Las noticias falsas siempre han existido en sociedades atravesadas por fuertes divisiones y, sobre todo, en periodos de rivalidad política. Hoy, sin embargo, su potencial destructivo a través de la desinformación y la mentira que propagan es alarmante. Esto es especialmente grave en países como la India y Brasil, en los que las redes sociales, sobre todo WhatsApp (cuyo contenido es el menos controlable por estar encriptado), son ampliamente usadas, hasta el extremo de ser la más grande, e incluso la única, fuente de información de los ciudadanos (en Brasil, 120 millones de personas usan WhatsApp). Grupos de investigación brasileños denunciaron en el New York Times (17 de octubre) que de las cincuenta imágenes más divulgadas (virales) en los 347 grupos públicos de WhatsApp en apoyo a Bolsonaro, solo cuatro eran verdaderas. Una de ellas era una foto de Dilma Rousseff, candidata al Senado, con Fidel Castro en la Revolución cubana. Se trataba, de hecho, de un montaje realizado a partir del registro de John Duprey para el diario NY Daily News en 1959. Ese año Dilma Rousseff era una niña de once años. Apoyado por grandes empresas internacionales y por servicios de contrainteligencia militar nacionales y extranjeros, la campaña de Bolsonaro constituye un monstruoso montaje de mentiras a las que la democracia brasileña difícilmente sobrevivirá.
Este efecto destructivo es potenciado por otro instrumento: el algoritmo. Este término, de origen árabe, designa el cálculo matemático que permite definir prioridades y tomar decisiones rápidas a partir de grandes series de datos (big data) y de variables, considerando ciertos resultados (el éxito en una empresa o en una elección). Pese a su apariencia neutra y objetiva, el algoritmo contiene opiniones subjetivas (¿qué es tener éxito?, ¿cómo se define el mejor candidato?) que permanecen ocultas en los cálculos. Cuando las empresas se ven obligadas a revelar los criterios, se defienden con el argumento del secreto empresarial. En el campo político, el algoritmo permite retroalimentar y ampliar la divulgación de un tema que está en boga en las redes y que, por ello, al ser popular, es considerado relevante por el algoritmo. Sucede que lo viral en las redes sociales puede ser producto de una gigantesca manipulación informativa llevada a cabo por redes de robots y de perfiles automatizados que difunden entre millones de personas noticias falsas y comentarios a favor o en contra de un candidato, convirtiendo el tema en artificialmente popular y ganando así incluso más destaque por medio del algoritmo. Este no tiene condiciones para distinguir lo verdadero de lo falso, y el efecto es tanto más destructivo cuanto más vulnerable sea la población a la mentira. Fue así como en 17 países se manipularon recientemente las preferencias electorales, entre ellos Estados Unidos (a favor de Trump) y, ahora, Brasil (a favor de Bolsonaro), en una proporción que puede ser fatal para la democracia.
Boaventura de Sousa Santos,
Brasil: las democracias también mueren democráticamente, Público 24/10/2018
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