Esta relación de goce como posesión es también una relación de goce como placer. En la vida soberana uno se complace, se regocija consigo mismo, encuentra en sí los principios y fundamentos de la verdadera voluptuosidad, no la del cuerpo, no la dependiente de los objetos exteriores, sino la que uno puede poseer indefinidamente sin quedar jamás privado de ella. (…)
Pero –y aquí nos referimos a otros aspecto también muy importante en el tema general de la vida soberana en la Antigüedad-, habida cuenta y debido al hecho mismo de que es relación consigo mismo y goce de sí misma, la vida soberana funda igualmente o se abre a un vínculo con el otro y con los otros. La vida soberana es una vida benéfica, y ese vínculo con los otros, arraigado en la relación de posesión, goce y placer consigo mismo, puede adoptar dos formas. Puede ser un vínculo de tipo personal, de dirección, de socorro espiritual, de ayuda: es la dirección, el socorro, la ayuda, el apoyo que se puede dar a un alumno que viene a escuchar clase. (…)
Pero además es útil y benéfica para los otros en este aspecto: en cuanto es por sí misma una especie de lección, una lección de alcance universal que se da el género humano por la manera misma como se vive y como, muy ostensiblemente, a los ojos de todos, se lleva esa vida. El sabio, que vive la vida soberana, puede y va a ser útil al género humano por el ejemplo que propone, por los textos que escribe. (…)
Lo interesante de estos temas acerca de la soberanía del sabio y su carácter benéfico es que esa relación con el otro, relación de consejo, de ayuda, de aliento, de ejemplo, es sin duda del orden de la obligación y no podría sustraerse a ésta. (…) El mismo acto fundacional de toma de posesión de sí mismo va a darme, por una parte, el goce de mí mismo, y (por otra), va a permitirme ser útil a los otros cuando padezcan apuros o desdichas. (282-286)
Clase del 21 de marzo de 1984. Primera hora.
Michel Foucault, El coraje de la verdad, Fondo de Cultura Económica, Buenos Aires 2010