Escrito por Luis Roca Jusmet
El 12 de febrero murió, a los 79 años, el sociólogo crítico francés Robert Castel. Para él la sociología era una ciencia que debía estar ligada a propuestas de transformación social. Es decir, que debía romper lo que Wallernstein denominaba el abismo entre las dos culturas, la científica y la humanística. Esto no quiere decir que como ciencia no fuera objetiva y mostrara los procesos sociales en su dimensión real. Quiere decir que no era ni pura ni imparcial, que es una construcción social inscrita en un tejido social y que básicamente debe denunciar la ideología que legitima las relaciones de dominio. Quiere decir que el científico social debe comprometerse políticamente por una realidad mejor. Esta era su apuesta y siempre fue fiel a ella. Desde esta postura analizó el orden psiquiátrico y se movilizó con los movimientos reivindicativos de presos y enfermos mentales, al lado de gente como Michel Foucuault o Franco Bassaglia.
Últimamente estaba preocupado por la exclusión social, la precarización del trabajo y la pedida de derechos sociales de la población. Uno de sus últimos libros fue
Las metamorfosis de la cuestión social, publicado en 1995 y traducido al español. Políticamente estuvo siempre del lado de los oprimidos.
Como no he trabajado a fondo la obra de Castel, me voy a limitar, en un pequeño homenaje, a comentar un texto breve que publicó el Círculo de Bellas Artes de Madrid el año 2006 en un pequeño libro titulado
Pensar y resistir. La sociología crítica después de Foucault. El artículo de Robert Castel se titula "Crítica social. Radicalismo o reformismo político".
En este artículo plantea varias cuestiones interesantes. En primer lugar la necesidad de una sociología crítica radical. Radical quiere decir que llega al fondo de las cuestiones y de las relaciones de poder. A ello contribuyeron, continua, de forma significativa Michel Foucault y Pierre Bordieu. Su trabajo en este sentido es fundamental y necesario. En segundo lugar es que si de esta crítica radical se deduce una propuesta radical, es decir revolucionaria. Castel plantea que no. Esto quiere decir que una cosa no implica necesariamente la otra. En el caso de Pierre Bordieu nos explica que comienza con posturas políticas reformistas ( que rechazaban totalmente la ultraizquierda maoista o troskista) pero su análisis de la violencia simbólica le lleva a criticar el reformismo, aunque no articula propuestas políticas claras. El caso Foucault lo concreta menos. Pero yo añadiría que su proceso es inverso al de Bordieu. Foucault simpatiza con los maoistas en el post-mayo del 68 y denunciar lo que llamaba la microfísica del poder. Posteriormente relativizará esta crítica y se centrará en la crítica de las relaciones de dominio, que en parte centrará en el Estado, sobre todo por su defensa de los disidentes de los paises del Este. Esto llevará a Foucault, como bien ha analizado José Luis Moreno Pestaña, a una posición política reformista, coincidente primero con el sector renovador del socialismo francés ( concretado en Michel Rocard) y después en la "Tercera vía" de Blair ( aunque hay que decir que Foucault no vivió el desarrollo de su gobierno).
En todo caso es interesante conocer la propuesta de Castel. El sociólogo defiende un reformismo radical frente a la contrareforma liberal. La revolución le parece una opción imposible en Europa. La razón es que los grupos de ultraizquierda ( como los troskistas) ni siquieran hacen política, ya que no tienen un programa que pueda aplicarse, no son una opción real de gobierno. Lo hay que hacer hoy para Castel es resistir la contrareforma liberal y pasar a la ofensiva con propuestas de profundización y ampliación de los derechos existentes. Hay que resistir la lógica del capitalismo y de sus relaciones de dominio a través de la derecha neoliberal, que quiere desmantelar los derechos sociales conquistados. Se había conseguido en Europa, dice Castel, un cierto Estado Social, una universalización de los derechos sociales y de las protecciones de los trabajadores frente a los riesgos. El trabajo había sido relativamente desmercantilizado, Lo había sido al imponerse regulaciones. La lógica del capitalismo se había limitado. Pensar en una revolución imposible no es la vía adecuada en estos momentos, dice Robert Castel, desde el escepticismo de la vejez. No porque no sea deseable sino porque no es posible. Y no ser realista evita la resistencia efectiva a esta contrareforma de la derecha y el capital.
Materiales para el debate que nos ofrecía este viejo luchador. Estemos de acuerdo o no está claro que su punto de vista era honesto y comprometido, como siempre, con los oprimidos.