Karl Marx |
Marx.- ¡Pletórico! Allá en el cielo, donde vivo ahora, se están cumpliendo todas mis previsiones.
P.- ¿Vive, al fin, en el paraíso comunista?
M.- No hay paraísos no comunistas, camarada.
P.- ¿Y en qué consiste, en pocas palabras, ese paraíso que usted intentó promover aquí en la tierra?
M.- En un mundo de abundancia, en el que nadie tuviera que trabajar más que en aquello que de verdad le interesase. No como ocurre aquí abajo, donde veo que la gente sigue perdiendo la vida en tareas alienantes.
P.- O sea, que en el cielo cada uno hace lo que quiere sin que le falte de nada.
M.- Eso es, hijo mío.
P.- ¿Y qué tiene eso que ver eso con el comunismo y el socialismo que anuncia usted, tanto en el cielo como en la tierra?
M.- La abundancia para todos, y no solo para unos cuantos ricachones, ha de ser el objetivo de la producción. Por eso creemos que la economía y el Estado han de estar bajo el poder y al servicio de toda la sociedad, y no en manos privadas. Eso es el socialismo.
P.- Pero, señor Marx, son muchos los que afirman que solo el interés privado por ganar mucho es lo que mueve a la gente a producir riqueza. Y que, aunque solo la quieran para ellos, algo de esa riqueza cae en manos de todos...
M.- ¡Pardiez, hay que ser corto de vista!... Una economía en la que cada uno lucha por su propia abundancia es caótica y despilfarradora, y no puede más que hundirnos, crisis tras crisis, hasta el colapso final. (Más calmado) Hay que tener paciencia. La planificación racional y centralizada de la producción y la inversión – que la propiedad pública del capital hace posible – tiene que dar sus frutos... a largo plazo... Y ese fruto es un mundo más rico y, sobre todo, más justo.
P.- ¿Es justo que el Estado limite la iniciativa individual y desposea a las personas de lo que han sabido ganar?
M.- ¿Es justo que la mayoría de las personas tengan que ser explotadas por una minoría que posee la totalidad de la riqueza?
P.- ¿Y qué tiene de malo ser rico, señor Marx?
M.- Pues que toda esa riqueza no la producen quienes la disfrutan, sino los trabajadores que, a cambio, reciben una mínima parte del capital que su esfuerzo genera.
P.- Bueno, don Karl, el capitalista también pone de su parte. Arriesga su dinero en la empresa, por ejemplo, en lugar de gastarlo en lujos y placeres.
M.- Pero es por pura avaricia, y no por hacer a la sociedad más rica. Además, ese capital es fruto acumulado de años, ¡o de siglos!, de explotación, de la herencia y del robo...
P.- Mmm... ¡Veo que tiene usted una inquina incurable a los empresarios, por mucha riqueza que produzcan!
M.- ¡La riqueza la producen las personas a las que ellos explotan!
P.- Pero las personas a las que, según usted, explotan, han elegido libremente trabajar por un salario. Bien podrían, si quisieran y pusiesen el empeño necesario, convertirse en empresarios. O, al menos, intentarlo.
M.- ¿Se burla usted de mi? ¿Cree de veras que el hijo de un obrero, sin capital ni crédito, y con la educación que le han podido dar sus padres, tiene la misma oportunidad de triunfar en los negocios que el hijo de un banquero?
P.- No, no lo creo. Pero conozco algunos casos, como el de...
M.- (Interrumpiendo) ¡Bah, todos conocemos algunos casos! Es el cuento que se cuenta a los hijos de los trabajadores... ¡Para que la máquina funcione y millones de obreros sigan viviendo y muriendo pobres y embrutecidos, solo hace falta que uno de ellos, de vez en cuando, llegue a la cima delante de todos! (Con desprecio) ¡Es el viejo cuento de la cenicienta! ¡El mito del sueño americano!
P.- ¿Y no nos ha enseñado la historia, señor Marx, que su comunismo también era un cuento? Un cuento de terror, por cierto, para muchos.
M.- (Melancólico) Tal vez mi reino soñado no fuera de este mundo y, por ello, muchos tuvieran que sufrir injustamente por él. Pero si mis ideas eran mero cuento, al menos, en ese cuento ganaban todos.
P.- No es poco, Sr. Marx, que, al menos, ese cuento suyo siga contándose.
M.- Cuento con eso. Y con que un día, en esta tierra, contemos de verdad todos.
¿Y qué cuentas tú? ¿Es el marxismo una adecuada teoría económica y política? Y, sobre todo, ¿es una buena teoría acerca de lo que es y no es justo?
Diálogos de la caverna enero 2017audio en [dialogosenlacaverna.blogspot.com.es]
Guión: Víctor Bermúdez . Actores: Jonathan González y Víctor Bermúdez. Producción: Antonio Blazquez. Música sintonía: Bobby McFerrin. Dibujos: Marién Sauceda. Idea original para Radio 5: Víctor Bermúdez y Juan Antonio Negrete.