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Plató |
Con el cinismo encontré un tema que fue muy importante en la filosofía antigua y en la espiritualidad cristiana, mucho menos en la filosofía contemporánea, en lo que podríamos llamar ética política desde el siglo XIX: es el tema de la verdadera vida. ¿Qué es la verdadera vida? Habida cuenta de que nuestros marcos mentales y nuestra manera de pensar nos inducen a concebir, no sin unos cuantos problemas, cómo puede un enunciado ser verdadero o falso, cómo puede recibir el valor de verdad, ¿qué sentido puede darse a la expresión “verdadera vida”? Cuando se trata de la vida –podríamos decir lo mismo acerca de un comportamiento, un sentimiento, una actitud-, ¿cómo puede utilizarse la calificación de verdadero? ¿Qué es un verdadero sentimiento? ¿Qué es el verdadero amor? ¿Qué es la verdadera vida? Este problema de la verdadera vida fue absolutamente esencial en la historia de nuestro pensamiento filosófico o espiritual. (…) Veámoslo en
Platón.
El
alethés bíos es, en primer término, una vida no disimulada, es decir, una vida que no oculta parte alguna de sombra. Es una vida que puede afrontar la plena luz y manifestarse sin reticencias a la mirada de todos. Una manera de ser y conducirse es verdadera y participa de la verdad, por lo tanto, si no esconde nada en cuanto a sus intenciones y sus fines. (…)
El segundo valor de
althés bíoscorresponde a lo que no tiene mezcla, mezcla de bien y mal, mezcla de placer y sufrimiento, mezcla de vicio y virtud. Una vida verdadera es una vida que no puede ser variopinta. Toda esa mezcolanza (mezcolanza de la parte concupiscible o irascible del alma, mescolanza de las ciudades democráticas o tiránicas donde todos los deseos tiene su lugar, en su violencia o su singularidad) es justamente lo que impide llevar la verdadera vida, como diría
Platón. Que el hombre variopinto, el hombre presa de la multiplicidad de sus deseos, sus apetitos y las mociones de su alma, no pueda, no sea capaz de verdad es exactamente lo que dice el libro VIII de
la República (561b-561d), donde la cuestión es la descripción del hombre democrático. (…) Esta vida del hombre democrático, ora ocioso ora ocupado, tan pronto entregado a los placeres como a la política, y que, cuando se entrega a ésta, dice sin discriminación cualquier cosa que se le ocurra, esta vida sin unidad, esta vida mezclada, esta vida condenada a la multiplicidad, es una vida sin verdad. Es incapaz, dice Platón, de dar cabida al
logos alethés (al verdadero discurso). (…)
El tercer valor de la verdadera vida para
Platón una vida recta (
euthýs), es decir, un camino conforme a los principios, las reglas y el nomos. (…) La vida verdadera, que es de tal modo la promesa hecha por
Platóna los sicilianos o, mejor, su esperanza cuando va a Sicilia, es la vida según las reglas que el mismo
Platón o la filosofía pueden proponer a los hombres, no sólo en su vida individual, sino también en su vida social, su vida pública, su vida política.
Platón quiere proponer a los sicilianos y a los siracusianos las leyes, el orden político. (
Carta VII, 327b).
Por último, la cuarta significación de la vida verdadera en
Platón: esa vida es una vida que escapa a la perturbación, a los cambios, a la corrupción y a la caída, y se mantiene sin modificaciones en la identidad de su ser. Esa identidad de la vida con respecto a sí misma le permite eludir cualquier elemento de alteración y, por un lado, le asegura una libertad entendida como independencia, no dependencia, no esclavitud respecto a todo lo que pueda someterla a la dominación y el sojuzgamiento, y por otro, le garantiza la felicidad (
eudaimonía), entendida como dominio sobre sí mismo y goce de sí por sí mismo. Esta verdadera vida como vida de dominio perfecto y felicidad total se menciona en el
Critias (121 a-b): es la existencia de los habitantes de la Atlántida, que antes de que los elementos mortales se mezclaran con ellos, llevaban una vida verdadera y bienaventurada. (232-240)
Clase del 7 de marzo de 1984. Segunda hora.Michel Foucault,
El coraje de la verdad, Fondo de Cultura Económica, Buenos Aires 2010