Arthur Schopenhauer |
El que posee méritos personales relevantes advertirá con toda claridad los defectos de su nación, ya que los tendrá siempre a la vista. Pero el pobre idiota que no tiene nada de lo que pudiera enorgullecerse se agarra al último discurso: estar orgulloso de la nación a la que pertenece. Eso lo alivia y, agradecido, se mostrará dispuesto a defender con uñas y dientes todas las taras y necedades propias de su nación.
Arthur Schopenhauer, El arte de insultar.