Este artículo nace de una feliz coincidencia. La coincidencia, en pocos días, de dos hechos inconexos. Uno es la publicación en castellano (Capitán Swing, Madrid) de la tercera edición de Política moral, de George Lakoff, y el otro es el segundo aniversario del 9N, la consulta promovida por el Govern Mas en 2014. Tanto una cosa como la otra, por razones distintas y distantes, no han sido celebradas por nadie. Este artículo es, por tanto, una suerte de celebración. En cierta medida, una juerga.
Política moral es, sin duda, el libro más completito de Lakoff. Y Lakoff, a su vez, es la pera. Un autor fundamental para entender la emisión y recepción en la política de -me temo- el siglo XXI cuando, más que nunca -me temo otra vez-, la política es también un fenómeno lingüístico, un factor más relacionado con la comunicación que con el mundo de las ideas o la transformación. Lakoff es, de hecho, neurolingüística, esa corriente académica USA que fabrica, en proporciones similares, luz y humo. El luminoso Lakoff, en todo caso, estudia las cosmovisiones. Lo que le ha llevado a estudiar las derechas y las izquierdas en los USA. Para él, y para el cabo, son dos lecturas morales del mundo. Pero también dos inconsciencias -la cosmovisión de una persona, dice Lakoff, sólo es en un 2% consciente-. Derechas o izquierdas -conservatives and liberals- son “circuitos-ideas neuronales”, lo llama así. Una suerte de itinerarios de neuronas -de zonas del cerebro que, en el laboratorio, se iluminan de lucecitas- que, cuando más se utilizan, más fuertes y automáticos se hacen en el cerebro. Y se utilizan continuamente, para tomar pequeñas decisiones, para leer el mundo, o para entender, aceptar o negar los mensajes de la política y los medios. En ocasiones, como ya habrán experimentado en la vida civil, lo observado no encaja con lo establecido en ese circuito de neuronas. ¿Qué pasa entonces? Sucede entonces el festival Lakoff. El cerebro modifica el dato observado para que se ajuste a la visión del mundo, conservadora o liberal, del individuo. Pero también puede ignorar el dato. O rechazarlo y ridiculizarlo. O, cuarta opción Lakoff, atacarlo. Comúnmente, sucede todo eso a la vez, pues “es necesaria una gran apertura de miras, formación y conciencia de cómo funciona nuestra mente para prestar atención de manera crítica a la enorme cantidad de datos que se nos ofrecen cada día”. Lakoff, en fin, explica la formación y la ejecución de la ideología en una sociedad moderna. Cómo puede llegar a ser más fuerte que la realidad. Cómo la realidad no le afecta. Ni los argumentos. Es un autor importante para descifrar la política USA desde los 80’s hasta Trump, ese ideólogo que nunca hubiera existido sin sus estudios lingüísticos previos. Y la española desde los 90’s, cuando FAES empezó a experimentar con el lenguaje del Republican Party, cambiándolo todo. La política, los políticos, los medios, los intelectuales, los programas de la tele en los que conservatives y liberals se chorrean para hacernos masajes en nuestros circuitos-ideas. La ciudadanía misma, snif, en fin.
La consulta del 9N, a su vez, es un dato. Podría ser cualquier otro. Podría ser cualquier otra cruzada política o editorial, en la que la política y los medios intentan, con su defensa o ataque, crear marcos, crear un sentido común, ideología a través de la descripción de la realidad, que no tiene por qué ver con la realidad. Pero ese dato viene a huevo para explicar cómo funciona todo esto. Cómo se crean circuitos-ideas. Ideología, vamos. Puede resultar divertido, además, porque nadie ha celebrado ese aniversario/dato. Es decir, todos lo han negado. La prensa madrileña, que hace dos años defendía en titulares que eso era el resquebrajamiento de España non-stop, y ciertas regiones de la prensa catalana, que defendía que era un jalón de un proceso independentista, si no su esencia, el punto final del proceso en sí. Bueno, pues ni A) ni B) se comieron, visto lo visto, una rosca. Lo que indica que un amplio pack de la prensa peninsular, al menos en ese momento, no tenía como prioridad describir la realidad, sino que, como mínimo, estaba tocándole la pepitilla a sus circuitos-idea, o sus marcos, que diría Lakoff, ese doctor que no consta que jamás haya dicho el palabro pepitilla. Al no ajustarse a la realidad y a los marcos que defendían, dos años después todos esos datos han desaparecido, zas, han dejado de ser recordados, y han pasado a la papelera del disco duro, en beneficio de otros datos nuevos, que al ajustarse al sentido común de los consumidores de Procés o de Anti-Procés estarán esta mañana a primera hora, en pleno vigor, sin ser más verosímiles de los de hace un par de años.
La consulta del 9N a dos años vista es, por tanto, un buen ejemplo para observar que, en la realidad, lo menos importante es la realidad. Y que en la moderna política, la realidad no tiene por qué fastidiar la moderna política. Lo que sigue a continuación es un repaso a diversos artículos de la Brunete Catalana, aparecidos al día siguiente del 9N, que vertebraban datos que eran capaces de encajar en la cosmovisión de sus receptores. Dos años después, queda claro que sí, que podían encajar en la cosmovisión de varios millones de receptores. Por un tubo. Pero que no obedecían a una lectura de la realidad razonable, contrastable y útil. Ver esos hoy artículos bizarros -lo bizarro es algo que era lo más en su tiempo, y que hoy resulta ridículo; las cubiertas del Fary son bizarras, pero también lo son otros objetos de serie B: un artículo, una novela, una peli- ayuda, en fin, a ver cómo se fabrica la propaganda contemporánea. Es distinta de la propaganda del siglo XX, glups, clásica. No va dirigida a la masa, sino a neuronas, que esperan verse confirmadas en los discursos. Va dirigida, en fin, a la creación de identidad individual. Y sí, se podría hacer lo mismo con artículos periodísticos de la Brunete Española. Pero me ha parecido más chic y exótico hacerlo con los de su prima.
Lo más, la monda, la realidad confirmada el 9N, eran sus interpretaciones el 10N, en artículos como el de Francesc Marc Álvaro -La Vanguardia, opinador en radio y televisión pública, cercano a la derecha catalana-, que en su Catalunya hace click venía a dibujar una confrontación entre Catalunya -es decir, su gobierno- y España -es decir, su gobierno-, de proporciones de Armagedón –“Nunca fue acertada la metáfora del choque de trenes y ayer quedó claro”-. Presenta una consulta no vinculante, ni oficial, como un hecho político oficial y trascendente -“El 9 de noviembre de 2014 la nación catalana ha empezado a desconectar efectivamente del Estado español y este proceso parece imparable”-. Une lo que está pasando en Catalunya a la hegemonía de las derechas -“Ayer, Catalunya hizo click. Una parte central y moderada de la sociedad acompañada del Govern desobedeció pacíficamente el dictado y las amenazas del Gobierno”-. Utiliza conceptos del 15M y los relaciona con lo irrelacionable: un gobierno y políticos conservadores -“Catalunya inventa, a la fuerza, un nuevo camino de acceso a la independencia: ni lucha armada ni pacto institucional, democracia desde abajo, con alianza especial entre ciudadanía y representantes políticos”-. Finaliza con un doble mensaje. Por una parte, la inmediatez, la idea de que la independencia será rapidita, una simple confirmación de lo de ayer -“Ayer hicimos click. La independencia será hacer click-clack”-, si bien, no obstante, va colando datos de la siguiente casilla, no tan rápida. Una lista unitaria de ERC y CDC, que al final se formó, gracias al marco creado en esta consulta. Tal vez, por tanto, es el único éxito, a dos años vista, de esa consulta -“A partir de ahora, lo que la mayoría espera de los políticos que han votado sí-sí es que trabajen con unidad, inteligencia y grandeza para llegar hasta el final”-.
En su La Generalitat es fa estat, Salvador Clot parte de la idea del 9N como una victoria frente al Estado por parte de la Gene. Algo cuestionable, desde el momento en el que la Gene renunció a esa batalla, al renunciar a organizar la consulta -“El 9-N ha posat el govern espanyol contra les cordes. Madrid ha fracassat en tot”-.Es más, esa consulta no oficial y no organizada por la Gene -datos que no se mencionan-, curiosamente ha alzado a la Gene de mera institución descentralizada a Estado -“Aquest 9-N la Generalitat ha actuat d'una forma molt semblant a un govern sobirà. Catalunya s'estatalitza, implacablement”-. Vamos, que la Gene, esa institución que prometió un referéndum, y que finalmente fue incapaz de organizar una consulta, cumple, además, con su palabra de ser Estado.
En su Assaborir la victòria, Salvador Cardús -sociólogo, opinador, periodista y miembro del Consell Nacional per la Transició Nacional, institución creada por Mas que no tuvo gran actividad en el primer Procés-, presenta la consulta -repito, no oficial, no vinculante, no organizada por la Gene- como un triunfo de Mas -“El president Artur Mas es comprometia a buscar una alternativa per tenir urnes, paperetes amb la pregunta pactada i locals de votació públics”-. Y presenta la votación como una victoria. Una más en este Procés, por tanto, imparable y rápido que, no obstante, se debe de saborear -“Però atenció: no sabrem prendre bones decisions de futur si primer no sabem celebrar l’èxit del 9-N, si no aprenem a gaudir de totes les victòries lentament, intensament, emocionadament”-.
Pilar Rahola en su I ara, més -que fonéticamente remite a un “i ara, Mas-, ridiculiza las cosmovisiones que ridiculizan esta consulta como un efecto propagandístico e intrascendente -“Un simulacre, un chichinabo, una pamtomima… un gran èxit”-. No obstante, reconoce que esta consulta no tiene valor, por lo que pide otra, legal -“El que ahir va començar (…) només pot acabar en un procés legal de votació”-. Y, tachán, vincula la política catalana -que no la independencia- a ese proceso. Es decir, empieza a vender la moto de una lista única CDC-ERC, que más tarde se presentará a las elecciones argumentando que las elecciones serían plebiscitarias, ese tipo de elecciones que jamás, por otra parte, se han producido en el mundo mundial -“Sigui per la via d’una consulta acordada o unes eleccions plebiscitàries”-. Por lo demás, en la política diaria, limpia de responsabilidades a Mas, y sitúa lo observable, las políticas a valorar, en otro punto lejano al entonces Presi -“La pilota és al camp de Rajoy”-. Vicent Sanchís, en su Som grans, también va tirando cables a una gran coalición -“Els catalans ahir van ser grans. Que tothom ho reconegui. I que aquesta grandesa dilueixi els interessos més petits i més mesquins que a partir d'avui vulguin reduir-nos al passat”-. Hala. En su Pressupostos i Política, Agustí Colomines -entonces, presidente de CATDEM, fundación de CDC y, en 2007, al parecer, responsable de que en CDC se empezara a utilizar la alocución Dret a Decidir, que en aquel momento significaba el derecho de la Gene a decidir la orientación de los gastos del Estado en estructuras en Catalunya; sí, tiene guasa- también parece entender que el 9N, esa victoria épica que bla-bla-bla, debería venir seguida, como fue el caso, por una gran coalición -“Els acords han de ser estratègics polítics, per tant, perquè aquesta és l'única manera de donar sentit al gest de desobediència civil que tot el món va poder copsar en el ja històric 9-N”-.
La entonces Presi de la Assemblea Nacional Catalana, y hoy Presi de un Parlament que aún no ha tramitado ninguna ley indepe y que, aun así, está encausada por desobediencia, aludía al 9N en Ja hem desconnectat, su primer artículo tras el 9N. En él se vuelve a plasmar el marco habitual. Ya hemos ganado/esto está hecho/no fue una consulta cutre que la Gene no tuvo coraje de organizar, sino todo lo contrario. El artículo vuelve a reincidir en la desobediencia, esa cosa que no se produjo -al no ser organizada por la Gene, la consulta no fue un acto de desobediencia- "Les votacions del 9-N han estat un dels fets més excepcionals que hem viscut com a país en els darrers 300 anys, per primera vegada hem desafiat l'Estat i hem desobeït el Tribunal Constitucional i ho hem fet de manera conscient, ordenada i organitzada”-. De hecho, no sólo hubo desobediencia, sino que la Gene pactó, como se supo en su día, y luego se confirmó en el juicio a Francesc Homs, un pacto Gene-Estado. Sea como sea, tras el 9N la indepe es un hecho para Forcadell. Sólo falta la siguiente casilla. Que es, ya lo habrán adivinado, una gran coalición -“El 9-N vam tancar una etapa i ara iniciem el tram final, unes eleccions que generin un mandat democràtic clar, unes eleccions que ens permetin obtenir el màxim de diputats i diputades que treballin perquè els ciutadans de Catalunya puguem avançar nacionalment i socialment, puguem disposar de les estructures d'estat necessàries per proclamar la independencia”-.
A la luz de Lakoff, vamos, el 9N, esa fecha épica que, curiosamente, no se conmemora cada año, sino que se ha olvidado, al no encajar con todo lo que prometía, fue, en fin, una herramienta gubernamental para fabricar una Gran Coalición. Y, por el mismo precio, mitos sobre realidades que no existieron. Valentía de la Gene, o desobediencia.
Supongo que, esta mañana a primera hora, se están fabricando cosas parecidas. En todo el mundo. En Catalunya y en España, al parecer, a través del Procés.
Guillem Martínez, Titulares fantásticos. Y dónde encontrarlos, Ctxt 16/11/2016