Escrito por Luis Roca Jusmet
El psicoanálisis es un punto de conflicto, ya desde su aparición a principios del siglo pasado.Pero sobrevive. Lo hace en las instituciones y en la cultura, no solo en el diván. Una de sus corrientes más vivas es, sin duda, la lacaniana. Ya sé que Lacan era un pedante, que tiene un estilo difícil y que muchos lo acusan de ser un farsante. Pero si uno tiene la paciencia de trabajarlo encuentra un filón inagotable de sugerencias para pensar la clínica y la condición humana.
Algunos que aceptan lo que acabo de decir critican, sin embargo, a los lacanianos. Los critican por escolásticos, dogmáticos y sectarios. Es posible. Pero lo cierto es que los lacanianos españoles son muy productivos, dicen y hacen cosas interesantes. La revista "Freudiana", una de sus publicaciones, es muy interesante ;y todavía lo era más otra que dejó de salir hace unos años y que se llamaba "El niño". Actualmente se publica en Granada una colección de textos muy breves que recoge conferencias de representantes del psicoanálisis lacaniano español. Me voy a referir a uno de ellos por la densidad y riqueza de las ideas expuestas.
El autor es el psicoanalista gallego Manuel Fernández Blanco y el librito se llama
El lenguaje del Yo en la modernidad. Lo primero que hace es describir lo que es el Yo para la tradición psicoanalista freudiano-lacaniana: no es innato es algo adquirido. Se origina a partir del
estadio del espejo, es decir la contemplación de la propia imagen en un espejo o a través del semejante. Esta experiencia se realiza entre los 16 y los 18 meses. Con la autoimagen el organismo se transforma en un cuerpo, que es la base del yo. Es una imagen acabada y total. Algunas patologías graves aparecen cuando no se da esta construcción del cuerpo. Esto sucede en el autismo o en psicosis infantiles. Estos niños no pueden constituir un yo y no saben diferenciar entre el interior y el exterior. La construcción del cuerpo en el estado del espejo produce sentimientos ambivalentes : por un lado júbilo y por otro angustia. la imagen me la da el otro y también puede desposeerme de ella. Es la agresividad hacia el semejante. esta es la identidad imaginaria del sujeto.
La identidad simbólica viene dada por el Ideal del Yo. El Yo ideal de cada cual se subordina a este Yo ideal, lo imaginario a lo simbólico. La imagen que proyectamos de nosotros mismos debe seguir el modelo del Ideal interiorizado. El ideal del Yo reprime la pulsión y esto produce una neurosis generalizada en la civilización.Pero actualmente hay una caída del Ideal y un imperativo de gozar. El superyo no es represivo sino que está aliado con la pulsión. El imperativo no frena el goce sino que lo potencia : gozar es una obligación. Pasamos del neurótico al perverso. Se elimina la culpa. Este imperativo del goce no lleva a la felicidad sino al malestar, a la depresión generalizada esto ocurre porque la felicidad es un deber y nadie entiende ni acepta sus límites.
En este contexto hay un delirio yoico. El yo está inflado. No hay problema de autoestima porque todos queremos nuestra imagen. Es un yo que dice : "tengo derechos", "soy víctima", "yo quiero". El un yo sin responsabilidad : los derechos no comportan obligaciones; considerar víctima de alguien o de algo significa que no nos hacemos responsables de lo que somos o lo que hacemos : siempre podemos culpabilizar al Otro, aunque sea "la sociedad" o "el sistema". El yo no espera : lo que quiere lo exige ahora. El yo habla y no escucha, solo se escucha a sí mismo. En lugar de diálogos hay monólogos interrumpidos. nadie se responsabiliza tampoco de lo que dice y de los efectos de su palabra. En nombre de "la sinceridad" o "la espontaneidad" lo podemos decir todo, cuando queramos y a quien queramos. Igual que la culpa se elimina también la vergüenza : mostramos lo que la represión ocultaba.
¿ Que nos propone el autor del texto ?. En primer lugar no confundir la identidad con la identificación. La identidad es la manera como cada cual goza, que es singular y estructural, siempre es igual a sí misma. Pero es inconsciente, con lo cual es el sujeto del inconsciente el de este deseo que se rige por nuestro modo de gozar. Es el deseo que surge de este inconsciente que tiene escrita una determinada manera de gozar el que nos da nuestra identidad. Se trata del saber hacer con la pulsión. Este saber hacer implica la aceptación de un límite.
El texto es muy sugerente, pero tambien
me plantea algunas dudas. La primera es que reduce el yo a lo imaginario. Me parece que hay algo estructural en el yo que es el carácter. Entiendo por carácter una estructura interna que nos limita que pone límites al otro. Es una noción de
carácter relativamente convencional, que el psicoanálisis lacaniano no acepta pero que considero fundamental. Otra duda es la cuestión del yo narrativo. Me parece una idea interesante, formulada tanto por neurocientíficos ( Antonio Damasio) como por filósofos ( Paul Ricouer).Es una identificación simbólica, no imaginaria, en la medida que es una construcción desde el lenguaje. En cierta forma construimos un relato sobre nosotros mismos y podemos desde él ser veraces en la autoconciencia. El yo es desconocimiento, ciertamente, porque tiene algo de ilusorio. Pero no es solo esto.
En todo caso la cuestión fundamental es preguntarselo que es este modo de goce del que hablan los psicoanalistas lacanianos como lo más singular. Esta singularidad propia. Esta claro que hay algo propio, singular, que se escapa a alas identificaciones. Pero nunca he entendido la manera como lo plantean Lacan y sus seguidores. Me parece que acaban formulando, finalmente, una especie de mística del inconsciente que no puedo seguir.
En todo caso, un denso análisis que vale la pena leer,