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Obsesión por la salud, demanda de eutanasia, riesgo de retorno a la animalidad, negativa de toda superación de sí mismo. El último hombre nietzscheano presume de haber inventado la “felicidad”, que en realidad no es otra cosa que la salud: “La gente tiene su pequeño placer para el día y su pequeño placer para la noche, pero honra la salud”. Nietzsche resume muy bien antes de tiempo esa combinación tan nuestra de ansiolíticos diarios y cóctel lítico terminal para poner fin a una vida sin asperezas, que no afronta lo negativo y trágico de la muerte: “un poco de veneno de vez en cuando procura sueños agradables. Y mucho veneno al final procura una muerte agradable”. También prevé el borrado del límite entre el hombre y el animal, ya que si el hombre no se esfuerza en elevarse por encima del superhombre, corre el riesgo de terminar su caída en el abismo entre los animales: “El hombre es una cuerda tensada entre la bestia y el Superhombre, una cuerda sobre un abismo”. Finalmente, nada de superación de sí mismo: “¡Horror! ¿Vendrá un tiempo en que el hombre ya no lanzará la flecha de su deseo por encima del hombre y en el que la cuerda de su arco ya no vibrará! (…) ¡Horror! Vendrá un tiempo en que el hombre ya no alumbrará ninguna estrella”. Le es indiferente todo ideal, todo aquello que permitía al hombre superarse, todo lo que dio sentido a la vida de sus ancestros.
Zaratustra creía que a través de este último hombre había retratado “lo más despreciable que existe”. Por eso se sorprende aún más por la reacción de la multitud a la que se dirige: “¡Danos a ese último hombre, oh Zaratustra -gritaban-, haznos semejantes a esos último hombre! ¿Nosotros te entregaremos al Superhombre! Y todo el pueblo se emocionaba y chasqueaba la lengua”. Eliminación de la diferencia sexual, animalización del hombre, borrado de la muerte, negación del ideal … Nos negamos a vivir precisamente en ese mundo informe, sin límites ni fronteras, tan bien descrito por Nietzsche … (14-15)
Jean-François Braunstein, La filosofía se ha vuelto loca, Ariel, Editorial Planeta Barcelona 2019