Lo bello natural queda cerrado a la mera complacencia, que siempre tiene algo de autoerótico. Lo único que tiene acceso a ello es el dolor. El dolor desgarra al sujeto al sacarlo de la interioridad autoerótica. El dolor es la desgarradura por la que se anuncia lo completamente distinto: «El dolor a la vista de lo bello, que nunca es más directo que la experiencia de la naturaleza, es tanto el anhelo por lo que lo bello promete».[T. W. Adorno, Teoría estética] En última instancia, la nostalgia de lo bello natural es la nostalgia de otro estado del ser, de una forma de vida por completo distinta y sin violencia.
Lo bello natural se contrapone a lo bello digital. En lo bello digital, la negatividad de lo distinto se ha eliminado por completo. Por eso es totalmente pulido y liso. No debe contener ninguna desgarradura. Su signo es la complacencia sin negatividad: el «me gusta». Lo bello digital constituye un espacio pulido y liso de lo igual, un espacio que no tolera ninguna extrañeza, ninguna alteridad. Su modo de aparición es el puro dentro, sin ninguna exterioridad. Incluso a la naturaleza la convierte en una ventana de sí mismo. Gracias a la digitalización total del ser se alcanza una humanización total, una subjetividad absoluta en la que el sujeto humano ya solo se topa consigo mismo.
La temporalidad de lo bello natural es el ya del todavía no. Se manifiesta en el horizonte utópico de lo venidero. La temporalidad de lo bello digital es, por el contrario, el presente inmediato sin futuro, es más, sin historia. Simplemente está delante. A lo bello natural le es inherente una lejanía. «Se oculta en el instante de la mayor cercanía».[Ibíd] Su aura de lejanía lo sustrae a todo consumo:
Lo bello natural no se opone a lo bello artístico. Más bien, el arte imita lo «bello natural en sí mismo», lo «enigmático del lenguaje de la naturaleza».[Ibíd] Gracias a eso la salva. Lo bello artístico es la «la copia del silencio desde el que la naturaleza habla».[Ibíd]Indeterminado, antitético a las determinaciones, lo bello natural es indeterminable, emparentado en esto a la música. […] Igual que en la música, en la naturaleza resplandece lo que es bello para desaparecer en seguida cuando se intenta fijarlo.[Ibíd]
Lo bello natural demuestra ser «la huella de lo no-idéntico en las cosas bajo el hechizo de la identidad universal».[Ibíd] Lo bello digital proscribe toda negatividad de lo no idéntico. Solo tolera diferencias consumibles y aprovechables. La alteridad deja paso a la diversidad. El mundo digitalizado es un mundo que, por así decirlo, los hombres han sobrehilado con su propia retina. Este mundo humanamente interconectado conduce a estar de manera continua mirándose a sí mismo. Cuanto más densa se teje la red, tanto más radicalmente se escuda el mundo frente a lo otro y lo de fuera. La retina digital transforma el mundo en una pantalla de imagen y control.En este espacio autoerótico de visión, en esta interioridad digital, no es posible ningún asombro. Los hombres ya solo encuentran agrado en sí mismos.
Lo bello digital.
Byung-Chul Han, La salvación de lo bello, Herder, Barna 2015p.p1 {margin: 0.0px 0.0px 0.0px 0.0px; font: 15.0px 'Helvetica Neue'; color: #232323; -webkit-text-stroke: #232323} p.p2 {margin: 0.0px 0.0px 0.0px 0.0px; font: 12.0px 'Helvetica Neue'; -webkit-text-stroke: #000000; background-color: #d7d7d7; min-height: 14.0px} span.s1 {font-kerning: none}