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Reseña de
El ojo y el espírituMaurice Merlau-PontyPrefacio de Calude Lefort( Traducción de Alejandro del Río Hermann)Madrid : Trotta, 2013
Escrito por Luis Roca Jusmet
Maurice Melau-Ponty es uno de los grandes filósofos franceses del siglo XX. Nació en 1908 y fue contemporáneo de Jean-Paul Sartre y Jacques Lacan, con los que mantuvo una intensa relación ambivalente y también fecundos debates. Con el primero fundó y dirigió una revista paradigmática :
Les Temps Modernes. Merlau-Ponty murió joven, a los 53 años ( el año 1961) y durante los años 40 y 50 estuvo en primera línea del pensamiento francés. Tuvo discípulos muy brillantes, como Claude Lefort, que hace un emotivo e inspirado prólogo al escrito que nos ocupa. Merecería, dicho entre paréntesis, que volviéramos a Lefort, uno de los filósofos políticos que han tratado de forma más interesante la relación entre democracia y totalitarismo. El título me parece, de entrada, magnífico : el ojo y el espíritu. Es como una especie de nota final, muy libre y muy personal, a los análisis del cuerpo como sujeto de la experiencia que se desarrollan en
La fenomenología de la percepción y en
Lo visible y lo invisible. Nos lo recuerda, en su inspirada introducción, Claude Lefort. Se trata de buscar lo que hay más allá de lo aparente y lo hace reflexionando sobre la pintura. También la ciencia va más allá de la superficie, pero lo hace con una actitud de manipulación y mediante modelos abstractos. La ciencia busca variables a través de las cuales puede entender la naturaleza de los cuerpos y sus transformaciones. La ciencia y la pintura actuales son, en este sentido, platónicas: buscan las formas invisibles de todo aquello que conforma el mundo. Pero no en Otro Mundo sino en éste.
El filósofo francés reivindica la experiencia frente al experimento en esta mirada concreta y profunda. Mirada del que continua habitando el mundo, cuerpo entre los cuerpos y las cosas, y no del que se separa en la objetividad del científico. No hay aquí un alegato contra la ciencia sino la reivindicación de otros espacios posibles. El pintor aporta su cuerpo en acto, vidente y visible, porque ve y es visto. Tampoco es una mirada moral, porque el pintor se acerca a las cosas sin valorarlas. Hay una referencia breve pero sugerente respecto al imaginario. La imagen mental nos permite actualizar lo ausente, lo que se escapa a la percepción. El imaginario es una textura que impregna nuestra mirada. Vemos a través de la recepción sensorial pero también a través de este imaginario que genera una red de asociaciones y de emociones. En nuestra mirada se cruzan nuestro cerebro y el mundo físico. El pintor hace gesto este encuentro expresándolo a través del lienzo. El arte no es solo un artificio, ni una representación. Es saber captar lo que emerge de un fondo primordial que es el del misterio del mundo. Merleau-Ponty busca en Cezanne el paradigma de lo que trata. Es el pintor que piensa la pintura. Lo hace, sobre todo, a través de un estudio sobre la profundidad. Toda su vida la dedica a esta meditación. La luz, el color y la profundidad, sobre todo la profundidad, despiertan un eco en nuestro cuerpo. No es simplemente una tercera dimensión del espacio sino la apertura de un mundo en el que cada cual tiene un lugar respecto a sí mismo y respecto a los otros. Fue Descartes el que quiso reducir totalmente la mirada a lo extensión, al decir que hay que ver con las manos. El libro tuvo un paradójico final. Dice Merlau-Ponty : " Si las creaciones humanas no son algo adquirido, no es solamente porque, como todas las cosas, ellas pasan : es también porque tienen casi toda una vida por delante".
Al pensador francés le quedaba, cuando escribió estas palabras, muy poco hilo de su vida. Casi nada. Pero es su obra la que permanece, para que podamos entenderla y disfrutarla, como a él le hubiera gustado, con el ojo del espíritu.