El discurso nacionalista simplifica, despolitiza todo lo que toca, y siempre es conservador. Su afirmación es pobre, siempre lastrada de victimismo. "Tú eres malo, luego yo soy bueno". No sabe salir de ahí. Necesita imperiosamente un Otro como chivo expiatorio.
El otro día fui a comprar el periódico, y el kioskero muy serio estaba diciendo a un cliente: "Ya tengo ganas de que entren los tanques por la calle Diagonal...". Como no quería discutir, no le pregunté si él saldría a detenerlos.
Porque lo que ahora está sucediendo es que el cuento de hadas independentista se topa con el cuento de horror españolista. Cada vez queda menos aire en la burbuja. ¿Cómo romper este doble vínculo tan absurdamente agotador?
Yo quiero mi derecho de fuga. Quiero fugarme, y no tener que responder a una pregunta que no me interesa (¿vas a votar a favor o no de la independencia de Catalunya?). Ser un apátrida que al no estar ligado a nada, a nada debe reverencia.
Ensayar un internacionalismo imposible, porque por este imposible si me vale la pena luchar. ¿Qué se trata de una salida personal? Quién lo piense es que no me ha entendido.
"No soy nada y debería serlo todo", afirmaba Marx. Nunca sabrán cuántos somos ni jamás podrán contarnos.
En la soledad del apátrida se encuentran la fuerza del anonimato y la del dolor. Por eso es inaccesible a la mirada del poder
Santiago López Petit,
La soledad del apátrida, diagonal.periodico.net 22/2009/2015
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