El enigma cuántico. Encuentros entre la física y la conciencia Bruce Rosenblum y Fred Kuttner
( Traducción de Ambrosio García Leal)
Barcelona : Fábula Tusquets, 2012
Escrito por Luis Roca Jusmet
La teoría cuántica ha sido quizás el discurso científico que ha dado lugar a más especulaciones de todo típo, sean metafísicas o simplemente pseuoespiritualistas. Incluso en el marco de las llamadas medicinas alternativas ha parecido una medicina cuántica capaz supuestamente de sintetizar lo mejor de la ciencia y de las tradiciones de la sabiduría oriental. Después de una física newtoniana y mecanicista que se contrapone a la metafísica y a la espiritualidad parece que la física cuántica abre la puerta a los planteamientos más increíbles. Todo ello en una ceremonia de la confusión en la que todos los gatos son pardos y no hay manera de separar el grano de la paja.
En este contexto libros como éste merecen, a pesar de sus limitaciones, ser bien recibidos. Está escrito por dos físicos que quiere abrir la mecánica cuántica a la reflexión filosófica.
El planteamiento es claro : la física cuántica es la teoría científica más confirmada, tanto a nivel experimental como de aplicaciones tecnológicas. Desde el láser hasta el transistor hasta la resonancia magnética son aplicaciones directas de la física cuántica. Todas las previsiones funcionan y por tanto la teoría es indiscutible. Pero a partir de la revolución científica que situó a Europa en el siglo XVII a la vanguardia de la ciencia el lenguaje de la física es matemático, no conceptual. Esto quiere decir que no hace falta que entendamos lo que dice. Lo único necesario es que podamos formularlo, deducir alguna consecuencia que pueda ser experimentada y poder aplicarlo. La mayoría de los físicos, como dicen los autores, prescinden de entenderla a nivel epistemológico y ontológico, es decir filosófico. Entenderla a nivel epistemológico quiere decir evaluar lo que significa a nivel de conocimiento humano. ¿ Podemos afirmar que el sujeto observador construye el objeto que observa ? ¿ Existe un mundo físico independientemente del observador ? Pero es sobre todo a nivel ontológico cuando aparecen las preguntas radicales : la primera es sobre el determinismo y la segunda sobre la naturaleza de lo real. El problema del determinismo surge de la pregunta sobre si todo lo que ocurre es resultado de todos los condicionamientos anteriores y es, por tanto, inevitable. Es decir, que todo responde a una causalidad múltiple que lo provoca y que hace que lo posible, lo necesario y lo real coincidan. Este es para mí el planteamiento correcto del problema. Muchas veces se identifica el determinismo con su versión más superficial, que es el mecanicista. Determinismo no quiere decir que hay unas leyes inexorables sino que todo lo que ocurre responde a una causa, aunque esta sea la interacción de muchos condicionantes, cuyo resultado final lleva a un único efecto. Spinoza es el filósofo que lo plantea de manera clara y se nota a faltar su presencia en el libro. El que los autores del libro digan que no podemos dudar de la existencia del libre albedrío me parece muy poco fundamentado. Por supuesto que podemos y debemos hacerlo.
La naturaleza de lo real está ligada a la cuestión epistemológica sobre la existencia o no de una realidad independiente del observador. Aquí es cuando aparece con más fuerza la cuestión de la conciencia. El método que siguen los autores es plantear por una parte el enigma cuántico, por otra el misterio de la conciencia y finalmente establecer una relación entre una y otro. Respecto a la cuestión de la conciencia me parece que es imprescindible incorporar a Antonio Damasio como el neurocientífico actual que mejor sabe plantear los problemas filosóficos relacionados con la tríada cuerpo/cerebro/mente. De todas maneras es interesante la exposición de David Chalmers.
Los autores entran en la relación entre la mecánica cuántica y la teoría de la relatividad. Explican la posición realista de Einstein y su escepticismo con el cuestionamiento del mundo independiente del sujeto a partir de estas teorías. También describe muy la posición pragmática de Niels Böhr y la Escuela de Copenhague, frente a otras más arriesgadas como la de Schrödinger o la de Bell, a través de las paradojas que plantearon y que los autores intentan situar en su justa dimensión. También abordan con prudencia pero sin prejuicios la hipótesis de los mundos posibles.
Es una lástima que cite tradiciones como el Vedanta y no entre un poco a fondo en los paralelismos, que me parecen que pueden hacerse de manera fecunda sin sincretismos tipo New Age.
El libro es, por tanto, aceptable. Un punto de partida correcto para reflexiones más elaboradas. El único fallo es la muy limitada y empobrecida visión que tienen los autores de la historia de la ciencia, más allá de la correcta explicación de la revolución científica de Galileo y Newton y de las radicales innovaciones de la teoría de la relatividad y la física cuántica. Parece como si la ciencia empezara con Galileo y antes solo hubieran prejuicios y mitos, exceptuando el caso griego. Lo cierto es que en la Europa medieval hubo trabajos científicos muy interesantes . Incluso algunos historiadores como Pierre Duhem consideran que la ciencia moderna es una continuidad de esta) y como señalan científicos e historiadores de la ciencia como Joseph Needhman hubo en China una tradición científica muy potente, que solo quedó por detrás de Europa a partir de la ciencia galilea-newtoniana.