“Todo Estado ha sido fundado sobre la violencia”, dijo en su día Trotsky en Brest-Littowsk. Y esto es efectivamente así … (10)
La violencia absoluta del Estado –su “monopolio de la violencia física legítima” (Weber)- se instaura como cancelación ritualmente definitiva de su insoportable y pavorosa fundación originaria: la violencia de todos contra todos componiendo el escenario primordial de la Guerra.
Sobre ese pavor pánico de sus propios orígenes –la Guerra- se construye la memoria fundante de la alienación colectiva que todo Estado exige por parte de sus súbditos.(11)
En términos de su misma determinación genético epistemológica se puede decir que tanto la Revolución liberal como la propia Revolución Socialista se han producido, en su objetivo resultado histórico, como vastos movimientos políticos colectivos “llevando a la práctica” el argumento racional del pensamiento hobbesiano: el Estado como Soberano Señor de la Paz que reina en la Sociedad Civil que El Mismo funda. (15)
A partir de Hobbes se piensa y se inventa la Revolución Liberal. (15)
La dictadura de Cromwell (…) cumple prácticamente todos los requisitos instrumentales que Hobbes establece en su Leviatán como condición de un Poder Soberano asegurando la pacífica existencia civil (“burguesa”) de todos sus súbditos: libres para consagrarse a su específico trabajo profesional y a su individual existencia particular siempre que se atengan públicamente a la ley y no intervenga en conjuras sediciosas. (32)
Ante todo Hobbes es un “físico” que estudia las “leyes racionales” con que la naturaleza constituye los Cuerpos que integran el Mundo. La Política, propiamente, no es otra cosa que la culminación del “arte” del hombre, en cuanto imitación, desde la razón humana, de la “operación racional” de la naturaleza en la constitución de la realidad física, corpórea. (48)
En Hobbes la resonancia pitagórico-platonizante de la mathesis universal de Galileo y Descartes manifiesta su decidida sustancia política burguesa. (50)
Lo que según la dominante tradición metafísica de nuestro lenguaje científico se denomina “estados de conciencia”, en la escritura hobbesiana se analiza en términos de movimientos físicos propios de la naturaleza corporal de los humanos. (59)
Frente al estado de naturaleza –guerra de todos contra todos- la Sociedad Civil sólo se hace posible mediante la fundación del Estado (…) la antítesis de la Guerra. Sin Estado no hay Sociedad entre los humanos, sino puro “estado natural” de violencia universal. (64)
Denomínase natural porque se acomoda a nuestra naturaleza, porque podemos conocerla mediante las fuerzas naturales de la razón y porque tenemos una tendencia natural a cumplirla, que se traduce en íntima satisfacción o en remordimiento. (66)
El Estado no es un “cuerpo natural” sino “artificial”: no es una espontánea producción de “la naturaleza”, sino una histórica producción colectiva de los humanos cuyo “arte” imita … (67)
Conociendo las pasiones humanas desde el íntimo y profundo conocimiento de las propias, Hobbes sabe, definitivamente, que todo Estado no es sino temporal producción colectiva, sometida a las pasiones de sus humanos artífices: de su colectivo movimiento depende el mantenimiento o destrucción de ese gran artificio político. (…) Los conceptos hobbesianos de “estado natural”, “pacto social”, “estado civil” no son conceptos ontológicos tal y como sucede en el discurso escolástico del Derecho Natural, sino términos fisicalistas para la construcción de un modelo mecanicista capaz de asegurar científicamente el cálculo del movimiento colectivo de leviatán, asegurando así la propia existencia y libertad física del que así calcula su propio futuro. (69)
Sin el temible poder de Leviatán, sin la Razón Política que su Ley impone sobre sus atemorizados y respetuosos súbditos, los humanos, abandonados a su solitaria razón individual, a su puro derecho natural de conservación particular, retornan a la violencia absoluta de su propia pasión y voluntad de poder: cada uno se enfrenta a muerte con la tanática amenaza que son para él todos los demás. (71)
La violencia universal de ese “estado natural” anterior a la fundación del estado es el caótico movimiento colectivo que vuelve a producirse allí donde Leviatán desaparece. La Guerra Civil Inglesa es el trágico movimiento colectivo donde Hobbes verifica, en el riesgo mortal de su propia existencia, la validez absoluta de su hipótesis mecanicista sobre la violencia natural de las pasiones humanas allí donde ha desaparecido su político freno: el atemorizante Poder Común que a todos mantenía en respeto. (72)
El concepto hobbesiano de “estado de naturaleza” ya no es, como era en el discurso escolástico del Derecho Natural, una pura construcción ontológica de inspiración metafísica. Ahora es la pura definición nominalista de un movimiento colectivo físicamente observable y experimentable: la violencia universal de la Guerra Civil. “Estadio cero” anterior a Leviatán y a su Sociedad Civil que vuelve a repetirse siempre que el Estado explota en la guerra universal que es toda Revolución: caótica explosión colectiva de la violencia física de las pasiones humanas, regresando a su desnudo estado de naturaleza. (72)
Antes de que se haya producido colectivamente el Estado no hay otro Derecho Natural sino el violento movimiento pulsional hacia la propia conservación particular. (73)
Frente al “acuerdo natural” de las criaturas irracionales que viven socialmente entre si, como las abejas i las hormigas (por lo cual Aristoteles las enumera entre las criaturas políticas), el acuerdo social de los hombres, dotados de palabra y así de razón “proviene sólo de pacto, lo cual es artificial” (73)
La ausencia del miedo a la muerte y a la violencia “haría imposible que ningún hombre estuviese obligado a obediencia en ninguna clase de Estado”. El argumento objetivo del acuerdo que a todos fuerza a a “aceptación racional” del Poder Soberano que así se funda es el terror a la propia muerte, inminencia cotidiana allí donde reina el estado natural de guerra de todos contra todos: en la Guerra Civil. Inminente posibilidad física o tanática actualidad que sólo se evita o concluye mediante la fundación colectiva del Estado. (76)
El miedo a la muerte impide todo confort existencial, toda racional esperanza puesta en el propio trabajo. El deseo de vivir, la pasión natural por la propia conservación física, es lo que sobredetermina, frente a la inminencia física de la propia muerte en el contexto de una guerra civil, el movimiento colectivo hacia la “institución racional” de Leviatán; su Soberano Poder es el único capaz de garantizar la paz y la seguridad física de todos sus sometidos súbditos. La Razón absouta del estado (…) se funda en última instancia (…) en el terror por la propia muerte …. (76)
Leviatán asegura la vida en la paz de sus propios súbditos, cuyo pacífico y razonable comportamiento se basa en el propio temor que a todos infunde ese omnímodo poder soberano, imponiéndolo como ley. (76)
Leviatán custodia el sueño de los suyos, que así pueden trabajar en paz y cumplir razonablemente sus mutuos contratos y convenios. (…) cuyas vidas quedan aseguradas así para la productiva prosperidad de la Sociedad Civil. (79)
En los nuevos tiempos que se inician con la revolucionaria constitución colectiva del estado nacional, lo que se impone políticamente es la pasión burguesa por la seguridad física fundando la Razón Absoluta de Leviatán, sin cuya espada nadie asegura el cumplimiento de los pactos, la pacífica y domesticada dedicación al trabajo, el seguro y calculable funcionamiento del mercado, clave del bienestar colectivo de la nación. (79)
Hobbes piensa el Estado nacional como conclusión definitiva del pavoroso discurso de la Guerra. (81)
El temor a la propia muerte es el último fundamento de la Soberanía del estado sobre sus conscientes o inconscientes súbditos. Tal es el ultimo argumento dramático del discurso de Hobbes (87)
… el Estado Nacional se funda ritualmente como recapitulación Soberana del miedo colectivo, capaz de inspirar miedo al miedo, imponiendo sobre sus súbditos su propia Paz, su propia Ley.
El terror a la propia muerte se resuelve colectivamente en el respeto y temor al estado (88)
… temor a la ira del Estado.
Cuando el Estado en lugar de evitar el miedo, lo produce, acaba produciendo su propia destrucción .
Allí donde un estado gobierna desde el terror permanente a su propio poder, en lugar de resolver políticamente el miedo colectivo a la muerte, lo está produciendo y fomentando, impulsando su propia destrucción: el retorno colectivo al terror originario de la Guerra Civil.Cuando el estado es capaz de imponer temor y respeto a todos, cuando es capaz de imponer sus leyes con el acatamiento explícito de la inmensa mayoría de sus súbditos, su gobierno no produce terror, sino seguridad colectiva de todos. (89)
Sólo en cuanto su poder soberano resuelve el miedo a la muerte de sus súbditos, transmutado así en temeroso respeto a la Ley, se hace posible la sociedad (90)
Todo sujeto físico individual, en cuanto súbdito de un estado, aliena en él su propia violencia física, en tanto capacidad de herir o matar a otro hombre. (90)
Toda fundación revolucionaria de un Nuevo Estado, todo pacto colectivo instituyendo un nuevo Soberano Salvador del miedo, se resuelve como acumulación originaria de ese capital político fundacional que es el terror colectivo de todos los vivos ante la desbordante productividad tanática de la guerra originaria. Sobre el terror de la Guerra Civil deviene Soberano aquel que monopoliza carismáticamente el miedo de todos los demás ante los evidentes títulos de propiedad con que su persona asume la última responsabilidad sobre esa originaria acumulación de muertos que constituye el cimiento absoluto de su propio poder como Fundador de un Nuevo estado. (92)
Caótico fin y retorno al terror originario de la “naturaleza salvaje”, reproduciendo el trágico escenario originario de donde penosamente se volverá a salir con la fundación colectiva de un Nuevo Estado instaurando políticamente su propia Sociedad Civil. Ciclo retorno del caos Originario, cíclico retorno del estado de naturaleza, Cíclica destrucción y recreación de leviatán. Eterno retorno de la Vida en la Muerte, de la Generación en la Disolución: común destino de los humanos con toda otra naturaleza viviente. (102)
Carlos Moya, "Thomas Hobbes; Leviatán o la invención moderna de la razón", (1980)
Thomas Hobbes,
Leviatán, Editora Nacional, Edición preparada por C. Moya y A. Escohotado, Madrid 1983, segunda edición corregida