Escrito por Luis Roca Jusmet
Uno de los aciertos del eneagrama, teoría psicológica sobre la cual ya he expresado mis reservas en un post, es la capacidad intuitiva que tiene para mostrar las tipologías humanas. Es el caso del tipo UNO, es decir del perfeccionista.
La pasión que mueve al perfeccionista es la ira. Pero el perfeccionista no es agresivo ni violento, como el tipo OCHO por ejemplo, sino aparentemente pacífico. Es una persona que no se permite ser agresivo porque su superyo no se lo permite. Tiene un Ideal de Yo modélico al que quiere imitar, su narcisismo es un narcisismo del Ideal. Porque solo quiere las normas y su Ideal.Todo tiene que someterse a él, incluso é mismo, El perfeccionista es rigido y exigente, consigo mismo y con los otros. No es flexible ni cede nunca. Quiere demasiado a su Ideal para hacerlo. Esto quiere decir que es radicalmente egoísta.
Hay dos tipos de perfeccionistas. En el primer caso se consideran perfectos, con lo que son además arrogantes. En el segundo se consideran imperfectos como los otros pero en el fondo consideran que los superan porque ellos tienen el Ideal. En el primer caso son seguros de sí mismos y están pagados de sí mismos.. En el segundo son inseguros y se sienten culpables por no ser tan perfectos como deberían. En este caso pueden respirar una cierta humanidad aunque sean muy estrictos con los otros, En el primero son incapaces de entender las debilidades ajenas.
El extremo del perfeccionista es el fanático. Son capaces de sacrificarse y de sacrificar a cualquiera por su causa, es decir por su Ideal. Políticamente son incapaces de negociar y de ser posibilistas,Siguen con sus principios inamovibles caiga quien caiga. Los encontramos en la izquierda y la derecha y en ambos casos son igualmente nefastos.
Los perfeccionistas hacen tanto daño como su extremo, que son los que no tienen principios. Piensan que ellos mismos, los otros y el mundo deben adecuarse a su modelo de como deberían ser las cosas. No entienden que la perfección no deja de ser un invento humano y que los procesos reales siguen un curso en el que podemos y debemos intervenir, sin intentar someterlo nunca a nuestras expectivas ideales. Porque no es posible y lo único que conseguimos es amrgarnos y amargar a los otros. O peor.