August Comte |
Es usual considerar a la manera del filósofo positivista Comte que la ciencia sería la etapa final en la evolución del espíritu humano, con peldaño precedente en la filosofía, la cual a su vez supondría el haber superado una etapa marcada por el imaginario teísta. Es la célebre doctrina de los tres estadios. En el primero, tildado de ficticio o teológico se representan los fenómenos como producidos por la voluntad dominante de agentes sobrenaturales como Poseidón o Zeus. En el segundo estadio, que Comte califica de metafísico, los agentes anteriores serían sustituídos por abstracciones como las ideas platónicas, que por participación engendrarían las cosas físicas, o un alma subsistente que daría cuenta del comportamiento humano y eventualmente animal. Sólo en el tercer estadio, designado por Comte como positivo o científico, el hombre renunciaría a ambiciones como la de dar un sentido a la aparición el universo o atribuirle una causa final. Limitándose a establecer leyes naturales a partir de las relaciones de similitud y sucesión, el hombre habría por así decirlo entrado en una etapa asentada y madura, algo así como quien deja atrás las ilusiones de la adolescencia.
Pues bien, de alguna manera la consideración de lo que ocurre en las ciudades Jónicas y en los lugares a los que se extiende el pensamiento allí desarrollado, invierte la jerarquía entre la segunda y la tercera etapa. Ciertamente no se puede comparar la ciencia helena con la ciencia que Auguste Comte tiene en la cabeza. Las conjeturas de Tales, Anaximandro, Anaxímenes o Pitágoras están cargadas de elementos representativos en los que la imaginación juega un gran papel, pero lo esencial de la ciencia, la disposición de espíritu que caracteriza al científico, está ya presente. Y sólo como resultado de las interrogaciones a las que este mismo espíritu se ve abocado, surgirá la filosofía. En suma, lejos de que la ciencia suponga una superación de la filosofía, cabe decir que surge la filosofía como una suerte de corolario de la ciencia, o por mejor decir, un corolario de las aporías a las que se ve abocada la propia ciencia. En nuestro tiempo esto se repite, la metafísica renace a partir de la física.Víctor Gómez Pin, Asuntos metafísicos 80, El Boomeran(g), 08/01/2015