Escrito por Luis Roca Jusmet
La pregunta tiene tela, desde luego. Evidentemente no voy a dar una respuesta, porque ni en una vida de reflexión llegamos a contestarla. Pero nos la hacemos, y vale la pena hacerla, para avanzar en el camino que nos permite entendernos mejor a nosotros mismos.
Digamos que hay tres posibles respuestas, cada una de las cuáles tiene, a su vez, diferentes planteamientos. Primera respuesta : YO SOY YO. Segunda respuesta : YO SOY OTRO. Tercera respuesta : YO SOY.
La primera respuesta es la que implica itinerarios más claros y diferenciados. Está el camino que podríamos llamar
espiritualista. Dice :
Yo soy un alma,
yo soy un espíritu, y
o soy una substància inmaterial que está coyunturalmente ligada a un cuerpo. Cuando muere el cuerpo, entonces mi alma sobrevive. Es la respuesta pitagórica, elaborada por Platón. O la de la filosofía cristiana o islámica más convencional. Nuestra mente, nuestra voluntad, nuestros sentimientos son producto entonces de esta
realidad permanente que nos da la identidad; a partir de que aquí podemos hablar de inmortalidad, de reencarnación.... Luego está también, en esta línea, la respuesta cartesiana, que sería una derivación de este mismo planteamiento, aunque sustituyendo
alma/espíritu por
mente. Personalmente estas respuesta no me convencen en absoluto. Tendríamos luego el camino materialista.
Yo soy un cuerpo, yo soy mi cuerpo. Somos un cuerpo en el que hay un cerebro y la identidad, el yo, es un producto de estructuras y funciones cerebrales. El yo es entonces una construcción cerebral a partir de la memoria, la imaginación, la conciencia. Es la respuesta de los neurocientíficos como Antonio Damasio. Hay algo de verdad aquí, pero no toda, a mi modo de ver.
La segunda respuesta proviene de un frase que aparece en una carta escrita por el poeta francés Arthur Rimbaud. La expresión me gusta porque se refiere como a algo propio, quizás lo más propio, que se nos escapa. Detrás de la máscara que nos ponemos delante de nosotros mismos y de los otros, hay así algo que se nos escapa. Con el descubrimiento del
inconsciente Freud puso de manifiesto que somos un sujeto dividido, que hay una parte reprimida donde se esconden nuestros deseos más profundos. Lacan desarrolló muy bien el tema a partir del doble sentido de la palabra
je en francés. Por una parte es el
yo entendido como el precipitado de identificaciones con el que construimos nuestra imagen. Por otra el sujeto del deseo, que es el sujeto del inconsciente, indestructible, inaccesible e inalcanzable. Aquí hay algo interesante sobre lo que pensar.
Finalmente está el YO SOY. En nuestra tradición cultural es la respuesta de los místicos cristianos e islámicos, pero también la de una corriente filosófica greco-europea, que va de los estoicos a Pierre Hadot, pasando por Spinoza. Fuera de nuestra tradición, en aquello que llamamos Oriente,es la que se desprende del budismo, del taoismo. Pero es, sobre todo, la respuesta de
la rama advaita, no dualista del hinduismo. Una familiar muy querida, que murió hace poco, me regaló un libro de introducción al tema la última vez que la vi. Se trata de entender la ficción de nuestro ego, entender que somos simplemente. No somos algo, no somos nada, SOMOS. No es un juego de palabras. Reconozco que aunque me ido definiendo como materialista siempre me ha fascinado esta idea de un Ser único del que formamos parte y que la liberación pasa, precisamente, por entender que somos este TODO, esta UNIDAD.
En todo caso la respuesta continúa siendo, para mí, un enigma. Pero más verdad, desde mi punto de vista,en el YO SOY OTRO o en el YO SOY que en el YO SOY YO.