... la Filosofía surge rescatando al cosmos de las garras de los dioses. En las filosofías presocráticas, la presencia y papel de las divinidades resulta muy acotada, hasta el punto de que, por ejemplo,
Gustavo Bueno entiende que en el primero de los presocráticos,
Tales de Mileto, podemos encontrar las huellas de un incipiente ateísmo, que luego se hará más evidente en otros pensadores griegos. Puede decirse que la inicial filosofía griega manifiesta unos acusados trazos materialistas o, por expresarlo de otro modo, que la nota específica de esa filosofía originaria es la ausencia de rasgos transcendentes religiosos. Rasgos que se empeña, más bien, en combatir.
Y en eso llegó
Platón. Si la Filosofía había nacido en estrecho vínculo con la
polis y con su proceso de democratización, la máquina socrático-platónica emprende, en un contexto de guerra abierta entre democracia y aristocracia, una amplia tarea de retranscendentalización del pensamiento que va a pervertir y subvertir la inicial orientación de la Filosofía y va a marcar una huella indeleble en el futuro desarrollo del pensamiento occidental. En cierto modo,
Platón va a corregir la anomalía griega de la mencionada ausencia de un cuerpo sacerdotal y un texto sagrado y va a convertir su filosofía en el instrumento para la hegemonía de un pensamiento sustentado en la transcendencia y de fuerte impronta aristocrática. La virulencia del momento, el final del siglo V a. de E., en plena Guerra del Peloponeso y con la aristocracia ateniense, de la que
Platón formaba parte, haciendo labores quintacolumnistas en la propia Atenas en favor de la aristocrática Esparta, queda atestiguada por el juramento que pronunciaban los jóvenes aristócratas y en el que se decía textualmente: “Me enfrentaré siempre al pueblo y maquinaré contra él todos los males que pueda”. El golpe de Estado aristocrático de 411 y la ola de terror consiguiente es la deriva práctica de dicho juramento. Los jóvenes demócratas, por su parte, juraban del siguiente tenor: “Daré muerte con la palabra, la acción, el voto y con mi misma mano, si me fuera posible, a quien haya derrocado la democracia en Atenas”. No cabe duda, por tanto, del ambiente de extrema tensión política en el que se gesta el discurso platónico.
Paradoja griega, por tanto, pues la geografía que ve nacer la Filosofía bajo la forma de la inmanencia y en estrecho vínculo con la política y el proceso democrático que acompaña a la ciudad, es testigo también de la victoria, teórica y política, del platonismo, que institucionaliza para los siglos venideros una forma de entender la filosofía que nada tiene que ver con esa ausencia de constricciones religiosas que habíamos apuntado como condición de posibilidad de nacimiento del discurso filosófico. ¿Acaso no podría argumentarse que
Platón supone, en realidad, una primera muerte, por asesinato, de la Filosofía?
Juan Manuel Aragüés Estragués,
La paradoja griega: Platón o la muerte de la filosofía, El rumor de las multitudes. El salto diario 25/09/2018
[https:]]