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El aspecto más esquivo de la tolerancia tiene que ver con eso que Bernard Williams nos presenta como la paradoja de tener que tolerar lo que en el fondo nos resulta muy objetable o censurable. Por decirlo en sus propias palabras: “Necesitamos tolerar a otra gente y sus formas de vida solo en situaciones en las que es muy difícil hacerlo. La tolerancia, podríamos decir, solo se requiere para lo intolerable. Este es su problema principal”. O sea, que lo que se requiere de quien tolera es que acepte como bueno lo que entiende que es malo. Por decirlo en los términos clásicos, que se “permita el mal” (permissio mali), en vez de enfrentarse a él en todas sus formas, no solo cuando se presenta de forma extrema. Aquí solo cabría justificar esta excepcionalidad por razones de necesidad, en aplicación del principio del mal mayor; para evitar la guerra y la violencia, por ejemplo. Lo curioso del caso, sin embargo, es que esta actitud encima se nos vende como virtud, como lo “moralmente correcto”; es decir, que no lo hacemos por hipocresía, cobardía, dejadez o debilidad de juicio. Presupone, por el contrario, el convencimiento de que hay razones morales que nos inclinan a debilitar nuestros juicios negativos en nombre de un supuesto valor superior, el respeto por la persona tolerada, algo que seguramente sea mucho presuponer si aquello que rechazamos de ella lo vivimos de forma primaria y casi existencial. En algunos casos, incluso, por la propia actitud intolerante de aquellos a quienes se nos llama a tolerar. Ya ven, nada fácil.
Desde la perspectiva del tolerado la cosa no es menos delicada. Hay algo ciertamente ofensivo en la actitud condescendiente de quien tolera; lo normal es que el tolerado no desee ser “soportado” o “sufrido” sin más, sino aceptado como un igual, con las diferencias que reclaman aprobación, desde luego, pero salvando impoluta su propia dignidad humana. Recuerdo una frase que puso en circulación el Tea Party en la época en la que lo lideraba Sarah Palin y que decía literalmente: “Estamos en contra del matrimonio homosexual, pero toleramos a los homosexuales”. Esa es justo la mayor manifestación de desprecio, porque viene a decir que los “soportan”, pero sin que ello suponga equiparar sus derechos a los de los heterosexuales. Con todo, al menos sirve para sacar a la luz el otro lado o perspectiva de la tolerancia, aquella del tolerado, que casi siempre presupone la búsqueda de un reconocimiento que haga obsoleto el recurso a ella. Y eso exige algo más que una espera pasiva a que les sea concedida, presupone iniciar las correspondientes luchas sociales para alcanzar el objetivo, que lo que consideran que son sus derechos se trasladen a medidas legales específicas o se avance en el reconocimiento de quienes se sienten preteridos.
De lo anterior podemos extraer la consecuencia de que ni quien tolera ni el tolerado pueden sentirse especialmente a gusto con la práctica de la tolerancia. Solo parece que estarían dispuestos a aceptarla por necesidad, como un ajuste necesario bajo condiciones extremas en las que aparece como un mal menor. Lo ideal es que ni siquiera hiciera falta el recurso a ella. Pero eso supondría haber diluido cualquier resquemor hacia las diferencias de conductas o las formas de vida de todos, que ya habríamos entrado en la bendita indiferencia o la aceptación; es decir, un mundo sin conflictos derivados del choque entre identidades o concepciones del mundo e incluso de opiniones; en realidad, un mundo sin política.
Hasta ahora ese nunca ha sido el caso, pero lo cierto es que ha habido importantísimos avances. Bernard Williams pone el ejemplo del tránsito desde la ofuscación originaria del conflicto religioso a su domesticación a través de la privatización de la religión y el progresivo asentamiento de una sociedad más secularizada. Una vez implantada la tolerancia, el propio cambio social se encarga de quitarle carga explosiva a la anterior causa de la contenciosidad y poco a poco va desembocando en aceptación o indiferencia. Al menos hasta la siguiente situación en la que surge otra fuente de hostilidad similar, y ahí es cuando volvemos a precisar de esa virtud. Por decirlo en otras palabras, la peculiaridad de la tolerancia es que no es apenas necesaria cuando se apaciguan los juicios negativos sobre algo, pero nada nos asegura que sea eficaz cuando vuelven a rebrotar sobre alguna otra cosa. La integración del pluralismo de la sociedad liberal funcionó sin grandes problemas hasta que comenzó la inmigración masiva, por ejemplo, o la nueva ola feminista y los nuevos conflictos identitarios. (…)
“Lo personal es político”, el grito de guerra del feminismo, simboliza bien el cambio hacia el nuevo paradigma porque apelaba a la necesidad de romper aquellos espacios en los que se hurtaban al ojo público las demandas de emancipación y reconocimiento insatisfechas; las minorías de color salieron también de sus guetos para reivindicar igualdad de derechos efectivos; los estudiantes pusieron en la picota la moral sexual tradicional, los valores familiares e incluso algunos de los presupuestos centrales de la democracia, como la necesidad de acceder a una política más participativa. La consecuencia fue la ampliación del ámbito de lo tolerable y la extensión del debate político a cuestiones que hasta entonces eran marginales en la discusión pública.
Hasta muy recientemente no puede decirse que haya habido cambios sustanciales, las luchas sociales tardaron en encontrar una plasmación efectiva. Pero ahora la condición de la mujer ha sufrido ya una trasformación radical, como también la actitud ante los homosexuales o las minorías étnicas y culturales. La aparición de la Red no solo facilitó la convocatoria física de manifestaciones de estos grupos; también contribuyó a que encontraran a sus afines y se trasladara a ellos su conciencia de lucha. Ahora sí que nada escapa al ojo público. Todos nos enteramos de cómo se siente cada cual, lo que opina, lo que le satisface o indigna. Tampoco hace falta enhebrar la propia posición en un discurso. Aquí (…) no hay contraste de ideas, ni siquiera de valores. La fuerza del mejor argumento se sustituye por la intensidad de las pasiones. Importa más la expresividad de la indignación moral, cuyo único objetivo es fortalecer la cohesión del grupo, mantener viva su animadversión al otro como fin en sí mismo. Es lógico, por tanto, que una de las partes beligerantes no pueda comenzarse diciendo que respeta las otras posiciones, a pesar de no estar de acuerdo con ellas; todo lo contrario, la eficacia reside en mandar el mensaje contrario, que esa opinión es inaceptable, inasumible, degradante, o de facha o rojo, la mejor manera de evitar tener que argumentar en contra de alguien. No hay manera de encontrar una transacción pacífica de las diferencias. La política posverdad añade a esto un elemento aún más distorsionador, si cabe, porque son los hechos mismos los que se ponen en la picota, y sin ese mundo de una realidad compartida todo queda ya al albur de afirmaciones arbitrarias sobre cualquier cosa. Todo vale.
Fernando Vallespín, "Estamos en contra del matrimonio homosexual, pero toleramos a los homosexuales": la trampa de la palabra 'tolerancia', El País 10/10/2021
1- Eliminaron del menú el milhojas y lo sustituyeron por un resumen de cincuenta.
2- A mi hijo disléxico empezar el cole le produce alergia
3- Me rompí el brazo. La recuperación, en septiembre
4- El tiempo más que pasar te retiene hasta que te vas.
5- Ahora tener una buena calculadora es lo que cuenta.
6- Si te buscas a ti mismo sin saber quien eres acabarás perdiéndote
7- -¿Principal defecto?
- Abrirme a los demás
- ¿Profesión?
- Interiorista
8- No creo que acabe el curso de pesimismo en el que me he matriculado.
9- No puedo hacer pastel casero fuera de casa. No me sale.
10- - ¿Quieres establecerte en un sitio de una vez?
- Nómada la gana
11- ¡Qué caro! ¡Me cago en Dior!
12- El meteorólogo encontró trabajo en una empresa de trabajo temporal
13- ¿Qué palabra sustituirá a "viejuna" cuando "viejuna" sea "viejuna"?
14- Todo mi tiempo lo dedico a vivir.
15- Entré en la cárcel porque me dijeron que allí podría reducir mi pena, mi dolor.
16- El consumo de embutido va por barrios. El índice de mortadelidad aumenta en los barrios más pobres.
17- De la vida nadie sale ileso
18- "Anarchiste". No hay manera que los franceses se tomen la política en serio.
19- La poesía es versátil
20- Se busca persona de color amarillo para doblar al castellano el personaje de Homer Simpson
Manel Villar
Los que quieren hacer al hombre perfecto acaban deshumanizándolo"
Eric Hoffer, Reflections on the human condition
Hacia el final de su libro La era del capitalismo de la vigilancia, Shoshana Zuboff evoca la resistencia colectiva que precedió a la caída del muro de Berlín: “El muro de Berlín cayó por muchas razones, pero, sobre todo, porque la gente de Berlín oriental se dijo: ‘¡Ya está bien! (…) ¡Basta!’. Tomemos esto como nuestra declaración”. El sistema comunista, que suprime la libertad, difiere fundamentalmente del capitalismo neoliberal de la vigilancia, que explota la libertad. Somos demasiado dependientes de la droga digital, y vivimos aturdidos por la fiebre de la comunicación, de modo que no hay ningún “¡Basta!”, ninguna voz de resistencia (…)
El régimen neoliberal es en sí mismo smart (inteligente). El poder smart no funciona con mandamientos y prohibiciones. No nos hace dóciles, sino dependientes y adictos. En lugar de quebrantar nuestra voluntad, sirve a nuestras necesidades. Quiere complacernos. Es permisivo, no represivo. No nos impone el silencio. Más bien nos incita y anima continuamente a comunicar y compartir nuestras opiniones, preferencias, necesidades y deseos. Y hasta a contar nuestras vidas. Al ser tan amistoso, es decir, smart, hace invisible su intención de dominio. El sujeto sometido ni siquiera es consciente de su sometimiento. Se imagina que es libre. El capitalismo consumado es el capitalismo del “Me gusta”. Gracias a su permisividad no tiene que temer ninguna resistencia, ninguna revolución.
Byung-Chul Han, Aferrados a nuestros móviles ..., El País 02/10/2021
«Debemos concluir que el origen de todas las sociedades grandes y estables ha consistido no en una mutua buena voluntad de unos hombres para con otros, sino en el miedo mutuo de todos entre sí».
Thomas Hobbes, De Cive
1 Origen del filósofo político.
2 La teología, irracional.
3 Materialismo frente a idealismo.
4 Filosofía, ciencia de los cuerpos.
5 Soberanía absoluta.
6 Teoría política.
7 Leviatán.
8 Contrato social.
9 El hombre es un lobo para el hombre.
10 Leyes naturales.
Amalia Mosquera, Hobbes: materialismo filosófico y filosofía política, filosofia & co., 30/06/2021
Los pocos y los mejores no se limita a la crítica, sino que esboza también una propuesta. Se condensa en la fórmula de Jefferson sobre las “repúblicas elementales”: el mejor sistema es una democracia cotidiana, donde los sujetos múltiples puedan hacerse protagonistas en la elaboración de las normas de la vida común.
¿Cómo podrían construirse hoy esas repúblicas elementales? Una virtud del libro es huir de los modelos: no hay receta, pero contamos con un “archivo” de experiencias de democracia real a nuestra disposición. Hay un pragmatismo, una impureza, un bricolaje en la propuesta de José Luis que me parece muy atractivo: podemos usar diferentes instrumentos para crear democracia, herramientas que vienen de muy diversas tradiciones y que pueden tener cada una su momento y su oportunidad. Desde la representación al sorteo, pasando por el “salario político” o distintos modos de rendición de cuentas.
Pero, ¿con qué criterios? ¿Cómo juzgar el uso? Yo diría que para José Luis es positivo todo lo que promueve la rotación y la circulación del poder, mientras que es dañino todo lo que fomenta la acumulación y la concentración. Por ejemplo, la aportación de los expertos en tal o cual cuestión puede ser positiva si supone un insumo para la toma de decisiones de la colectividad, pero es un problema si el experto acumula todo el poder de decisión en nombre de un saber que poseería en exclusiva. No hay receta, hay que ir caso por caso. Es positiva la complejización y la valoración de la multiplicidad de los saberes, los modos de compromisos y las dimensiones de lo social, mientras que es dañina la “reducción al uno” y la jerarquización: un sólo tipo de saber reconocido, el académico por ejemplo, prima sobre los demás saberes, experienciales, etc.Poros sería una especie de personificación de la divinidad de la astucia, en el sentido de la adquisición, la capacidad de adquirir cosas. Adquirir, no en el sentido monetario, sino en el sentido de conseguirlas. Penia, en cambio, es la pobreza, es la carencia. Y durante una fiesta, un banquete de celebración por el nacimiento de Venus, Poros se emborrachó, y Penia, que no había sido invitada a la fiesta, se durmió con él. Se durmió, como se dice en los mitos griegos en el sentido de que se acuestan juntos, y conciben este hijo, que es Eros, que, por tanto, nace, por un lado, de un padre que sabe conseguir las cosas, y de una madre a la que le faltan las cosas. ¿Y qué dice Sócrates? Dice: «Eros es filósofo, porque él sabe que no sabe». El famoso saber que no se sabe socrático está relacionado con el erotismo del conocimiento, y por tanto a este impulso realmente erótico hacia querer conocer, hacia querer perseguir la sabiduría. Y todo lo que nos falta, en realidad, nos genera un deseo. Por lo tanto, el eros, el deseo que reside en el amor, es algo que nace de la carencia y que se posa en el vacío de lo que nos falta. Entonces, esto ya me parece una enseñanza bastante propia de aquella época. Por lo tanto, la filosofía nos enseña a desear, en el sentido de que nos enseña que nosotros deseamos aquello de lo que tenemos una carencia. Nos enseña a mantener este espacio abierto para el deseo.
Ilaria Gaspari, Filosofía, un modo de estar en el mundo
El sentimiento de la desaparición del futuro y la percepción del tiempo como presente continuo son características del momento, forma o estructura de sentimiento de la cultura contemporánea, manifestaciones, diría Jameson, de la imaginación dañada o de expresiones de una conciencia desgraciada.
Ernest Bloch nos había convencido de que el impulso utópico y la esperanza estaban ligados necesariamente como expresiones de la aspiración de trascendencia que tiene toda actividad y experiencia humanas. La esperanza está dirigida al futuro: entrevé posibilidades y genera un deseo que selecciona aquellas que el tiempo presente ha abierto, siempre ambiguo entre caminos de servidumbre o de emancipación. El principio esperanza es un relato épico de las manifestaciones de este impulso a lo largo de la historia humana, convirtiéndose así en un largo argumento que cose esta emoción en la trama de la agencia humana, naturalizando a un tiempo la utopía y la esperanza como ejercicios de capacidad de intervención en el mundo.
La esperanza ha quedado olvidada como emoción política y como constituyente de la agencia. Coincide en ello con el mito de Prometeo que, como sabemos, recordó a su hermano, Epimeteo, que no aceptase ningún regalo de los dioses pero este, obnubilado por los encantos de Pandora, aceptó y abrió su maldita caja que expandió por el mundo todos los males dejando en el fondo del recipiente la esperanza, la Elpis, la diosa hija de Nyx y de la Fama.
Tanta gente, tantos anticapitalismos chic, tantos conservadurismos de tertulia (explícitos o disfrazados de izquierda nostálgica) matando el mito del progreso sin reparar que lo que estaban dañando era algo más valioso: la esperanza.
Fernando Broncano, Utopía, nostalgia, esperanza, El laberinto de la identidad, 25/09/2021
La meva principal tesi és que la filosofia dintre dels plans d’estudis (sobretot d’aquests últims) sempre ha estat una anomalia, sempre ha generat situacions incòmodes als dissenyadors dels nous sistemes educatius.
Aquesta precarietat en la que ha viscut la filosofia al llarg d’aquest últims temps, no cal enganyar-nos, se l’ha guanyat a pols. Podem remuntar-nos al seu origen. En aquest temps, un pensador que ha passat a la història com a un filòsof defensor de la moderació, va fer una afirmació radical: la filosofia era l’únic saber lliure, un saber que hauria de fugir de tot instrumentalisme perquè no serveix per a res que no fos per a ell mateix. És evident que amb aquests antecedents el quasi ostracisme en el que viu aquesta assignatura està del tot justificat, no forma part d’aquelles assignatures anomenades instrumentals, d’aquelles assignatures que realment serveixen i són útils.
D’altra banda, els nostres i les nostres col·legues psicopedagogs no han ajudat gaire a la causa per al manteniment de la filosofia dins del sistema educatiu, des del moment que a primària van substituir els tradicionals clatellots pel més sofisticat racó de pensar per resoldre els comportaments disruptius de les criatures. La famosa frase de Descartes ha patit una severa transformació en l’imaginari de l’escolar de l’ensenyament obligatori: “penso, llavors he fet alguna cosa malament”.
L’instrumentalisme pedagògic hegemònic ha arribat fins als nostres dies adoptant la forma de competencialisme educatiu. Tot el sistema educatiu actual gira al voltant del concepte “competència bàsica”. Què s’entén per competència bàsica, segons el que apareix en els documents que qualsevol ciutadà pot tenir a l’abast consultant l’xtec.gencat del Departament d’Ensenyament de la Generalitat? Competència bàsica és, d’una banda, una capacitat per resoldre problemes reals en contextos diversos, d’altra, ho fa mitjançant la mobilització integradora de coneixements, habilitats pràctiques i actituds, per finalment, assolir una acció eficaç i satisfactòria. Per tant, podem desglossar, el que és, el com, i el perquè d’aquest concepte.
Si ens atrevim a seguir explorant aquesta pàgina web, consultant etiquetes i els seus corresponents desplegables, ens trobarem les diferents competències tal com són tractades tant a l’educació primària com la secundària obligatòria dividides per àmbits, que no assignatures (lingüístic, matemàtic, científic-tecnològic, digital, social, aprendre per aprendre …). Aquest desplegament pretén ser totalitzador, hi ha un afany d’empaperar-ho tot sense deixar la més mínima escletxa, com si hagués una por latent a què en el futur el ciutadà o ciutadana quan abandoni la seva vida acadèmica es pugui fotre de morros contra una situació que cap educador no hagués programat, no hagués previst. Se suposa que aquests àmbits del coneixement inclouen les anomenades “competències claus” (article 8) que són imprescindibles assolir per poder fer front en el futur a una realitat que es qualifica com a problemàtica. El que és curiós és que després d’haver pintat un escenari tan cru, dins el recinte acadèmic, quan arriben les avaluació, els criteris inclusius desmenteixen la duresa amb què està descrita la realitat, hi ha una voluntat, sobretot imposada per part de l’administració, perquè tothom passi de curs.
L’educació per competències, tal com jo l’entenc, ens proporciona una mena de kit de supervivència que ens servirà per fer front a l’adversitat de la realitat i evitar que la mínima dificultat ens paralitzi. Com tot kit, per molt complet que sigui, necessita reduir els seus components a allò que és imprescindible, eliminant per tant tot allò que es consideri inútil o ranci.
La macyverització de l’educació actual està suportada per dos fonaments implícits: un de crític i negatiu i un d’afirmatiu i positiu. El crític s’adreça a una educació que no creu que el seu objectiu fonamental sigui la inserció del alumnat al món extraescolar, que no li aporta recursos cognitius per adaptar-se al funcionament real del món (sobretot el món econòmic). El positiu es basa en la creença que aquests ensenyaments competencials corresponen al que la realitat demana (la realitat econòmica), és a dir, que la persona que finalitza la seva vida acadèmica ha de sortit equipada amb uns dispositius que li siguin útils per a la seva vida (laboral, professional, sobretot).
L’anomalia seria trobar-nos la filosofia dins d’aquest kit. Si fos així, ens trobaríem una filosofia especialment concebuda per guanyar-se la vida. Un tipus de filosofia que contradiu a Aristòtil, quan afirma que la primera condició per fer filosofia es quan notes que en cada acció o decisió no t’hi jugues la vida.
Manel Villar
Si yo sugiriera que entre la Tierra y Marte hay una tetera de porcelana que gira alrededor del Sol en una órbita elíptica, nadie podría refutar mi aseveración, siempre que me cuidara de añadir que la tetera es tan pequeña que no puede ser vista ni por los telescopios más potentes. Pero si yo dijera que, puesto que mi aseveración no puede ser refutada, dudar de ella es de una presuntuosidad intolerable por parte de la razón humana, se pensaría con toda razón que estoy diciendo tonterías. Sin embargo, si la existencia de tal tetera se afirmara en libros antiguos, si se enseñara cada domingo como verdad sagrada, si se instalara en la mente de los niños en la escuela, la vacilación para creer en su existencia sería un signo de excentricidad, y quien dudara merecería la atención de un psiquiatra en un tiempo ilustrado, o la del inquisidor en tiempos anteriores.
Bertrand Rusell
Hay gente que acepta la posibilidad de estar equivocada, y es más, entienden que los otros también pueden equivocarse, que uno o una es mucho más que su error, que la formación de una opinión es un proceso empapado de circunstancias y experiencias, que la construcción de un criterio ha de beber de las ideas, las intuiciones, los argumentos, propios y ajenos, y que la duda no tiene por qué ser tibieza ni falta de compromiso, si no un espacio fértil para pensar en común.
Sarah Babiker, En defensa de la duda y el derecho a equivocarse, elsaltodiario.com 12/09/2021
La psicología inventó desde hace más de un siglo un concepto para medir la inteligencia: el viejo cociente intelectual (CI o IQ en inglés). Así, como es un número, puede crecer hasta el infinito. Si alguien tiene un CI de 120, también se puede tener 250, o 20.000… ¡Esa magnitud es la que crecerá a ritmo exponencial!
Espera. En primer lugar resulta bastante apresurado entender la inteligencia apelando al nivel de CI. De hecho, este concepto ha sido muy criticado (véase 'La falsa medida del hombre' de Stephen Jay Gould), principalmente, porque solo mide unas cuantas habilidades, a saber, las relacionadas con el rendimiento escolar o académico, dejando fuera muchas otras. La creatividad, las habilidades sociales, la inteligencia emocional, etc. quedan completamente fuera de los test de CI, y ahora sabemos que son esenciales para realizar multitud de tareas que consideraríamos genuinamente inteligentes.
Bien, pues definamos inteligencia de otra forma tal que sea susceptible de ser cuantificada. Gran problema: hoy en día no existe ningún acuerdo en la comunidad científica acerca de lo que es la inteligencia. Para intentar poner algo de orden, en diciembre de 1994, la psicóloga Linda S. Gottfredson publicaba en el Wall Street Journal una definición de inteligencia avalada por la firma de otros 51 psicólogos más:
“La inteligencia es una capacidad mental muy general que, entre otras cosas, implica la capacidad de razonar, planificar, resolver problemas, pensar de manera abstracta, comprender ideas complejas, aprender rápidamente y aprender de la experiencia”.
Véase la poca calidad de esta definición. Gottfredson dice que la inteligencia es una capacidad general compuesta por una serie de capacidades “entre otras cosas”, es decir, que deja en el tintero otras capacidades que aquí no nombra. Pero es más, no se molesta en decir que tienen en común todas ellas para ser subsumidas bajo el mismo concepto… ¡Esto no es siquiera una definición! Es lo mismo que definir fruta diciendo: “Fruta es naranjas, manzanas y otras cuantas cosas más”.
Además, los problemas no terminan aquí: todavía encontramos ambigüedades en los significados de estas capacidades: ¿Qué es exactamente pensar en abstracto? ¿Qué es exactamente comprender algo? ¿Qué es la experiencia? Volvemos a caer en definiciones que nos llevan a nuevas definiciones más oscuras si cabe.
Pero es que incluso podemos negar la mayor. Gottfredson dice que la inteligencia es “una capacidad mental muy general”, pero es que no sabemos qué quiere decir eso de inteligencia general. Desde los estudios psicológicos pioneros en la medición de la inteligencia, con los trabajos de Galton, Spearman, Thurstone o Binet, esa idea resultaba controvertida. Solo podíamos medir habilidades especializadas en resolver un determinado tipo de tareas, como la comprensión verbal, la memoria numérica, la visión espacial, etc. ¿Hay en nuestra mente algún tipo de capacidad general que, de alguna manera, englobe a todas las demás?
El famoso CI fue intentado por William Stern en 1912 como una etiqueta útil que no representa ningún tipo de cosa ontológicamente existente (¿Cuál es la unidad de la inteligencia? ¿El inteligencio?). El CI no es más que el promedio entre una serie de capacidades o habilidades mentales que se comparara con el promedio que han sacado las personas de tu misma edad. Un promedio no representa nada, es solo un valor que nos puede servir como información práctica por ejemplo, para intentar explicar los resultados académicos de un grupo de alumnos, pero no habrá ningún alumno con ninguna cualidad real que pudiéramos cuantificar con ese valor.
Santiago Sánchez-Migallón, El mito de la singularidad o por qué la inteligencia artificial no va a heredar la Tierra, xataka 28/08/2021
Hay tantos adjetivos adheridos al humanismo que es difícil saber si se habla de lo mismo: humanismo renacentista, ilustrado, romántico, ateo, cristiano, socialista, libertal,…. Sin embargo, desde su origen en las luchas de los ciudadanos de Florencia y otras ciudades-república por su independencia frente a las fuerzas bárbaras de los ejércitos del imperio germano, más tarde de los ejércitos franceses, papales y españoles, el humanismo nació como una reivindicación de la agencia humana contra dos fuerzas tan simétricas como contradictorias: la Providencia y la Fortuna, es decir, los azares de lo que es externo a la autonomía de los proyectos colectivos. El humanismo cabe resumirlo en una frase que toma diversas presentaciones en la historia: toda emancipación viene de la práctica humana, todo lo demás es suerte o regalo (envenenado) de fuerzas externas.
Fernando Broncano, Humanismo y materialismo, El laberinto de la identidad 05/09/2021
El materialismo es desde Epicuro y Lucrecio una opción que ha determinado buena parte de la filosofía moderna. Es muy difícil encontrar puntos comunes, pero cabe pensar en un materialismo ontológico: toda causa es causa material; un materialismo epistemológico: el espacio de las causas es independiente del espacio de las razones; un materialismo práctico: el sujeto es transformado por el mundo que transforma y un materialismo cultural: todo objeto cultural tiene una base material. Sería muy largo de desarrollar cada uno de esos puntos, así como las muchas cuestiones abiertas, como por ejemplo, acerca de si el materialismo implica determinismo (que creo que no), o si el materialismo permite alguna forma de emergencia de propiedades de sistema (aunque toda propiedad no material, como por ejemplo las mentales, tiene una base material, en este caso compleja, en la interacción de los sistemas neuronales con otras partes del cuerpo y el entorno (lo que técnicamente se denomina superveniencia en su acepción global). En todo caso, el núcleo común a todas las variedades es la idea de la base física de cualquier otro nivel de descripción y constitución del mundo.
Fernando Broncano, Humanismo y materialismo, El laberinto de la identidad 05/09/2021
Análogamente, la singularidad tecnológica será aquel momento de la historia de la humanidad en el que el desarrollo tecnológico llegará a un punto sin precedentes, a un momento absolutamente diferente a todo lo anterior, porque las máquinas igualarán y superarán la inteligencia humana. Esto llevará a lo que el filósofo de Oxford Nick Bostrom llama “explosión de inteligencia”: las máquinas se mejorarán a sí mismas de modo que cada nueva generación, al ser más inteligente, será capaz de mejorar su propia inteligencia, dando lugar a otra nueva generación aún más inteligente, y así sucesivamente ad infinitum.
Cualquier intento por parte de los humanos de predecir lo que pasará a partir de ese momento es, en principio, inútil porque ¿quién sabe cuáles serán los propósitos de esas inteligencias artificiales tan superiores a nosotros? ¿Puede acaso una cucaracha entender la conducta de un ser humano? Y de aquí surge la consecuente preocupación: ¿Tomarán el control del planeta? Y si lo hacen, ¿qué harán con nosotros? ¿Nos considerarán una amenaza y nos aniquilarán? ¿O nos dejarán subsistir como nosotros dejamos a los animales salvajes en las selvas del planeta?
Por eso el propio Bostrom hace mucho hincapié en que debemos dotar a esas inteligencias artificiales de unos principios éticos que se alineen con los nuestros. Si no caeríamos en el grave riesgo de que nos consideraran una amenaza o un obstáculo para sus propósitos y que decidieran quitarnos de en medio.
Pero ¿de verdad que esto va a ocurrir? ¿Así será el inevitable fin de la humanidad? ¡De ninguna manera!
Solemos caer en el error de pensar que la tecnología de moda, es decir, la tecnología que en el momento presente está experimentando un gran avance, seguirá en el futuro al mismo ritmo. Por ejemplo, si hace nada GPT-3 nos parecía un logro asombroso, se nos caía la baba maravillándonos ante lo que podría hacer GPT-9… ¿Y, por qué no, GPT-300? Si las arquitecturas de deep learning están consiguiendo grandes aportaciones en muchos y variados campos tecnológicos ¿qué no lograrán de aquí a veinte o cincuenta años? Entonces, ¿no parece algo casi inevitable que la inteligencia artificial supere al ser humano y lleguemos a la singularidad?
Los singularistas asumen demasiado alegremente la idea de exponencialidad. Cuando algo avanza o crece a un ritmo exponencial estamos diciendo algo muy fuerte. Por ejemplo, cuando un grupo de bacterias se reproduce por fisión binaria (cada bacteria se divide en dos), lo hace a un ritmo exponencial (2N -1 ): en la segunda generación de bacterias hay tres, en la tercera siete, en la cuarta quince… En principio, no parece nada raro, pero si esperamos un pelín, la cosa se desmadra. Para 220 tenemos ya 1.048.575 bacterias, pero es que para 250 tenemos 1.125.899.906.842.623… ¡Menuda infección! ¿Puede una tecnología avanzar con ese mismo ritmo de crecimiento?
No existe ninguna referencia histórica a proyecto tecnológico que se haya desarrollado a ese ritmo de forma continuada. Lo que suele ocurrir es que, aunque una tecnología pudiera avanzar en un momento muy corto de su desarrollo a un ritmo exponencial, ese ritmo termina por decrecer rápidamente y quedarse estancado en un techo. Las tecnologías suelen progresar en forma de función logística y no de función exponencial.
Y, ni siquiera la ley de Moore, en la que suelen basarse para sostener la idea de progreso continuo de la informática, sigue un crecimiento exponencial, sino típicamente lineal.
La singularidad tecnológica es una idea sugerente y evocadora, muy interesante para reflexionar sobre un montón de cuestiones. El ser humano se ha caracterizado por su radical soledad. Todos nuestros parientes evolutivos cercanos se extinguieron dejando sola a nuestra especie. Pensar en una inteligencia artificial igual o superior a nosotros consiste en meditar sobre la ruptura de esa soledad, acerca de la relación con lo radicalmente otro.
Esto nos lleva inevitablemente a mirarnos al espejo y a cavilar sobre nosotros mismos: ¿Podré enamorarme de una inteligencia artificial? ¿Qué es entonces el amor? Si las máquinas nos quitan el trabajo ¿Qué haremos con nuestras vidas? Si nos superan y toman el mando ¿cuál sería el sentido de nuestra existencia? La inteligencia artificial es el logro científico de nuestro tiempo y, en cuanto a tal, supone una revolución del pensamiento.
Pero hasta aquí podemos llegar, porque otra cosa muy distinta es vender la singularidad como un hecho no solo inevitable, sino cercano en el tiempo. Como creo haber argumentado a lo largo de este artículo, no hay razones ni evidencia científica suficiente para sustentar si quiera que algo así vaya a suceder alguna vez en la historia, cuanto menos para decir que ocurrirá en las próximas décadas.
Santiago Sánchez Migallón, El mito de la singularidad o por qué la inteligencia artificial no va a heredar la Tierra, xtaka.com 28/08/2021
Por ejemplo: me pongo enfermo y ya no puedo hacer mi trabajo, pero puedo referirme a mi propio estado como una experiencia: la experiencia de no ser dueño ya de todas mis decisiones, ni de mis preferencias. A veces sucede que los enfermos “dan lecciones” a los que gozan de buena salud.
El sufrimiento no es una ocasión favorable, es una razón para rebelarse y, sobre todo, para buscar cómo hacerlo, en el mejor de los casos. Lo que también quiere decir: ¿con qué finalidad? Es cierto que la finalidad es no sufrir más, pero incluso eso debe definirse. Durante mucho tiempo, la definición de esa finalidad se ha basado en la palabra “comunismo” o “socialismo”. Pero estos conceptos nunca han sido realmente elaborados, salvo la forma soviética. Ahora bien, esta fracasó.
Elena Cué, Entrevista a Jean-Luc Nancy, alejandradeargos.com 13/07/2021
En un momento dado, el hijo de Rea, Zeus, dio un golpe de estado divino ocupando el lugar de su padre Cronos y llevando al poder también a sus hermanos Poseidón y Hades. Zeus gobernaba a través de la fuerza, a través del terrible rayo, que solo él controlaba, y que inspiraba terror tanto a dioses como a humanos. Poseidón personificó el mar; Hades se identificó tanto con su cometido que terminó convirtiéndose en él, el inframundo. Las diosas de la fertilidad perdieron poder o cambiaron de forma; por ejemplo, Atenea se convirtió en una virgen con apariencia de hombre; Hera se convirtió en una diosa malhumorada e impotente, siempre regañando a su hermano y esposo Zeus; Afrodita pasó a ser una diosa casquivana del amor que siempre metía a dioses y humanos en líos con la lujuria y el adulterio como fatores comunes; Deméter conservó su papel de diosa de la fertilidad del grano y de la agricultura.
Los poemas de Homero y de Hesíodo ilustran cómo los antiguos bardos personificaban los fenómenos naturales y humanos por medio de los dioses y diosas. Hesíodo explicó la presencia del mal mediante Pandora y su estúpido esposo Epimeteo, quien poseía el don de la retrospectiva pero no el de la previsión, que era la especialidad de su hermano Prometeo. Las mentiras y los robos se explican por la presencia de Hermes, experto en juegos de manos. Hesíodo, creyente en el recurrente concepto a través de los tiempos de que vivía en una época que encarnaba el declive de la cultura de «los buenos tiempos», argumentó que su época era una Edad de Hierro de maldad y desesperación, a diferencia de las edades anteriores de la humanidad: la Edad de Oro de los hombres que eran como dioses; la Edad de Plata, cuando Zeus castigó la arrogancia humana; la Edad del Bronce, cuando los humanos eran gigantes; y la Era Heroica, cuando existían héroes, descendiente de los dioses, pero destruida por la Guerra de Troya.
Los himnos homéricos y la Ilíada y la Odisea describen una cosmovisión totalmente antropomórfica. Los dioses y diosas se mezclan constantemente con los humanos, tanto que los humanos nunca están completamente seguros de quién es dios y quién es mortal. Quizás el extraño en la puerta sea un ser divino enviado para probar al ser mortal, une duda y preocupación recurrentes en los personajes de la Ilíada y la Odisea. Los dioses simbolizan la mente consciente y lo que hoy llamaríamos el subconsciente, por ejemplo, cuando Aquiles quiere destruir a Agamenón en el Libro 1 de la Ilíada, es la diosa Atenea la que interviene personalmente para calmar su ira y proporcionándole razón y paciencia.
La Odisea describe la dicotomía de civilización (el pensamiento, personificado por Ulises) y salvajismo (el cíclope). Ulises utiliza repetidamente su ingenio, artimañas, engaños y, en fin, el pensamiento analítico para salir de apuros. Ulises tiene sabiduría, es decir, ejerce la razón sobre las pasiones, tiene previsión y retrospectiva, tiene paciencia cuando los demás son impulsivos. Las divinidades de la sabiduría, el pensamiento y el ingenio lógicamente ayudan a Ulises. Atenea lo cuida, al igual que Hermes (después de todo era su bisnieto).
De hecho, encontramos en la mitología griega un énfasis en las deidades que personifican el pensamiento humano de una forma u otra. Además de Atenea, Apolo es un dios de la sabiduría, de la lira, de los sueños, de la profecía, de los videntes. Prometeo enseña a los humanos la creatividad, el pensamiento analítico, la inventiva y la curación.
César Tomé López, Los mitos como protociencia, Cuaderno de Cultura Científica 24/08/2021
... nihilismo…, esta es sin duda la palabra más difícil, porque significa nada. De hecho nihilismo significa nada ante cualquier principio, cualquier valor superior. Pero la cuestión es pensar qué quiere decir nada. El hecho de que no haya un principio ni ningún valor superior ni sentido último no significa que no haya nada en absoluto. Al contrario, podemos ver las cosas con mayor claridad desde la misma vida, desde las vidas, todas las existencias singulares, particulares. Está usted, pero no sólo usted, sino cada pedazo de usted, cada momento de su vida, cada relación que usted ha tenido, esto sí que es un gran premio.
Nietzsche, que es el gran pensador del nihilismo, dice que no se puede salir del nihilismo si no es desde el interior del nihilismo. Y creo que es la idea más exacta y probable para el presente, y es también la más difícil porque la mayor parte del tiempo pretendemos salir del nihilismo pero en la búsqueda de algo, muchos aún lo hacen en la búsqueda de Dios, porque hemos perdido todos los demás principios como el del hombre total de Marx, el de la felicidad, la plenitud de consumación. Al contrario, todo esto nos parece banal y vacío.
Creo que tenemos que inventar la vida de cada momento, de cada hora, de cada relación y de alguna manera, uno a uno. Curiosamente es algo que ya está ahí, es algo que ya sabemos, porque todo el mundo, todo el mundo, vive cada uno de esos momentos: momentos felices y tristes, momentos difíciles, momentos de amor, momentos de placer. Así es como vivimos la mayor parte de nuestro tiempo y no necesitamos un principio de vida.
Necesitamos un principio de vida a menudo cuando se tiene miedo o se está demasiado desesperado. Quizá por eso se hace necesario descubrir un nuevo lenguaje, una nueva manera de hablar sobre el significado de nuestras vidas. Pero a menudo, aunque sea vagamente, vivimos pensando que esos momentos ya dan el sentido, sin tener que buscar un sentido absoluto de la vida. Pero, ¿cómo hacer para que no acabemos pidiendo demasiado? Freud dice en una de sus cartas que aquél que se pregunta cuál es el sentido de la vida ya está enfermo.
Berta Ares, entrevista a Jean-Luc Nancy: "Nuestra civilización está llegando a su fin, está agotada", Revista de Letras 04/04/2013
... hay homosexuales, no sé cuántos, que optan por negar que su comportamiento sexual dependa de los genes y prefieren pensar que su orientación sexual es una decisión voluntaria y consciente. El problema es que lo que uno piense sobre su propia mente ―introspección, en la jerga― resulta irrelevante y engañoso, como ha demostrado un siglo de neurología. Tú puedes pensar que ves el mundo gracias a una especie de televisión instalada en tu cerebro, pero esa idea es completamente errónea. La cuestión, como decía Francis Crick, es quién está viendo la televisión, y eso no tiene nada que ver con lo que tú crees. Lo que tú pienses sobre tu orientación sexual carece de importancia.
Javier Sampedro, Resuelta la paradoja de la genética gay, El País 28/08/2021