans” en la vida moderna y las meditaciones de Richard Sennett sobre el trabajo.
En segundo lugar, buena parte de sus ensayos breves están atravesados por dos categorías de contornos algo imprecisos, como el binomio positividad/negatividad. Para Byung-Chul, el exceso de positividad –esa fuerza que ahuyenta del seno de la sociedad cualquier posibilidad de contradicción– es lo que caracteriza a la sociedad actual. La potencia de la negatividad consiste en que las cosas sean experimentadas justamente por su contrario: el emblema de la negatividad es Batleby , el personaje de Herman Melville que a toda tarea o pedido responde con candor: “Preferiría no hacerlo”. Por el contrario, la sociedad positiva, analiza Byung-Chul en La sociedad de la transparencia, no admite el sentimiento negativo: “se olvida de enfrentarse al sufrimiento y al dolor, de darle forma” cuando, en verdad, “también el espíritu humano es un nacimiento con dolor”, subraya.
Con sus textos, el lector se siente inmediatamente interpelado y comprendido en su desgracia e insatisfacción cotidianas: la hiperactividad y el multitasking, interpretados por el autor como fenómenos que impiden la verdadera acción, aquella que requiere de la actitud contemplativa; pero también el estrés que deriva de la autoexplotación; o la intimidad amenazada por las redes sociales, en las que participamos voluntariamente y que nos esclavizan a tiempo completo; el control ejercido por el panóptico digital; la soledad y el aislamiento que ello implica, imposibilitándonos para ejercer cualquier acción común. Estos son los “males de época” diagnosticados por Byung-Chul.
En La agonía de Eros el filósofo se propone explicar el actual declive del amor y del deseo y la sexualidad, particularmente agudo en aquellos países donde más se encarnan las vanguardias tecnológicas: “en la sociedad del rendimiento, dominada por el poder, en la que todo es posible, todo es iniciativa y proyecto, no tiene ningún lugar el amor como herida y pasión”. Otro de los síntomas del hombre contemporáneo es la depresión, que se origina en la persecución desmesurada del éxito personal. La sociedad disciplinaria caracterizada por Foucault ya no tiene lugar: el hombre, convertido en empresario de sí mismo, es más eficaz, más productivo autoexplotándose hasta desfallecer. Y esto es así porque si por un lado el hombre de hoy asocia su labor a una sensación de libertad, y no de coacción, por otro lado ya no reclama nada a los mecanismos de control: “la explotación también es posible sin dominio”, sostiene.
Como se ve, las ideas sobre el poder sostenidas por el filósofo se ocupan de un aspecto menos opresivo que productivo. En La sociedad de la transparencia parte de las conceptualizaciones del utopista Jeremy Bentham sobre el sistema del panóptico para explicar las nuevas formas de la vigilancia en la sociedad de control. Se podría creer que en esto sigue al último Foucault. Sin embargo, dice del filósofo francés: “Acepta sin crítica que el régimen neoliberal, como ‘sistema de estado mínimo’, como ‘administrador de la libertad’, posibilita la libertad del ciudadano. Se le escapa por completo la estructura de poder y coacción que hay en la proclamación neoliberal de la libertad”.
Byung-Chul acaba de salir de imprenta En el enjambre, aún no distribuido en España. En él se ocupa de las modulaciones de la individualidad en medio de la colmena digital de conexiones.
Para todos ellos, podemos arriesgar tempranamente cinco claves de lectura:
1.
La adopción del psicoanálisis, el cine y la literatura devuelve a sus textos una escala humana, perdida en los vericuetos tecnicistas de otros autores. ¿Será acaso que el lenguaje de las ciencias humanas se alejó tanto del hombre que ya no dice nada sobre su experiencia? La lectura que hace en La agonía del Eros del best-séller Cincuenta sombras de Grey, por ejemplo, le permite mostrar hasta qué punto la desaparición del otro en la pornografía y los imperativos de la salud y la vida sana (y el principio del rendimiento) dinamitan el amor y la sexualidad. Y esto es así porque “El Eros se dirige al otro en sentido enfático, que no puede alcanzarse bajo el régimen del yo. Por eso, en el infierno de lo igual, al que la sociedad actual se asemeja cada vez más, no hay ninguna experiencia erótica. Esta presupone la asimetría y exterioridad del otro”.
2.
Byung-Chul tiene ideas propias y originales pero se sirve de la crítica filosófica de otros autores cuando esto le permite entrar en un tema y apropiarse de él.
La agonía de Eros parte de una crítica a la israelí Eva Illous y “esas teorías sociológicas” que desconocen que hoy está en marcha algo que ataca al amor más que la libertad sin fin o las ilimitadas variantes: “No sólo el exceso de oferta de otros otros conduce a la crisis del amor, sino también la erosión del otro, que tiene lugar en todos los ámbitos de la vida y va unida a un excesivo narcisismo”.
3.
No es sólo la filosofía oriental la que opera en la obra de Byung-Chul. También su lectura descentrada de la filosofía dominante. No es sorpresivo que un autor de origen coreano utilice el mismo conjunto de autores que leemos en Argentina –Alain Badiou, Jean Baudrillard, Agamben, Esposito o Arendt. La buena noticia es que ese recorte sea atractivo para los europeos, que muchas veces han dudado de que pueda haber algo más que objetos de estudio blindados “en el extranjero”, reservándose la interpretación final excluyente. Más aún, parafraseando al filósofo palestino Edward Said, también estrella de la academia estadounidense, el nuevo peligro sería caer en el “occidentalismo” y creer en una imagen de Occidente estereotipada.
4.
Su prosa tiende al axioma. El argumento adquiere su potencia de esa brevedad. Su voz es la de un ventrílocuo. Sostiene lo que la filosofia alemana no podría decir; y retoma teorías de viejo cuño sin convocar a los autores que las forjaron ni la tradición que conllevan. Pero eso ya obligaría a un libro de cientos de páginas. Es cierto que la cita no siempre es elegante pero en ciertos casos la referencia es obligada. “Las cosas se tornan transparentes cuando se despojan de su singularidad y se expresan en la dimensión del precio. El dinero, que todo lo hace comparable con todo, suprime cualquier rasgo de lo inconmensurable, cualquier singularidad de las cosas. La sociedad de la transparencia es un infierno de lo igual”, escribe. ¿No resuena allí la teoría sobre el “fetichismo de la mercancía”, de Marx?
5.
Vida y obra. A la manera de los gurúes de artes marciales, Byung-Chul no se hace presente... No contesta los mails, nos dicen sus editores..., ha dado contadas entrevistas y no respondió a nuestras gestiones. La sociedad de la transparencia es inaugurada por un pasaje de Peter Handke: “Vivo de aquello que los otros no saben de mí”. Es evidente que la frase caló en el filósofo. En ese mismo libro, en uno de los capítulos que refieren a la fotografía, critica duramente aquello que denomina “el valor de exposición” en la sociedad actual. “El imperativo de la transparencia hace sospechoso todo lo que no se somete a la visibilidad actual. En eso consiste su violencia”, sostiene. De su presencia queda la fotografía pixelada de las solapas, de una belleza juvenil exótica.
Agustín Scarpelli, Crítica a nuestro albedrío, Revista Cultura. Clarín, 15/08/2014