Son muchos los pensadores que en el siglo XX han sentido nostalgia de la Jonia arcaica y ello, entre otras razones, por considerar que, por dispares que sean, los problemas que abordan las diferentes disciplinas tienen una matriz común y en consecuencia una relación intrínseca, por lo cual la toma de partido respecto a uno de ellos afecta también a los demás. Esta es una de las razones que moverían a retornar al periodo álgido del pensamiento de los
Tales de Mileto (585 a. C. aproximadamente),
Anaximandro, (hacia 565)
Anaxímenes (545)...
En estos pensadores, que podrían ser considerados tanto los primeros científicos racionalistas como los primeros filósofos, se habría fraguado no sólo la idea de que la naturaleza es susceptible de ser comprendida, sino también la más singular todavía de que tal comprensión es neutra, es decir: la persona comprende sin perturbar lo comprendido, sin involucrarse en ello, lo cual es la primera condición de que quepa hablar de conocimiento
objetivo. Y aquí hay un punto que permite la inflexión, el viraje de una problemática que podría ser considerada meramente científica a una problemática que, vinculada a la ciencia, permitiría in embargo hablar ya de filosofía.
Viraje hacia la filosofíaSi en el acto de conocer el sujeto introdujera una perturbación en lo conocido, perdería nitidez la diferencia misma entre sujeto y objeto. Tenemos aquí el origen mismo de una polaridad tan arraigada que ni siquiera (en nuestro ordinario discurrir) la reflexionamos. Cabe seguir en esta ausencia de reflexión, seguir considerando como obviedad que el objeto no es perturbado por el conocimiento y así posibilitar la clara distinción entre sujeto y objeto, de manera concreta mantener la diferencia entre la naturaleza entorno y la singular entidad que constituye el ser que conoce, sentando así las bases de la actitud que caracteriza al físico, movido ("si se me pone contra la pared" dice
John Bell) a afirmar la existencia de una naturaleza independiente, aun en los casos en que su propio trabajo obliga a considerar (al menos considerar) la hipótesis contraria.
Entre los pensadores griegos, algunos privilegiaron el testimonio de los sentidos a la hora de atribuir propiedades a la naturaleza, y otros por el contrario consideraron como realidad física lo que los sentidos no podían percibir. Un tiempo incluso pudo pasar desapercibido el hecho de que en este segundo caso el único testigo de que había una realidad física era precisamente el intelecto. Pero el problema sin embargo surgió, surgió un combate entre los sentidos y el intelecto, reflejado en un bellísimo fragmento atribuido por
Galeno a
Demócrito y en correlación surgió el combate no tanto entre "realistas" e "idealistas" (al postular el vacío y los átomos el texto de
Galeno sostiene que constituyen lo que de verdad hay), como el combate relativo al papel del hombre en la constitución de la propia realidad, combate relativo al papel del hombre en el ser de las cosas... combate que conduciría inevitablemente a una interrogación sobre el propio ser del hombre.
Estos asuntos
también ocuparon a los llamados
fisiócratas, y que eran de hecho los que reflexionaban sobre la naturaleza, o sea, los físicos de la Antigüedad. Algunos de sus sucesores dejaron ya de ocuparse de la primera parte, dejaron de ser físicos. Entre unos y otros alimentaron un debate que emulando a
Platón cabe designar de "lucha de gigantes en torno al ser" En tal combate seguimos gracias entre otras cosas a los nuevos físicos, a los
Tales,
Anaximandro,
Anaxímenes... de nuestra época.
Víctor Gómez Pin,
Asuntos metafísicos 79, El Boomeran(g), 01/01/2015