El robot Watson, desarrollado por la empresa IBM. GETTY IMAGES |
Los científicos de IBM tienen casi listo a Watson, su flamante sistema de inteligencia artificial, para ponerlo a trabajar en el asunto denso y espinoso de la ciberseguridad. El lector recordará que el anterior ingenio de la empresa, Deep Blue, ganó a Kaspárov al ajedrez, pero tal vez ignore que Watson ha dejado muy atrás los talentos de su lejano ancestro de silicio. El ajedrez, al fin y al cabo, es un juego acotado, con solo unas cuantas piezas y unas pocas reglas para moverlas aquí y allá, y carece de la anfibología y la sutileza que convierten el mundo real en un objeto tan dificultoso de analizar, y tan interesante de habitar. Watson va mucho más allá: resuelve crucigramas; entiende el lenguaje de los humanos; aprende como un niño, abstrayendo principios generales a partir de ejemplos sueltos. Ojo con Watson.
El desarrollo de la inteligencia artificial ha empezado a dar vértigo en los círculos económicos. ¿Van los robots a dejarnos sin trabajo? Desde luego, nos van a dejar sin algunos trabajos. Pizza Hut tendrá listo a finales de año su robot Pepper (pimienta), que atenderá los pedidos y los pagos en algunos de sus restaurantes, y tal vez no esté lejano el día en que un robot motorista, o incluso un dron repartidor, se ocupen de entregar a domicilio la pizza cuatro estaciones y la bandeja de alitas, privando de su infraempleo a una legión de jovenzanos sin casco. Dos investigadores de Oxford han calculado que casi la mitad de los empleos actuales se habrán automatizado de aquí a 20 años. Otros expertos creen que esa cifra es una exageración, pero incluso así dan por perdida una cuarta parte de los trabajos peor remunerados. Los más pobres se llevarán la peor parte, según estos augurios.
Pero Watson nos revela otro futuro posible, un futuro en el que son las élites las que pueden salir palmando. Ahora mismo está aprendiendo “todos los diferentes matices de las investigaciones de seguridad”, según sus fabricantes, y para él no es ningún problema engullir —y entender— los detalles de ocho millones de ataques informáticos reunidos durante 20 años de investigación en el sector, junto a 10.000 documentos y unos 60.000 blogs de seguridad que se publican cada mes. Y la ciberseguridad es solo una de las muchas aplicaciones del superordenador de IBM. Hace ya tiempo que Citibank compró una réplica del robot para explorar su uso en los servicios bancarios, y otros proyectos esperan su turno en la tubería de producción.
Algún sucesor de Watson podrá un día escribir esta columna. Que lo llamen Holmes.
Javier Sampedro, i-Watson, El País 09/06/2016