Luis Roca Jusmet
No conocía a Eduardo Galeano. Conocer a un escritor quiere decir haberlo leído con un mínimo de rigor y de atención. Me sonaba su nombre y había leído algún artículo y entrevista. Me había llamado la atención las palabras humanas, sabias y justas que ponían de manifiesto alguna de las respuestas a las preguntas del periodista de turno. Entonces leí
Los hijos de los 100 días ( S.XXI, 2012).
Debo reconocer que iba bien predispuesto a esta primera lectura en profundidad. He decir que no me decepcionó. Por el contrario : me entusiasmó más de lo que esperaba, que no era poco. El libro tiene una estructura temporal. Circular como un año, una rotación de la Tierra alrededor del Sol. Cada día es el pretexto para una noticia humana sin otro orden que los días del año : algo que pasa el 1 de enero hasta el 31 de diciembre. La circularidad también es temático : estas crónicas acaban igual que empiezan. No importa el año porque no hay ni progreso ni decadencia : lo que hay es repetición. ¿ Repetición de que ? Básicamente de la injusticia, de la estupidez y de la dignidad humana. Veamos que utilizo dos palabras negativas y una positiva. Me parece que van bien para poner de manifiesto esta perspectiva algo pesimista pero nunca nihilista que tiene Eduardo Galeano. Pesimista porque durante siglos se repite lo peor del ser humano y lo peor es lo que domina, lo que ejerce el poder. Pero no es nihilista porque el ser humano resiste con dignidad, a veces con heroísmo. Eduardo Galeano lo sabe y nos lo recuerda. Cada una de las páginas, de las noticias que expresan, es un fragmento que pone de manifiesto la inteligencia y la sensibilidad del escritor. Algunas de las cosas que describe son cómicas, otras son trágicas pero todas tienen un fondo común, todas nos enseñan algo sobre la condición humana. Es un libro inclasificable. Entre la poesía, la denuncia, el ensayo y el periodismo. Eduardo Galeano domina el lenguaje, escribe bien y con simplicidad. Me gusta este estilo claro y seco. Y sabe lo que quiere decirnos. Es como si fuera excavando en su memoria para ir sacando recuerdos de noticias que le impresionaron. La palabra clave me parece que es dignidad. Es la dignidad humana la que sobrevive, a pesar de los pesares. El tiempo va pasando y parece que no progresamos éticamente, ni moralmente, ni políticamente. O quizás a medias. Pero el dominio de los oprimidos, la explotación humana continúan. Pero también la resistencia y esta tampoco nunca se aplastará. No hay lugar para el cinismo ni para el derrotismo. Hay que agradecer a Eduardo Galeano, escritor y poeta, que nos permita disfrutar de esta pequeña joya literaria. Que sea capaz de emocionarnos, de sacudirnos, con estas pequeñas de las gentes que sufren y que ríen. Y de indignarnos frente a estos opresores crueles e indecentes que han sido capaces de los peores crímenes. La edición, por otra parte, impecable. Impagables, además, los pequeños collages del propio Eduardo Galeano que sirven para ilustrar cada uno de los doce meses del año