El neoliberalismo (como el liberalismo del XVIII tipo
Hume o
Adam Smith) ha sabido que buena parte del presente se juega a nivel sentimental, y que en la modulación del lenguaje y de los sentimientos es posible producir narraciones efectivas y edificantes.
Si nos fijamos bien, el arte abstracto se ha convertido en una especie de bálsamo que sirve para otorgar dinamismo y espontaneidad a quien lo muestra. Pero, como decía Ezra Pound, “cualquier idiota puede ser espontáneo”.
En cualquier caso, si uno entra en las webs de los bancos y sus fundaciones se sorprenderá de la cantidad de veces que aparecen palabras como “emociones”, “creatividad”, “sensibilidad”, etcétera. En España el caso de Juan March es llamativo. El hecho de que uno de los mayores asesinos y financiadores de la Guerra Civil pase a la posteridad como el gran filántropo del arte y de la sensibilidad es bastante curioso. Pero no verás a ningún artista cuestionando la figura de Juan March. Lo mismo sucede con Botín, otro gran filántropo. Esto a su vez tiene que ver con el vaciamiento total de la palabra “cultura”. Ya no quiere decir nada.
No hay ayuntamiento que no hable de retos culturales. Es decir, cosas que hay que lograr culturalmente, cuando en realidad lo que se está diciendo es “a ver que retos podemos buscar que impliquen beneficios turísticos”. No hay “retos culturales”, hay Cultura y punto. En ciudades pequeñas como Santander, que es uno de los temas del libro, hay una verdadera trama de estupideces porque se quiere poner a la ciudad como cabecilla del arte contemporáneo con el único objetivo de atraer turistas.
La “creatividad” es una de esas palabras fetiche hoy día. No hay palabra que guste más a los banqueros, ¿cómo es eso posible? Pero fijémonos. La palabra “creatividad” no aparece en el Diccionario de la Real Academia de la Lengua Española hasta 1984. Sí, justo en ese contexto de cambio del que antes hablábamos. Es más, la palabra no es de uso común hasta 1950. De hecho, podemos pensar que la palabra creatividad no es un invento del mundo del arte sino de la mercadotecnia. En cualquier caso, esta palabra, que esconde un fuerte componente judeocristiano, fue objeto de debate en los años sesenta, cuando se vio en ella el mejor arma de cambio.
Por el contrario si hoy pensamos en “creatividad” lo que nos viene a la cabeza son niños manchándose las manos. Si nuestros hijos van un museo o a una fundación con el colegio y se manchan las manos de pintura decimos que ha sido una actividad creativa. El activismo cultural de la derecha ha sabido jugar perfectamente con esta idea. Vaciar de cualquier contenido al concepto de creatividad hasta convertirlo en puro ejercicio lúdico. Mancharse las manos no es ser creativo es mancharse las manos y punto. Lo más gracioso es que cuando en la actualidad se ha ejercido la crítica de la creatividad ha venido de la mano de personajes aún peores y más reaccionarios como Kenneth Goldsmith, quien habla de escritura “no-creativa”, pero que al final es más de lo mismo: algo lúdico. De todos modos, para mí el colmo es cuando la Fundación Botín, en su página web, nos dice que estamos adocenados y que tenemos que despertar y ser creativos. Sí, el Banco de Santander te dice que estás dormido. Se ríen creativamente en nuestra cara.
Víctor Lenore, entrevista a
Alberto Santamaría: "
La que está profundamente comprometida con la Cultura es la derecha", el confidencial 12/03/2016
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