Aprovecho un interesante artículo de Joseph Bernstein para abordar uno de los temas más importantes de nuestro tiempo, aunque en el fondo se trata de una variante del eterno dilema entre libertad y seguridad. El artículo de Bernstein se titula “Vendiendo la Historia de la Desinformación” y en esencia viene a decir que la desinformación y la mala información (la Big Disinfo, como la llama) se están vendiendo como un grave problema y que hay que hacer algo al respecto en la forma de censura y de control. A lo largo del texto se mencionan distintas alternativas que se han propuesto como solución para este problema. El Instituto Aspen ha creado, por ejemplo, la Comisión sobre el Trastorno de la Información, para ayudar al gobierno, al sector privado y a la sociedad a responder a la moderna crisis de fe en las instituciones. La Big Tech (Youtube, Facebook, Twiter, etc) están controlando lo que se puede decir en ellas sobre diferentes temas (lo relacionado con la covid, ideología de género, etc.) y han proliferado los fact-chequers. La web de noticias Recode ha informado de una iniciativa llamada el Proyecto para la Buena Información. Otros ejemplos serían la petición en febrero en un artículo del New York Times se pedía el nombramiento de un “zar de la realidad” y en diferentes ámbitos institucionales se han pedido “Ministerios de la Verdad” que controlen la información que se difunde.
A lo largo del artículo, Bernstein defiende que la amenaza real de la desinformación no es tan grande como nos quieren hacer creer y aporta algunos datos sobre el hecho de que la eficacia de los anuncios o de la propaganda no es tan cierta como nos lo pintan. Por ejemplo, un estudio de 2019 de miles de usuarios de Facebook encontró que compartir noticias falsas era una rara actividad y más del 90% de los usuarios no lo hace. Ya hemos hablado en el blog de que no somos tan crédulos como se piensa a propósito de la obra de Hugo Mercier -que defiende esa postura con datos en artículos y libros- y ahí tenéis más datos al respecto.
Sólo ciertos tipos de personas responden a ciertos tipos de propaganda en ciertas situaciones. Ciertas personas buscan determinada información porque ya tienen unas creencias previas y no al revés. Es verdad que han pasado cosas sorprendentes o inexplicables en su momento en los últimos años, como la victoria de Trump o el Brexit, y se detecta una pérdida de confianza en las instituciones en los países occidentales, pero la causa de todo ello está lejos de ser evidente. Una solución a esa ignorancia es echar la culpa a las redes sociales con lo que tenemos un fácil modelo de causa efecto que nos tranquiliza. Como decía H.L. Mencken, para todo problema complejo hay una solución clara, simple y equivocada y solemos preferir una mala explicación a reconocer que no sabemos y habitar en la incertidumbre.
Imaginemos que fuera verdad algo como que si la gente oye al presidente Trump decir que beber lejía es bueno para combatir la Covid la gente va a ser tan ingenua como para ponerse a beberla. De entrada, esto no es cierto porque, como dice Mercier, desde un punto evolucionista, que fuéramos tan crédulos e influenciables no tiene lógica y disponemos de unos mecanismos que se llaman de vigilancia epistémica. La credulidad implica costes graves para el receptor, porque acepta una información errónea o engañosa contraria a sus intereses y en la medida en que la comunicación es adaptativa, los humanos no deberían ser crédulos por defecto.
Hemos estado oyendo mucho durante esta pandemia que hay que seguir la ciencia. Pero la ciencia no son unos resultados, creencias o afirmaciones concretas. La ciencia es un proceso por el que se hacen hipótesis, se realizan experimentos y se comprueba si los datos respaldan las hipótesis o teorías. Lo que tenemos que defender y mimar no son unas determinadas creencias que los científicos o la sociedad tengan en un momento dado. Lo que tenemos que cuidar es el proceso de crítica y de comprobación ya que nunca podemos estar seguros de conocer la verdad y de tener la última palabra. Si matamos el proceso, dependeremos siempre de una autoridad que nos diga cuáles son las verdades finales. Pero esos censores ¿cómo van a saber cuál es la verdad? ¿por ciencia infusa? ¿Cómo van a llegar a ellas si ya no disponemos del proceso que produce el conocimiento? Estaríamos en el terreno de la religión y no en el de la ciencia. Prohibir la expresión de opiniones sería perfectamente lógico si ya supiéramos cuál es la verdad pero la historia nos demuestra que muchas cosas que creíamos ciertas eran totalmente erróneas y hemos tenido que actualizar constantemente nuestros conocimientos. Por tanto, nadie tiene un poder especial para decidir lo que es verdad o lo que es mentira.
Como decíamos en el comentario del libro Kindly Inquisitors, suprimir los errores tiene más riesgos y peligros que no suprimirlos, básicamente porque para llevarlo a cabo hay que crear una autoridad que dice lo que es verdad y lo que no lo es. Una vez creada esa autoridad, lo falso será cualquier cosa que las autoridades no quieren oír. Un chiste sobre la URSS decía que en la URSS por supuesto que había libertad de expresión, lo único que ocurría es que no se permitía decir mentiras… Henry Ford cuando sacó el Ford T, el primer modelo fabricado en una cadena de montaje, sólo lo fabricaba en color negro y la publicidad decía: “puede usted escogerlo en cualquier color siempre que sea negro”. ¿Queremos ir a un mundo donde podamos decir cualquier cosa siempre que sea los que nos deja decir Facebook o el gobierno? Es verdad que las noticias falsas son un problema pero si creamos una institución que tenga el enorme poder necesario para controlarlas igual lo que estamos haciendo es saltar de la sartén al fuego. Como suele decirse, a veces es peor el remedio que la enfermedad.
Pablo Malo, La Guerra contra la desinformación y la pérdida de libertades, Evolución y Neurociencias 01/08/2021
Esta es la razón por la que Althusser interpreta que Marx se dio cuenta a tiempo de y a partir de la Ideología Alemana abandonó el humanismo que había contaminado sus anteriores escritos, los Manuscritos de 1944 especialmente. Allí encontramos la tesis de que la alienación del trabajador le despoja de su ser genérico, lo que puede traducirse como que le deshumaniza, pues lo que caracterizaría al ser humano es precisamente el ser genérico
"Por eso es precisamente en la elaboración del mundo objetivo en donde el hombre se afirma realmente como un ser genérico. Esta producción es su vida genérica activa. Mediante ella aparece la naturaleza como su obra y su realidad. El objeto del trabajo es por eso la objetivación de la vida genérica del hombre, pues éste se desdobla no sólo intelectualmente, como en la conciencia, sino activa y realmente, y se contempla a sí mismo en un mundo creado por él. Por esto el trabajo enajenado, al arrancar al hombre el objeto de su producción, le arranca su vida genérica, su real objetividad genérica, y transforma su ventaja respecto del animal en desventaja, pues se ve privado de su cuerpo inorgánico: de la naturaleza. Del mismo modo, el degradar la actividad propia, la actividad libre a la condición de medio, hace el trabajo enajenado de la vida genérica del hombre un medio para su existencia física. Mediante la enajenación, la conciencia del hombre que el hombre tiene de su género se transforma, pues, de tal manera que la vida genérica se convierte para él en simple medio."
Lenturas recientes de Marx, como la de César Ruiz Sanjuan en Historia y sistema en Marx –por otro lado muy inteligente⎼, consideran que los Manuscritos de Marx son todavía un débito de Marx al antropologismo de Feuerbach. Algo que abandonaría (Ruiz Sanjuan sigue aquí a Althusser) a partir de La Ideología Alemana y que desarrollaría en El Capital, donde ya no aparece el término alienación, un término antropocéntrico, idealista y acientífico.
El humanismo de Marx no tenía en ningún momento ningún compromiso con alguna forma de esencialismo. Bueno sí, con una: la especie humana, sostiene Marx, se caracteriza por la producción de transformaciones en el mundo que, a su vez, la transforman. Su esencialismo lo es de una forma irónica que niega la mayor: su esencia es la historificación continua de su esencia. El humanismo marxiano se manifiesta en su afirmación de que el ser humano es un ser genérico, un ser en cuya agencia está representada toda la humanidad. De hecho, también toda la naturaleza. Tanto en el trabajo como en el consumo, sostiene Marx, el ser humano se encuentra en una dialéctica entre su cuerpo orgánico (corporeidad que entraña la vida mental) y su cuerpo inorgánico (funcional, metabólico, energético). En esta dialéctica se hace presente la profunda e ineludible relacionalidad de la agencia humana con la historia natural y social.
Fernando Broncano, Tres formas de holismo, El laberinto de la identidad 11/07/2021
Supongamos que los principales responsables políticos del mundo se reunieran de nuevo en el Hotel Mount Washington de Bretton Woods (New Hampshire) para diseñar un nuevo orden económico. ¿Cuáles son algunos de los principios básicos del gobierno económico global sobre los que tendrían que ponerse de acuerdo? A continuación expongo siete principios lógicos que planteé por primera vez en 2011 y que creo que son más relevantes que nunca.
1. Los mercados deben estar profundamente incorporados en sistemas de gobierno. La idea de que los mercados se regulan solos recibió un golpe mortal con la crisis financiera global y debería desterrarse para siempre. Los mercados requieren otras instituciones sociales que los apoyen. Dependen de los tribunales, los marcos legales y reguladores. Dependen de las funciones estabilizadoras de los prestamistas de último recurso y de la política fiscal anticíclica. Necesitan el apoyo político que la tributación redistributiva, las redes de seguridad y los programas de seguros sociales ayudan a generar. Necesitan inversión pública en infraestructuras e i+d para innovar. Lo que sirve para los mercados nacionales es igualmente válido en el caso de los globales.
2. El gobierno democrático y las comunidades políticas se organizan en gran medida dentro de Estados-nación y es probable que permanezcan así en el futuro. El Estado-nación vive y, aunque no goce de una salud del todo buena, sigue siendo básicamente la única alternativa. Aspirar a un gobierno global amplio es misión imposible, tanto porque es improbable que los gobiernos nacionales cedan un control significativo a instituciones transnacionales, como porque las normas armonizadoras no beneficiarían a sociedades con necesidades y preferencias diversas. Quizá la Unión Europea sea la única excepción a este axioma, pero el Brexit, el auge de los partidos populistas y la reafirmación de la autonomía nacional muestran los límites de las dimensiones políticas del proyecto europeo.
Con demasiada frecuencia, desperdiciamos la cooperación internacional en objetivos excesivamente ambiciosos que, en definitiva, generan resultados débiles que van poco más allá del mínimo común denominador entre los principales Estados. Cuando la cooperación internacional “triunfa”, lo habitual es que codifique las preferencias de los Estados más poderosos o, aún con mayor frecuencia, de corporaciones y bancos internacionales de esos Estados. Las normas de Basilea sobre los requisitos de capital; las normas de la omc sobre subvenciones, propiedad intelectual y medidas de inversión; y los acuerdos sobre resolución de conflictos entre inversor y Estado (isds) tipifican este tipo de reacción desmesurada. Podemos mejorar tanto la eficiencia como la legitimidad de la globalización si reforzamos los procedimientos democráticos nacionales en lugar de menoscabarlos.
3. No existe un “único camino” hacia la prosperidad. Una vez que admitimos que la infraestructura institucional central de la economía global debe construirse a escala nacional, los países son libres de desarrollar las instituciones más adecuadas. Estados Unidos, Europa y Japón son sociedades triunfadoras; todas ellas han generado una riqueza comparable a largo plazo. Con todo, las regulaciones que cubren sus mercados laborales, su gobierno corporativo, sus políticas antitrust, la protección social e incluso su actividad bancaria y financiera han sido muy diferentes. Esas diferencias permiten a los periodistas y a los críticos consagrar una serie de esos “modelos” –uno diferente cada década– como el gran éxito que hay que emular. Tales modas no deberían impedirnos ver la realidad de que ninguno de esos modelos puede ser considerado un claro vencedor en la competición de los “capitalismos”. Las sociedades de más éxito del futuro dejarán espacio a la experimentación y permitirán que las instituciones sigan evolucionando con el tiempo. Una economía global que reconozca la necesidad y el valor de la diversidad institucional no solo no reprimirá la experimentación y la evolución, sino que las fomentará.
4. Los países tienen derecho a proteger sus propias regulaciones e instituciones. Los principios anteriores pueden parecer indiscutibles e inocuos; sin embargo, tienen consecuencias poderosas que chocan con las ideas heredadas de los impulsores de la globalización. Una de esas consecuencias es que tenemos que aceptar el derecho de los países individuales a salvaguardar sus decisiones institucionales nacionales. El reconocimiento de la diversidad institucional carecería de sentido si las naciones fueran incapaces de “proteger” sus instituciones nacionales; si no dispusieran de los instrumentos para moldear y mantener sus propias instituciones.
Por lo tanto, cuando el comercio amenace de manera manifiesta las prácticas nacionales que gozan de amplio respaldo popular, deberíamos aceptar que los países puedan defender sus normas nacionales –políticas fiscales, regulación financiera, condiciones laborales o seguridad y salud de los consumidores– levantando barreras fronterizas si fuese necesario. Si los defensores de la globalización están en lo cierto, el clamor en favor de la protección fracasará por falta de pruebas o de apoyo. Si están equivocados, habrá una válvula de seguridad que asegure que esos valores contradictorios –los beneficios de las economías abiertas y los beneficios derivados de la protección de las regulaciones nacionales– son tenidos en cuenta adecuadamente en el debate político nacional.
5. Los países no tienen derecho a imponer a otros sus instituciones. Hay que distinguir claramente entre el hecho de emplear restricciones al comercio o a la financiación transfronteriza para proteger los valores y normativas nacionales y utilizarlas para imponer esos valores y normativas a otros países. Las normas de la globalización no deberían obligar a los estadounidenses o a los europeos a consumir bienes producidos de maneras que la mayoría de sus ciudadanos consideran inaceptables. Sin embargo, tampoco deberían permitir a Estados Unidos o a la Unión Europea recurrir a sanciones comerciales u otro tipo de presiones para alterar la manera en que las naciones extranjeras gestionan sus mercados laborales, sus políticas medioambientales o sus finanzas. Las naciones tienen derecho a la diferencia, no a imponer la convergencia.
6. El objetivo de los tratados económicos internacionales debe ser establecer las normas para gestionar la interrelación entre las instituciones nacionales. Confiar en los Estados-nación para que proporcionen las funciones esenciales de gobierno de la economía mundial no significa que debamos abandonar las normas internacionales. Al fin y al cabo, el régimen de Bretton Woods tenía normas claras, aunque estaban limitadas en cuanto a alcance y profundidad. Un caos completamente descentralizado no beneficiaría a nadie; las decisiones de una nación pueden afectar al bienestar de otras. Lo que necesitamos son normas de tráfico que ayuden a circular a diferentes velocidades a vehículos de diferentes formas y tamaños; no imponer a todos un coche idéntico o un mismo límite de velocidad. Deberíamos esforzarnos por conseguir la máxima globalización que sea compatible con dejar espacio para la diversidad en la organización institucional nacional.
7. En el orden económico internacional, los países no democráticos no pueden gozar de los mismos derechos y privilegios que las democracias. Lo que hace que los principios anteriores resulten atractivos y legítimos es que ponen de relieve la deliberación democrática donde esta tiene lugar realmente, dentro de los Estados-nación. Cuando los Estados-nación no son democráticos, el andamiaje se viene abajo. Ya no podemos presuponer que la organización institucional de un país refleja las preferencias de su ciudadanía. De modo que los países no democráticos tienen que jugar según unas normas diferentes, menos permisivas.
Estos principios respaldan un modelo diferente de gobierno global, un modelo que consistiría más en mejorar la democracia que en mejorar la globalización. Dejarían espacio a las democracias para que mejorasen su funcionamiento interno, sin prejuzgar cuáles deberían ser los resultados o si la consecuencia es una mayor integración económica. En lugar de normas encaminadas a incrementar el comercio y la inversión globales, el gobierno global podría entonces contribuir de manera útil a la democracia, mediante normas y requisitos procedimentales globales diseñados para mejorar la calidad del establecimiento de políticas nacionales.
Ejemplos específicos de tales requisitos son las disciplinas globales relativas a la transparencia, amplia representatividad, responsabilidad y uso de pruebas científicas/económicas en sus actuaciones nacionales. Hasta cierto punto disciplinas de este tipo ya se utilizan en instituciones globales. Por ejemplo, el acuerdo de la Organización Mundial del Comercio sobre la aplicación de medidas sanitarias y fitosanitarias (msf) requiere de manera explícita el uso de pruebas científicas cuando existen preocupaciones sobre la salubridad de bienes importados. Normas procedimentales de este tipo pueden utilizarse de manera mucho más extensa y con mayor repercusión para mejorar la toma de decisiones a escala nacional. Las normas antidumping pueden mejorarse exigiendo que en las actuaciones nacionales sean tenidos en cuenta los intereses de los consumidores y los productores que se verían afectados negativamente por la imposición de aranceles de importación. Las normas relativas a subvenciones pueden mejorarse exigiendo análisis de coste-beneficio que incluyan las consecuencias potenciales de las políticas industriales para conseguir la eficiencia tanto estática como dinámica.
El punto clave es el siguiente: los problemas que tienen su origen en una insuficiente deliberación en el ámbito nacional –los provocados por las políticas de empobrecimiento propio– solo pueden solucionarse mediante la mejora de la toma democrática de decisiones. Aquí, la aportación del gobierno global es muy limitada, y únicamente es posible si se centra en mejorar la toma de decisiones a escala nacional en lugar de restringirla. De lo contrario, el gobierno global se convierte en un anhelo de soluciones tecnocráticas que anulan y deterioran el debate público. Eso, a su vez, es una receta para el mal funcionamiento de la democracia y las reacciones populistas.
Dani Rodrik, Nuevas reglas para la economía global, Letras Libres 01/11/2018
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Encara que el cartell de Vox em resulta ofensiu no objecto tant la decisió dels jutges com els seus raonaments. Veure en l’escena pública missatges que m’ofenen més aviat m’ajuda a creure en la llibertat d'expressió: si tothom pot parlar sempre hi haurà coses que incomodaran els uns o els altres. I tots plegats ens hem d’acostumar a entendre que la llibertat és això: que cadascú digui el que vulgui. Sempre que es limita la llibertat a algú penso que qualsevol dia ens pot tocar a qualsevol de nosaltres. La millor manera que es posin en evidència els enemics de la llibertat és deixant que s’expressin: no hi ha res que els acusi més que les seves pròpies paraules.
Ja fa temps que vivim una paradoxa: la part dreta del Parlament espanyol s’omple de la paraula llibertat. Abascal la utilitza a cada frase i Casado hi posa l’acompanyament musical. "Llibertat o socialisme" va ser l’eslògan de la dreta en la campanya electoral de Madrid, quan era evident que ni una cosa ni l’altra. Soroll. Ells mateixos es posen en evidència. Parlen de llibertat però practiquen sistemàticament la xenofòbia, neguen els drets LGBTI, criminalitzen un projecte polític com l’independentisme català o com el que ells anomenen "populisme d’esquerres", rebutgen la legalització de l’eutanàsia o de l’avortament i juren per una pàtria única i transcendental. Això sí, no volen que es paguin impostos, és a dir, volen un estat al servei del campi qui pugui. Però quan senten alguns dels seus símbols ridiculitzats o denunciats o quan es prenen decisions que no els agraden corren al jutjat de guàrdia. Parlant es posen en evidència, si se’ls prohibeix parlar fan el paper de les víctimes. No els fem aquest regal. Encara que hàgim de suportar moltes barbaritats. Deixem que es retratin.
Ernest Gellner, a Llenguatge i solitud (1998), distingeix entre la concepció individualista i atomista del coneixement –que creu que descobrim la veritat sols i ens equivoquem en grup– i la visió orgànica del coneixement –que el vincula al desplegament de la càrrega conceptual d’una comunitat lingüística i cultural–. ¿Com es pot passar del jo al nosaltres sense deixar bocins de llibertat pel camí?, ¿com es pot ampliar la llibertat que es conquista col·lectivament sense convertir l’home en mitjà? Aquesta seria una de les funcions de l’enginy democràtic: defensar-nos de l’abús de poder que ens espolia de la condició de ciutadans per convertir-nos en súbdits o patriotes. És sentint parlar a uns i altres que queden clares les intencions de cadascú.
Josep Ramoneda, La llibertat i els seus enemics, Ara 06/07/2021
La metodología científica tradicional se basa en la contrastación empírica de hipótesis y modelos teóricos acerca del comportamiento de los fenómenos; hipótesis y modelos que pueden resultar confirmados o falsados. Los algoritmos predictivos, en cambio, no siguen ese patrón. Su creación parte de la inferencia de correlaciones entre diferentes variables sobre la base de un análisis estadístico automatizado de enormes bases de datos. Los algoritmos nunca buscan causalidades, sino solo correlaciones. De ahí, por supuesto, que no expliquen, sino que solo anticipen. Pero algunos predicen con una exactitud que desafía a lo que ha podido lograr la ciencia hasta este momento.
La cuestión fundamental que plantea este escenario es que se hace cada vez más verosímil una situación en que la fuerza de la inteligencia artificial acabe por desplazar a la teorización científica en muchos campos, al menos en lo que se refiere a su función predictiva. Probablemente, el punto de inflexión se produzca el día en que tengamos que decidir qué curso de acción queremos seguir cuando ambas estrategias planteen soluciones inconciliables. Si en ese momento nos decantamos por la opción que recomienda la IA, esto es, la opción antiteórica, habremos dado un paso difícil de revertir. Porque en ese momento certificaremos nuestra preferencia por la funcionalidad y alta precisión de la predicción estadística antes que por las explicaciones aproximadamente verdaderas proporcionadas por las teorías y las hipótesis científicas.
Iñigo de Miguel Beriain y Antonio Diéguez Lucena, ¿Explicar o predecir?, Investigación y Ciencia. Julio 2021
Tradicionalmente, y en especial desde que el Círculo de Viena analizara esta cuestión, la explicación y la predicción científicas se han considerado dos caras de la misma moneda: si se tiene una explicación científica genuina de un fenómeno, entonces habría sido posible predecirlo, y si puede predecirse científicamente un fenómeno, entonces es posible explicarlo. Es lo que se denomina la «tesis de la simetría». De acuerdo con ella, explicación y predicción comparten la misma estructura lógica. El mismo argumento que nos sirve para explicar el fenómeno una vez que sabemos que este se ha producido nos habría permitido predecirlo antes de que se produjera. La diferencia entre explicar y predecir es, pues, únicamente pragmática. Se reduce al momento en que se formula el argumento: si se formula antes de conocer el fenómeno, predecimos; si se formula después, explicamos.
Iñigo de Miguel Beriain y Antonio Diéguez Lucena, ¿Explicar o predecir?, Investigación y Ciencia, Julio 2021
John Kerry, el que fuera secretario de Estado del presidente Obama, escribía hace unos días el siguiente twitt: “Me han dicho que el 50% de las reducciones que es necesario hacer para llegar al cero neto provendrá de tecnologías que aún no tenemos. Esto no es más que la realidad". Es una frase inquietante y lo es porque, de algún modo, nos permite relajarnos: nos dice que la salvación del planeta -o al menos de la espe
cie humana- no depende de la conciencia ni del compromiso ni de las políticas concretas que se tomen en una u otra dirección, sino de las propias tecnologías que erosionan nuestra supervivencia. Es una frase cuyo ciego optimismo está preñado, si se quiere, de miedo y de renuncia. Kerry, como tantos y tantos de nuestros contemporáneos, acepta que nada está ya en nuestras manos, pero se refugia consoladoramente en la idea de que justamente esta emancipación tecnológica, que él identifica con la “realidad”, va a salvarnos. El hecho de que hable de “tecnologías que aún no tenemos” indica, por lo demás, que, aunque no conozcamos todavía la hechura concreta de esas tecnologías, podemos estar seguros de que serán buenas: las innovaciones sucesivas nacen en un contexto dinámico cuya ley íntima es el Progreso. Venga lo que venga a continuación, vendrá para aliviar nuestros problemas: el futuro, digamos, está trabajando siempre en nuestro favor.
Santiago Alba Rico ¿Y si estuviéramos viajando en un avión?, vientosur.info 07/06/2021
Tres prisioneros, a los que llamaremos Alberto, Bernardo y Carlos, saben que uno de ellos va a ser indultado, pero no saben cuál de los tres. Alberto soborna al carcelero para que le diga, de los otros dos, el nombre de uno que no vaya a ser indultado. El carcelero acepta el soborno y le dice: «Bernardo no va a ser indultado». Alberto se siente algo mejor, pues piensa que ahora su probabilidad de conseguir el indulto es del 50 %, ya que solo hay dos candidatos, Carlos y él. ¿Está justificada su alegría? ¿Alguien más debería alegrarse?
En contra de lo que sugiere la intuición, el alivio de Alberto no tiene fundamento. Ya sabía que al menos uno de los otros dos prisioneros no iba a ser indultado, y conocer su nombre no le aporta ninguna información relevante: su probabilidad de ser indultado sigue siendo 1/3. Quien sí tiene motivos para alegrarse es Carlos: la probabilidad de que el indultado fuera Bernardo o él era 2/3, y al quedar excluido Bernardo, esa pasa a ser su probabilidad. Distinto sería si el carcelero, sin que mediara la pregunta de Alberto, hubiera dicho: «Bernardo no va a ser indultado»; en ese caso sí, la probabilidad de cada uno de los otros dos habría sido 1/2.
Carlo Frabetti, Rompecorazones (III): decisiones ilusorias, jot down 02/06/2021
Uno de los experimentos mentales más utilizados por Kohlberg en sus encuestas fue el conocido como «dilema de Heinz»:
Una mujer está a punto de morir debido a un tipo raro de cáncer. Hay un fármaco que según los médicos puede salvarla: un compuesto de radio que ha descubierto un farmacéutico de la misma ciudad. El medicamento es muy caro, pues el farmacéutico cobra diez veces más de lo que le cuesta producirlo. El marido de la enferma, Heinz, acude a todos sus conocidos para pedir prestado el dinero, pero solo consigue reunir la mitad del precio del medicamento. Le pide al farmacéutico que se lo venda más barato o que le permita pagarlo más adelante, pero este se niega. Al no ver otra solución, Heinz piensa asaltar la farmacia y robar el medicamento.
A partir de las respuestas obtenidas al plantear este y otros dilemas morales a un gran número de sujetos, Kohlberg llegó a la conclusión de que en el desarrollo moral del individuo hay tres niveles y seis etapas. Tras una «etapa cero» anterior a la moral, en la que el individuo considera bueno todo lo que le gusta o desea, se suceden, en orden cronológico, las siguientes etapas:
1. El punto de vista dominante es el egocentrismo, pues no se ven los intereses de los demás como distintos de los propios. Solo se consideran los hechos, no las intenciones. Es una etapa heterónoma, en la que otros deciden lo que hay que hacer y lo que no, y en la que se obedece por miedo al castigo.
2. Se aceptan las normas en la medida en que favorecen los propios intereses, y se admite que los demás hagan lo mismo. La vida es como un juego en el que el individuo intenta ganar, pero sabiendo que ha de respetar las reglas del juego si no quiere quedar excluido.
3. El miedo al castigo cede terreno ante el deseo de ser valorado y querido. En esta etapa son muy importantes las expectativas de las personas que rodean al individuo.
4. La conducta se adapta a las normas sociales, que se acatan no solo por miedo al castigo o por agradar a los demás, sino por responsabilidad personal y por el bien común.
5. Se reconoce que hay derechos humanos universales y que están por encima de las normas sociales y de las leyes.
6. Se obra de acuerdo con principios éticos básicos, aunque ello conlleve enfrentarse a las normas establecidas y las leyes vigentes. Según los datos recopilados por Kohlberg, solo el 5 % de la población alcanza la sexta etapa del desarrollo moral.
Las dos primeras etapas constituyen el Nivel Preconvencional, en el cual las normas sociales son una imposición externa que se acepta por miedo al castigo.
Las etapas 3 y 4 constituyen el Nivel Convencional, caracterizado por la identificación con el grupo del que se forma parte y cuya aprobación se desea conseguir. Se aceptan las normas porque son las convenciones sociales consensuadas por la colectividad.
Las etapas 5 y 6 constituyen el Nivel Posconvencional, en el que se comprenden y aceptan los principios éticos que inspiran las normas sociales y las leyes. Es el nivel superior del desarrollo moral, en el cual la conducta se rige más por los principios conscientemente elegidos que por las normas vigentes.
Carlo Frabetti, Rompecorazones (I), jot down 19/05/2021
En las primeras etapas de la pandemia salían muchos artículos triunfales en Occidente diciendo "la pandemia empezó en China por su sistema de gobierno" o "la democracia es mejor para gestionar una pandemia". Pero la diferencia no estuvo entre los sistemas democráticos y los autoritarios, sino en cómo los países perciben el riesgo. Todo el mundo se quedó asombrado por cómo China respondió al virus. Fueron capaces contener la pandemia mucho más rápido que la mayoría de países. Durante los primeros compases de la crisis, muchos amigos chinos compartían una especie de orgullo nacional llevando mascarillas o quedándose en casa. Era un contraste muy marcado con Estados Unidos, donde había gente que se enorgullecía por justo lo contrario. La división era asombrosa. Esos comportamientos dicen mucho sobre cómo la gente afronta los riesgos no solo que les afectan a ellos, sino riesgos que afectan a otros.
Hubo mucho ruido por Suecia, que acabó con tasas de muertes más altas que el resto y su economía no fue mucho mejor. Ha habido mucho debate sobre la respuesta a las vacunas. EEUU fue muy lento a la hora de responder a la pandemia, pero han sido más rápidos con las inyecciones. Alemania, por ejemplo, lo hizo bien al principio y, sin embargo, han tardado más. Esto también tiene que ver con la percepción del riesgo.
El cisne negro surgió antes de la crisis financiera. Pero la expresión se usó mal. Había muchas advertencias sobre la crisis financiera: las hipotecas 'subprime', el mercado 'real state'... el apartamento que me compré en Manhattan en 2001 valía el doble en cuatro años. Muchos políticos y economistas, como Alan Greenspan, dijeron: "Nadie podía verlo venir". El cisne negro no se creó para eso, sino para que estimuláramos nuestra imaginación y fuéramos conscientes de las consecuencias que pueden tener algunos eventos inesperados. Quiero que la gente piense en los rinocerontes grises como algo para el futuro. Sabemos a qué problemas podemos enfrentarnos. No conocemos todos los detalles, pero sí algunas cosas.
El rinoceronte gris es algo que tienes en frente y se dirige hacia ti. No quiero ser la persona que va hacia atrás y, con perspectiva, diga: ¡Cómo no vimos esto! Pero algunas crisis que hemos vivido, como la pandemia, son buenas para ver futuros rinocerontes grises. Y con el covid, deberíamos fijarnos en los tres rinocerontes grises de los que hablo siempre: desigualdad, cambio climático y productos financieros.
Cito mucho en el libro a Ulrich Beck, el sociólogo alemán que murió en 2015. Su trabajo sobre la "sociedad del riesgo" fue muy influyente. En los tiempos premodernos, te preocupaba que un rayo cayera sobre ti o un león te comiera. Eran aspectos naturales fuera de tu control. Pero en el mundo moderno, los seres humanos fueron capaces de reducir los riesgos de la naturaleza. Y, al mismo tiempo, creamos otros riesgos cerrando el círculo. Beck habla de una segunda modernidad en la que somos conscientes de los riesgos que hemos creado sin querer. Muchos de estos riesgos son globales, por lo que necesitas una consciencia global y, por supuesto, soluciones globales. Y estos problemas son tan grandes que sientes miedo, porque te ves mucho más pequeño.
Carlos Barragán, (entrevista a Michele Wucker), La mujer que enseñó a Xi Jinping a torear un rinoceronte gris: "Ven diferente los riesgos", elconfidencial.com 05/06/2021
Si un hombre nacido ciego recuperara la vista, ¿podría identificar al mirar los objetos que no pudo ver pero que conoce por el tacto? Esta fue la pregunta de William Molyneux a John Locke en 1688 y que éste último discutió en su «Ensayo sobre el entendimiento humano». La cuestión puede considerarse una prueba para confrontar la idea de la existencia del conocimiento innato frente a la de que todo es aprendido, la tabula rasa, un caso particular del problema general del problema de “lo innato y lo adquirido”. En realidad, el “experimento” de Molyneux se ha realizado parcialmente mediante el tratamiento quirúrgico de cataratas congénitas en niños y la respuesta parece ser que la visión normal requiere una exposición temprana para desarrollar la capacidad plena de identificar objetos o para la percepción del espacio. Pero como toda buena pregunta, la respuesta genera aún más preguntas. ¿Excluye lo dicho que algún reconocimiento categórico fundamental para la supervivencia pueda ser heredado?, ¿Implica el resultado que no haya requisitos previos al aprendizaje, fuera de una capacidad asociativa general del cerebro? ¿Es el cerebro una verdadera tabula rasa?
Fernando Giraldez, Ver para ver, pero no solo 'tabula rasa' en la corteza visual, Cuadernos de Cultura Científica 13/01/2019
¿Es cierto eso de que «la escuela mata la creatividad»? Desde un punto de vista científico, la respuesta breve es que no contamos con evidencias como para afirmar tal cosa (más bien al contrario)
Algunos de quienes sostienen que «la escuela mata la creatividad» lo justifican con base en un estudio en que un grupo de niños de 3-5 años fue capaz de proponer muchos más usos alternativos a diversos objetos (como un clip) que un grupo de adultos.[1]
Sin entrar en más detalles sobre este estudio, lo primero que cabría cuestionar es la validez de tal argumento: ¿realmente es la escuela la que provoca que los adultos no proporcionen tantas opciones de usos alternativos como los niños? ¿O bien hay otras causas?
Para afirmar que la causa de ese supuesto declive creativo sea la escuela, por lo menos habría que realizar estudios estadísticos que compararan a adultos que pasaron por la escuela con adultos que no lo hicieron (o que pasaron menos tiempo).
Sin embargo, apenas existen estudios que hayan indagado si existe una correlación entre los años de escolarización y la creatividad. Y si no sabemos si hay correlación, aún menos podemos saber si hay causalidad.
Por tanto, de entrada no es posible afirmar científicamente que la escuela tenga dicho efecto.
Ahora bien, mientras no contamos con pruebas sobre si es la escuela la que "mata" la creatividad, ¿podemos aventurar otra explicación que sí cuente con respaldo científico? ¿Cómo podríamos explicar que los adultos no seamos tan "creativos" como los niños?
Así, no es que los adultos no seamos tan creativos, sino que reducimos las opciones de nuestras ocurrencias porque conocemos mejor las "reglas del juego". Los conocimientos que hemos obtenido nos permiten diferenciar entre una idea realista y otra que lo es menos.
Esto podría ser consecuencia de cómo funciona el cerebro. Cuando nuestro cerebro percibe algo en nuestro entorno, no le interesa en absoluto aventurar todo lo q dicha cosa podría ser, sino q prefiere determinar cuanto antes lo q es, mejor dicho, lo q es más probable que sea.[2]
Así podemos tomar decisiones y responder de manera más rápida y eficaz, lo q resulta vital cuando de ello depende nuestra supervivencia y bienestar. De hecho, para el cerebro es preferible q nos equivoquemos con la respuesta elegida a que tardemos demasiado barajando opciones.
Por supuesto, es mucho mejor no equivocarse. Por eso, los conocimientos que vamos obteniendo con nuestras experiencias a medida que maduramos ayudan al cerebro a realizar mejores conjeturas de manera instantánea sobre lo que tenemos delante.
Es decir, a medida que nos hacemos adultos, nuestros conocimientos nos hacen más eficaces delimitando instantáneamente las posibilidades de lo que pueden ser las cosas que nos rodean, en función de su aspecto, del contexto en el que aparecen, etc.
Esto quizás haga que nos cueste pensar en tantas opciones como los niños a la hora de atribuir funciones a un objeto. Pero las propuestas que hacemos son más razonables.
Ahora bien, los conocimientos no solo eliminan opciones inverosímiles cuando tratamos de ser creativos. Según la comunidad científica, la creatividad que da lugar a soluciones no solo imaginativas sino también realistas se beneficia de tener amplios conocimientos.[3]
La escuela, por tanto, más que matar la creatividad tiene la capacidad implícita de promoverla. Al fin y al cabo, una de las funciones de la escuela es proporcionar conocimientos: la materia prima de la creatividad. Entonces, ¿podemos decir que la escuela promueve la creatividad?
Un reciente metanálisis (un estudio que se hace juntando los datos de múltiples estudios) con más de 40.000 alumnos refleja que la creatividad (como capacidad de proporcionar soluciones alternativas pero verosímiles) incrementa paulatinamente durante la etapa escolar.[4]
El problema es que este estudio solo constata una correlación. Ya es algo, pues sin correlación no puede haber causalidad. Pero q haya correlación no implica necesariamente causalidad. Por tanto, este estudio no puede concluir que la causa del incremento creativo sea la escuela.
Ahora bien, ¿qué podríamos hipotetizar? Las hipótesis científicas no son simples suposiciones o corazonadas, sino predicciones que se basan en los conocimientos científicos que ha proporcionado toda la investigación previa en el mismo campo o en disciplinas relacionadas.
Por tanto, a partir de lo que las ciencias cognitivas han revelado sobre cómo funciona la creatividad, lo que podríamos esperar es que la escuela jugara un papel relevante para contribuir a su desarrollo.
En efecto, la escuela ofrece saberes y habilidades fundamentales sin los cuales difícilmente podríamos llevar a cabo muchos tipos de obras y soluciones creativas. No obstante, el plus que proporcionan unos conocimientos «amplios» solo ocurre si estos son también «profundos».[3]
Los conocimientos profundos son aquellos dotados de significado para el aprendiente. Son duraderos y transferibles a nuevas situaciones, y son funcionales: nos permiten hacer cosas con ellos, desde apreciar una obra de arte a crearla, desde evaluar un problema a resolverlo.
Si nos interesa promover la creatividad de nuestros alumnos (así como otras habilidades cognitivas "superiores"), debemos asegurarnos q los conocimientos q adquieren alcanzan estas cualidades, lo que requiere ofrecer múltiples oportunidades para q los usen y les den significado.
En realidad, usar los nuevos conocimientos en actividades creativas es una forma de conseguir que acontezcan más profundos [5]. Por supuesto, también puede resultar beneficioso promover un entorno y una cultura del aprendizaje que favorezcan actitudes creativas en el aula [6]...
...y no solo en las lenguas y artes, sino también en las matemáticas y las ciencias [7]. Al fin y al cabo, la creatividad no es una habilidad general, sino que adopta distintas formas en función de la disciplina en que se aplica [8].
Y es que, aun sin ser una habilidad general (no puede entrenarse como si fuera un músculo para aplicarla en cualquier ámbito porque depende de tener conocimientos concretos sobre el ámbito en cuestión), lo q sí puede fomentarse en general es la adopción de una «actitud creativa».
Para ello, algo muy importante en el aula (¡y en casa!) es ofrecer un entorno de aprendizaje en q los niños no tengan miedo de equivocarse, donde se sientan seguros para ensayar y compartir sus ideas y razonamientos. Este es quizás el aspecto q más requeriría de nuestra atención.
En definitiva, no podemos decir q la escuela mate la creatividad, pero quizás pueda sacar mayor partido a su potencial para promoverla. Porque para muchos niños y niñas la escuela representa la mejor oportunidad de ampliar sus horizontes y conocer el mundo que los rodea. FIN.
@hruizmartin
Referencias:
[1] Land, G., & Jarman, B. (1993). Breakpoint and beyond: Mastering the future-today. HarperCollins.
[2] Smith, E. E., & Kosslyn, S. M. (2013). Cognitive psychology: mind and brain. Pearson.
[3] Weisberg, R. W. (1999). Creativity and knowledge: A challenge to theories. Handbook of creativity, 226.
[4] Said-Metwaly, S. et al. (2020). Does the Fourth-Grade Slump in Creativity Actually Exist? A Meta-Analysis of the Development of Divergent Thinking in School-Age Children and Adolescents. Educational Psychology Review, 33, 275–298.
[5] Fiorella, L., & Mayer, R. E. (2015). Learning as a generative activity. Cambridge University Press. [6] Fasko, D. (2001). Education and creativity. Creativity research journal, 13(3-4), 317-327.
[6] Sternberg, R. J., & Williams, W. M. (1996). How to develop student creativity. ASCD. [7] Wiliam, D. (2013). Principled curriculum design. SSAT (The Schools Network) Limited.
[8] Sawyer, R. K. (2011). Explaining creativity: The science of human innovation. Oxford university press.
Héctor Ruiz Martin, ¿Cómo aprendemos? Una aproximación científica al aprendizaje y la enseñanza, Editorial Graó
(El calvinismo) intenta apartar todas las ideas pecaminosas de la mente y de la sociedad, en un combate sistémico contra ellas. Eso es lo que está haciendo la izquierda, señala todas las ideas perniciosas y reaccionarias y por eso están constantemente abominando de alguien.
(Siguen el mismo esquema que el pensamiento positivo): si cambias tu manera de pensar y alejas de ti todas las ideas negativas, se producirá una conexión mágica con el universo que acabará por atraer todo lo bueno que deseabas; la izquierda posmoderna cree que con cambiar nuestro lenguaje, las formas de pensar, las propias y las ajenas, la sociedad acabara transformándose por completo. Ganar la batalla del discurso, utilizando los marcos adecuados, abre las puertas del universo político.
... la moral izquierdista dejó de ser la propuesta positiva de una serie de valores, normas y convicciones, para convertirse en el afeamiento, siempre ad hominem, de quienes no siguen las instrucciones al pie de la letra, introducen matices, o apuestan por la heterodoxia.
... no sois suficientemente feministas, ecologistas, globalistas, poliamorosos, en definitiva, de izquierdas.
Esteban Hernández, La moral puritana de la izquierda y sus caballos de Troya, El Confidencial, 30/06/2019
La política no té els mitjans ni per designar el millors ni per fer-nos subtancialment millors, però sí per configurar unes institucions que dificultin certes pràctiques estúpides i possibilitin unes interaccions que ens facin col·lectivament més intel·ligents sense necessitat que siguem massa llestos. (...)
En matèria de corrupció, no es tracta tant de posar en les intitucions gent incorruptible sinó de dificultar la corrupció amb tots el mecanismes de controlnque siguin aconsellables; el comportament fiscal millora no en virtut de la generositst dels contribuents sinó de la inspecció i incentius; reciclem millor quan ens donen la informació adequada i ens faciliten els punts de dipòsit corresponents ...
Daniel Innerarity, Una defensa de la política, La Vanguardia 08/05/2021
D'ençà que Aristòtil va parlar de la democràcia com un règim mixt es va instaurar una manera de pensar que busca equilibrar principis aparentment oposats. En aquest cas el més raonable sembla combinar els dos diagnòstics i confiar en les solucions combinades del tipus: tanta delegació com sigui inevitables, tanta participació com sigui possible; la democràcia és un sistema polític que posa en joc institucions de la confiança i institucions de la desconfiança, que confereix poder i està contínuament preguntant-se si no es deu haver excedit en aquesta delegació. (...)
... la democràcia està feta per a l'ésser humà corrent i ha de ser dissenyada pensant en el comú dels mortals, de manera que no s'hagi d'esperar gaire de les seves virtuts ni témer gaire dels sus vicis. Esperar-ho tot del "govern dels millors" o del "poble sa" és, a més d'un exercici d'ingenuïtst, una forma d'elitisme o d'elitisme invertit perquè tan arrogant és pensar que les elits ho són perquè són millors com que el poble és sempre millor que els qui el representen.
Daniel Innerarity, Una defensa de la política, La Vanguardia 08/05/2021
Els cinc punts del 'wokisme'
Uno. El testimonio de la persona considerada oprimida es sagrado e incuestionable.Según Lindsay y Pluckrose, el constante ejercicio posmoderno del escepticismo hizo que “la frontera entre lo que es objetivamente verdadero y lo que es subjetivamente experimentado dejase de ser aceptada”. Por eso el ‘wokeism’ rechaza la existencia de una gran verdad objetiva y le rinde obediencia, por el contrario, a la “experiencia vivida”. El testimonio personal es igual o más válido que cualquier esforzado razonamiento empírico. Un talismán impermeable a la duda.
El pensador que dio a la subjetividad una aplicación práctica fue Derrick Bell, primer profesor titular afroamericano de la Universidad de Harvard. Bell adoptó la subjetividad y la experiencia personal como elementos clave para entender la relación entre los sistemas legales y las minorías. Un negro, decía, no podía ser juzgado por los mismos parámetros legales que un blanco, pues su experiencia era distinta. Bell cuestionó los conceptos de racionalidad y neutralidad jurídica, y movió el centro de gravedad de su teoría al subjetivismo.
La idea de Bell, esbozada en los años 70, echó a volar y acabó conformando uno de los mantras identitarios más poderosos: el convencimiento de que la autenticidad, el valor, el oro, está en lo padecido. Como apunta el historiador Mark Lilla en 'El regreso liberal', cada vez es más común empezar una alocución de esta forma: “Como mujer soltera...” o “Como hombre asiático...”. Una manera, según Lilla, de arrogarse una posición privilegiada y levantar una barrera contra posibles críticas.
Dos. Tu identidad racial, sexual o de género definirá el 100% de tu existencia.
Viniendo del punto anterior, ¿qué pasaría si nos encontrásemos con dos testimonios personales mutuamente excluyentes? ¿A quién creeríamos? La profesora Kimberlé Crenshaw solucionó este problema en 1989, cuando acuñó el concepto de 'interseccionalidad'. Esta idea explica cómo las características dadas de la raza, el género o la orientación sexual se solapan entre sí para crear una jerarquía de la opresión. Así, una mujer negra lesbiana estaría más oprimida que una mujer negra, a su vez más oprimida que una mujer blanca, a su vez más oprimida que un hombre. Algo que te ha dado el azar, como la pigmentación cutánea, tiene una importancia mucho mayor que, por ejemplo, la riqueza, el carácter o el trabajo duro.
Cuando la poeta Amanda Gorman decidió que sus poemas tenían que ser traducidos por mujeres jóvenes, activistas y, a ser posible, negras, la idea subyacente era esa: la interseccionalidad. Estas características predominaron sobre la experiencia o el talento de los traductores, y algunos perdieron su encargo.
Tres. La opresión es como el aire: está en todas partes.
Otro de los conceptos posmodernos que más han influido en el movimiento ‘woke’ es el de las “epistemes”, desarrollado por Michel Foucault. El pensador decía que no hay conocimiento objetivo, sino solo epistemes: sistemas de conocimiento creados por grupos concretos para defender su poder. Para el ‘wokeism’, la episteme actual, la Ilustración, el movimiento filosófico de los siglos XVII y XVIII sobre el que se fundamenta Occidente, con sus valores de libertad individual, secularismo o fe en el método científico, solo sería un artificio del hombre blanco hetero occidental: un vasto y sutil régimen autoritario. El solo hecho de vivir en los términos de esta episteme, con sus ideas y su lenguaje, resultaría opresivo para quienes no son hombres blancos heteros.
Cuatro. “El lenguaje es violencia”.
Dado que el conocimiento es opresivo, los ‘woke’ están obsesionados con las palabras. Las palabras son armas: instrumentos afilados que un grupo ha creado para mantener su dominio. De ahí, por ejemplo, que el ‘wokeism’ de género, prevalente en España, rechace el uso del masculino por defecto para designar el plural, y prefiera llegar al mayor grado posible de concreción, como: “niños, niñas y niñes”. Sería una manera de cuestionar la supuesta episteme creado por el “heteropatriarcado”. Aquí está la explicación de las “microagresiones”, de la corrección política y de uno de los mantras del ‘wokeism’, 'Language is violence'. 'El lenguaje es violencia'. Lo cual aporta la coartada para escraches y cancelaciones.
Estas premisas contextualizan las decisiones de segregar a los alumnos, o la declaración de que las matemáticas, la meritocracia o la puntualidad son racistas, o de que la familia nuclear es un constructo del hombre blanco occidental y que una alternativa sería vivir en formato 'pueblo', como se enseña a los niños en el distrito escolar público de Buffalo. Se trata de hacer la revolución, y esta solo se hace atacando la raíz, a los mismísimos pilares de una sociedad. Desmontándolo todo para volverlo a montar desde cero. Una nueva episteme.
He aquí la diferencia fundamental entre el movimiento de los derechos civiles y la vertiente radical del movimiento ‘woke’. El primero actuaba dentro de la democracia liberal: quería perfeccionarla. Extender sus derechos y libertades a las mujeres y a las minorías, como se hizo sucesivamente a lo largo del siglo XX y se trata de hacer todavía. El segundo, en cambio, considera que la democracia liberal está podrida de raíz. No quiere mejorar ni ampliar sus valores; quiere destruirlos y construir otros nuevos. Pero hay un quinto punto en la filosofía de los identitarios radicales.
Cinco. Nada de lo anterior, en realidad, tiene sentido.
En la elaboración de estos puntos ya hay algunas contradicciones. El testimonio personal es sagrado, pero a las personas se nos encierra en categorías raciales totalmente rígidas. Nuestra individualidad es sagrada solo cuando encaja en estos estereotipos preconcebidos. Si un intelectual afroamericano como Glenn Loury o Coleman Hughes rechaza estas ideas y denuncia paternalismo en ellas, por ejemplo, es automáticamente excluido y tachado de “negro que se odia a sí mismo”.
El profesor de Lingüística de la Universidad de Columbia John McWhorter, progresista afroamericano que se ha echado sobre los hombros la tarea de derribar lo que él llama el 'neorracismo', dice que estas interminables contradicciones hacen del ‘wokeism’ una religión. Es algo en lo que solo se puede tener fe, porque no tiene sentido. Aquí van cinco tautologías de las 10 que presenta McWhorter:
“Apoya que la gente negra cree sus propios espacios y mantente fuera de ellos. Pero busca amigos negros. Si no lo haces, eres un racista”.
“Debes de esforzarte eternamente en entender las experiencias de los negros. Pero jamás podrás entender lo que es ser negro, y si crees que lo entiendes, eres un racista”.
“Cuando los blancos se van de vecindarios negros, es huida blanca. Pero cuando los blancos se mudan a vecindarios negros, es gentrificación”.
“Si eres blanco y solo sales con gente blanca, eres un racista. Pero si eres blanco y sales con una persona negra, estás, aunque sea interiormente, exotizándola como un 'otro”.
“Los negros no pueden ser hechos responsables de todo lo que hace cualquier persona negra. Pero todos los blancos deben de reconocer su complicidad personal en la perfidia de la historia de la ‘blancura”.
Argemino Barro, Doctrina 'woke' (II): los orígenes del gran despertar. Poder, neolengua y culto al agravio, elconfidencial.com 22/04/2021 [https:]]El capitalismo afectivo ha sido la conquista perfecta (la revolución cumplida). Toda revolución pasa por los afectos. No hay revoluciones que partan únicamente de estudios racionales, sino que en su origen siempre hay pulsiones afectivas. La idea que dice que los afectos son revolucionarios es cierta y la ha sabido aplicar perfectamente el capitalismo. El capitalismo ha hecho que lo imposible, nuestra vida convertida en cálculo económico, se convierta en lo inevitable (aceptar trabajos de mierda, abusos, etc.). Y para ello ha contado con nuestra colaboración. Ha deglutido nuestras potencias afectivas. Ahora bien, ¿puede haber respuesta? Solo hay creación de algo nuevo, decía Lorca, si hay herida, dolor. Pero tenemos que tomar conciencia real de esa herida, no para curarla sino para hacerla visible. El capitalismo afectivo es un analgésico muy potente, que hace de esas heridas material para su supervivencia. Puede hacer que no sintamos el dolor, o que lo aceptemos. Se necesita sentir el dolor como intolerable, y eso el capitalismo afectivo sabe como cauterizarlo.
En los años setenta los ideólogos del neoliberalismo hablaron del 'votante inteligente'. Este sería aquel que no pierde demasiado tiempo en política, ya que no es una cosa muy importante, y la utilidad de su voto es marginal. Es mejor dedicar tiempo a otras cosas. Y eso ha calado muy hondo en nuestras formas de relación con la política. Es peligroso reducir la vida democrática a este modelo. Al mismo tiempo la sensación de agotamiento que nos rodea contiene también peligro.
Javier Fernández Rubio, entrevista a Alberto Santamaría: "El capitalismo es un enorme animal que expele un hedor putrefacto ...", el diario.es 02/05/2021
Las convicciones ideológicas son fruto del procesamiento voluntario de la información que recibimos y de mecanismos psicológicos automáticos. Nosotros planteamos que las creencias conspirativas se sustentan en tres grandes necesidades psicológicas: la de comprender el mundo, la de sentirse a salvo, y la de pertenecer a un grupo social y estar conforme con uno mismo. Quienes se ponen más a la defensiva son más propensos a aceptar las teorías conspirativas, quizá para eludir sus defectos, y también los que presentan sentimientos de impotencia, ansiedad, aislamiento y alienación. Quienes se ven como piezas miserables de un descomunal engranaje político tienden a sospechar que en él se mueven influencias perversas. Esos miedos pueden ser atizados, además, por los políticos que se sienten amenazados.
La pandemia de COVID-19 reúne las condiciones idóneas para generar vulnerabilidad ante los discursos conspiranoicos: hay mucha incertidumbre y ansiedad; el confinamiento y la distancia social recrudecen el aislamiento; y las personas que intentan entender este momento insólito buscan explicaciones extraordinarias. ¿Remitirá la «infodemia» cuando remita la pandemia? Me temo que no. En primer lugar, quizá se alivien algunas necesidades sociales, pero los sentimientos de duelo, incertidumbre, impotencia y marginación seguirán afligiendo a quienes hayan perdido a un familiar, se hayan quedado en paro o hayan tenido que dejar los estudios. Los planes de recuperación no deben centrarse solo en la economía y la salud física. Si ignoramos la crisis de salud mental, corremos el riesgo de perpetuar la crisis informativa. En segundo lugar, no sabemos casi nada sobre el modo en que evoluciona la vulnerabilidad a las teorías conspirativas. Es posible que hasta las fluctuaciones psicológicas diarias influyan.
Aleksandra Cichoka, Contra las teorías conspirativas, Investigación y Ciencia, Mayo 2021