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by Juan Gris |
Los sentidos son la primera vía de acceso a la realidad inmediata, pero no son de fiar si lo único que se desea, e interesa, es la objetividad física. El mundo está lleno de espejismos, como las salidas y puestas de sol, los arcoíris y la piel de los camaleones. Podríamos ser muy prácticos al respecto, y por lo general muchos sabios lo son. Podríamos desarrollar aceleradores de partículas y telescopios espaciales, todas las herramientas que se necesiten para un día, aún lejano, desmontar el universo en sus partes constituyentes y decir aquí están las piezas de este reloj y es así como funciona. (...)
La consciencia humana y, ¿por qué no?, la animal pueden ser epifenómenos de la actividad electroquímica en el cerebro. O tal vez no. Eso no importa. Lo que sorprende es que exista gente que llora en un concierto o que, ante una obra de arte imponente, despotrique sobre la vida turbulenta de su autor. Sorprende mucho, pues la música es solo vibraciones en un medio elástico y la obra de arte es solo pigmentos sobre un trozo de madera o lienzo de papel, mientras que el arte conceptual es solo una serie de imágenes y objetos que no siempre tienen explicación.
(Altaneros como somos, algunos no tenemos tiempo para filosofar sobre estos romances. Los detalles de la vida son tecnicismos de manual instructivo que, si no han sido resueltos hoy, lo serán mañana. Sobre todo ahora que la inteligencia artificial y los algoritmos, el
big data, se han vuelto herramientas más sofisticadas en la investigación científica. Herramientas que, no es descabellado pensar, en un futuro sustituyan por completo el elemento inquisitivo de lo humano. Las diversas sondas de investigación que la NASA y la ESA han enviado más allá de estos lares son los precedentes de plataformas más sofisticadas que no necesariamente quedaran limitadas a la astronomía. El día llegará en que la investigación y el descubrimiento serán automatizados. Ciencia cien por ciento objetiva que, para seguir adelante, contrario a la advertencia de
Max Plank, no tendrá que esperar un funeral a la vez. A los actuales y futuros desempleados por la, en apariencia, inminente robotización de todo el trabajo, podremos agregarles algunos doctorados. Y con eso se viene abajo otra de nuestras narraciones importantes; esa que habla sobre la unicidad del espíritu humano.
El consenso de algunos neurólogos y filósofos, quienes tal vez sin quererlo influyen en los pensamientos de gente importante e interesada, es que no somos más que robots orgánicos operando bajo la ilusión de un yo. Usted no existe, aunque diga que sí. Usted allá, lo mismo. Tampoco yo. Somos solo máquinas de carne, reemplazables como cualquier otra.
Antonio Tamez,
Apariencias ilusorias, jot down abril 2017
[www.jotdown.es]