El malestar en la estética( traducción Miguel Angel Pretecca, Lucía Vogelfang y Marcelo G. Burello)Buenos Aires : capital Intelectual, S.A.
Jacques Rancière es uno de los más interesantes filósofos vivos y uno de los más renovadores pensadores de la izquierda. Es un filósofo en el sentido que apuntaba Deleuze : un creador de conceptos. Esto no quiere decir inventarse palabras, ni tan solo ideas. Quiere decir transformar las palabras para darles una nueva significación. La intención es abrir nuevos horizontes para pensar la realidad. Este libro contiene textos que transcriben conferencias dadas entre 2002 y 2004 que tienen un mismo hilo conductor : la política y la estética contra el giro ético que domina el discurso del consenso. Tenemos así los conceptos clave de Rancière. Política es el desacuerdo, es el movimiento democrático de aquellos que cuestionan el orden establecido de los lugares establecidos. El consenso es la negación de la política porque supone una negación del conflicto, del antagonismo, de los excluidos, de las reivindicaciones. La estética es el nombre de identificación específica del arte, que es una ruptura con la clasificación convencional de las bellas artes. Tiene un sentido crítico, por lo que el malestar le es consustancial. La política y la estética son emancipadores porque señalan un desorden, una no identificación con la jerarquía que señala los lugares de cada cual. Y que al señalarlo marca lo que pueden percibir, pensar y sentir. Rancière trabaja conceptualmente esta noción de
estética. Entender el régimen de funcionamiento del discurso y de la práctica estética.
En este libro se ocupa como el arte se convierte en una promesa de ser más que un arte o de diluirse como tal al transformarse en una política o en una metapolítica. Analiza la crisis del término
vanguardia como ruptura entre la radicalidad artística y política. La política, para Rancière, no es el ejercicio del poder o la lucha por el poder. Cuestiona el reparto de lo sensible que hace la estética. La relación entre política y estética es, entonces, la de cuestionar como se recortan y limitan los espacios y los tiempos, los sujetos y los objetos, lo común y lo singular. El arte y la política son formas de relacionarse los cuerpos singulares en un determinado espacio y tiempo específicos. Pero el arte no debe servir para explicar a los oprimidos su opresión. Los oprimidos ya lo saben, lo único que les falta es entender que las cosas pueden transformarse. Que es posible el cambio. El arte debe hacer propuestas en cuanto a esta reconfiguración de lo sensible. Rancière analiza, en concreto, lo que llama la mezcla de los heterogéneos como muestra de arte contemporáneo. Esta mezcla lo hace a través de lo que llama el juego, el inventario, el encuentro y el misterio. Nos da ejemplos concretos de cada una de estas formas. Hay también dos artículos críticos con las propuestas de Alain Badiou y de Jean-François Lyotard. Me ha parecido más inteligible y accesible el segundo que el primero. También más interesante, por la manera como lo liga a l
o sublime de Kant. El último texto se titula "El giro ético de la estética y la política" y es el que más me ha gustado, quizás porque es más filosófico y político y la estética y el arte no están entre los mis prioridades. Hay una hipótesis fuerte, muy polémica pero muy fecunda. El giro ético de la estética y de la política no es un giro moral, en el sentido de buscar criterios normativos a partir de los cuales hacer juicios morales de la política y la estética. Es otra cosa. Se trata de diluir el derecho en el hecho, por un lado, y de disolver la política y la estética en una comunidad consensuada. Es el dominio del consenso de una ley única totalizadora: la Ley del Otro. Rancière analiza dos películas que son la cara y de la cruz de este planteamiento, que es el de la justicia y la deuda infinitas, que tienen una base ideológica en el ya citado Lyotard. La primera película es
Dogville de Lars Von Trier y la segunda
Mystic River de Clint Eastwood. En la primera película, Grace, la protagonista, es víctima de un mal que es el de la propia sociedad, un mal que se produce y se reproduce sin fin y para el que se necesita, por tanto, una justícia infinita. En la segunda hay una cadena de culpabilidad que también es infinita : todos somos culpables. La comunidad política heterogénea se convierte en una comunidad ética homogénea. Esta ética se entiende como redención por venir o como trauma original. El acontecimiento es primordial o está por venir, pero siempre es teológico. Estas son algunas de las reflexiones que contienen los textos que articulan este libro. Escritos que enriquecen las traducciones abundantes que por fortunas se están haciendo los últimos años del francés al castellano. Quizás Rancière cae en este estilo francés que a veces hace la argumentación poco clara y demasiado retórica.