Escrito por Luis Roca Jusmet
Incluyo en este post una charla muy interesante que he encontrado de Enric Berenguer, psiconalista lacaniano, que justamente tiene que ver con lo escrito y que tiene como título "Hacer lo imposible".
Poder es una palabra que tiene múltiples significados. Nietzsche le da una importancia ontológica fundamental. Para él es capacidad, fuerza, posibilidad. Tiene un sentido positivo que anteriormente encontramos en Spinoza: el poder es acción y la acción conduce a la alegría. Para Schopenhauer, en cambio, el poder es maléfico: tiene un carácter destructivo, negativo que solo genera caos y malestar. Foucault recoge de Nietzsche la problemática del poder y lo analiza como una relación que se ejerce en todos los ámbitos de las relaciones humanas. La conclusión a la que llega Foucault es que el poder como relación, por su carácter omnipresente, no puede considerarse negativo. Solo cuando tiene un carácter de negación lo será y entonces lo llamará dominio. Esto marcará su gran diferencia con Nietzsche.
Pero no es sobre el poder como relación de lo que quería hablar. Quiero hablar del poder como el poder hacer. Porque hay aquí una ambigüedad terminológica y más a fondo conceptual que nos impide clarificar la cuestión. Cuando no podemos hablamos a veces de impotencia y a veces de imposibilidad. Leí una vez de un psicoanalista lacaniano que el análisis solo puede conducirte de la impotencia a la imposibilidad. Es decir, que el neurótico es impotente y esta impotencia le conduce a la duda ( obsesión), a lo insoportable ( fobia) o a la frustración ( histeria). Es impotente por lo que espera del Otro. Pero el Otro no existe y esto es lo que debe entender el neurótico. Es la aceptación de la castración simbólica, que quiere decir la aceptación de los propios límites, de lo imposible. Bueno, esta es la manera como entiendo, en lenguaje claro ( que no es su fuerte ) lo que plantean los lacanianos. Precisamente escuchando a otro lacaniano entendí una posible diferencia entre la tragedia y el drama. Lo trágico se basa en la imposibilidad de cambiar el destino. Lo dramático se basa en la angustia ante un destino que depende de tus decisiones. Edipo y Hamlet. En la tragedia de Edipo lo imposible se convierte, de todas maneras, en insoportable. Edipo se arranca los ojos. En Hamlet es la duda lo que es insoportable.
Quizás lo que quieren decir los psicoanalistas solo seremos capaces de responsabilizarnos de nosotros mismos cuando aceptamos lo que somos. La cuestión es que queremos decir con "lo que somos". "Se quien eres" decía Píndaro, si no me equivoco. Los mismos psicoanalistas lacanianos dicen, de toda maneras, que "no somos nada". Frase paradójica que quiere decir que somos algo, no somos la nada, pero que no somos nada substancial, consistente, que no tenemos esencia. Quizás podríamos hablar de algo singular, propio. Un resto, decía Lacan si no lo entiendo mal, del proceso de socialización que nos conduce por los senderos de la ley y nos atrapa en el lenguaje. Pero queda algo nuestro, muy pequeño. Este algo nuestro es lo que nos puede enseñar el camino del placer, lo que nos gusta. Regular el propio goce, dicen los lacanianos. Algo así será. Pero lo que queremos , decía Freud, lo sometemos al principio de realidad. Que no es lo contrario del principio del placer sino el propio principio del placer sometido a un contexto.
Es todo extraordinariamente complejo y me estoy dejando llevar, pensando sin sistematizar. Lo que podemos es siempre limitado. No lo podemos todo, como dicen los delirios de la psicología positiva. Lo que podemos lo hacemos si lo queremos. ¿ y si no podemos ? No lo hacemos. Pero no nos sentimos impotentes. Sentimos que lo que queremos es imposible y lo es porque no podemos. ¿ estoicismo ? Más bien Spinoza, que tiene un estoicismo alegre, algo epicureo. Hagamos lo que podamos y aceptemos lo que no podemos. Los obstáculos son externos o internos, no importa. Si son internos podemos ir eliminándolos. Pero es siempre actividad ( en esto coincidían Spinoza y Nietzsche) y nunca pasividad. La acción es el poder y la pasividad la impotencia. No hacer nada no es pasividad, es renunciar a hacer. Aquí no hay problema. Impotencia es querer y no poder creyendo que podemos. Esta creencia en que podemos cuando no podemos es una fuente de sufrimiento. Aceptemos y actuemos, quizás así transformamos la impotencia en imposibilidad. Quizás así viviremos mejor porque no dramatizaremos. Pero para no dramatizar hay que asumir lo trágico de la vida : el dolor y la muerte.
Tradujamos estas reflexiones al ámbito político. El término utopía designa lo imposible. Pedir lo imposible es ir al desastre. Cuando el mayo francés decía : "Seamos relistas, pidamos lo imposible" o el polémico filósofo Slavoj Zizek dice : "Pidamos lo imposible" más bien parecen referirse a que no aceptemos lo que se nos presenta como imposible sin serlo. El posibilismo sería entonces negativo porque parece significar que aceptas los límites que te pone el Otro. Límites que existirían en la medida en que los aceptas. Esta es, evidentemente la cuestión. Saber siempre cuales son las posibilidades reales que se desprenden de cada situación. Y actuar en consecuencia.