Dada esa dificultad que tenemos para tomar las mejores decisiones en función de nuestro propio beneficio, tiene sentido que cualquier autoridad, ya sea gubernamental, empresarial o de nuestra propia familia, nos dé un empujoncito para ir por el buen camino. Así, las cafeterías de muchas escuelas colocan ahora las frutas y no las golosinas en los lugares más visibles y de mayor accesibilidad para los estudiantes. Todos los demás productos están disponibles, pero la primera opción que se les da es la de los alimentos más sanos. De la misma manera, muchas compañías ofrecen a sus empleados la alternativa de ahorrar una parte del salario de su nómina.
Con lo que se está jugando aquí es con lo que se ha llamado la “arquitectura de la
escogencia”, un término que se refiere a cómo se organizan las elecciones que se le presentan a la gente para que decidan cuál escoger. La idea ha sido expuesta también como “paternalismo libertario”; un intento de influir sobre las decisiones individuales, pero sin negarle otras preferencias. El planteamiento ha tomado tal fuerza que algunos Gobiernos han creado departamentos que apelan a la economía de la conducta para una mejor gestión de las arcas del Estado. Desde 2010, Reino Unido cuenta con el Behavioral Insights Team, una institución pública que intenta dar ese pequeño empujón a los ingleses para mejorar la sociedad. Una de sus iniciativas ha sido mandar a los conductores que no pagan un impuesto especial del vehículo una fotografía de su propio coche con la carta en la que reclaman el importe. Esa simple innovación produjo aumentos importantes en la recolección impositiva.
Gerver Torres,
¿Actúa usted de forma racional con el dinero?, El País semanal 26/11/2017
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