Escrito por Luis Roca Jusmet
Como es bien sabido el movimiento antifranquista fue esencialmente comunista. No solo hablo del PCE-PSUC, que fue el partido hegemónico sino de las múltiples escisiones a su izquierda, que básicamente podemos considerar maoístas y troskistas. Existieron también grupos nacionalistas dentro de este movimiento antifranquista, grupos cristianos de base y todo el conglomerado que se formó con el FLP-FOC y su disolución.
Los grupos leninistas partían de la defensa de Lenin ( y para los maoístas también de Stalin) del derecho a la autodeterminación. Muchos grupos lo mantenían sin creérselo demasiado, de manera dogmática. Dentro del PCE-PSUC solamente este último tenía en su interior una cultura catalanista, sobre todo en los sectores de profesionales y estudiantes, pero supieron cohesionar al grueso obrero, básicamente de origen no catalán, en la reivindicación de la autonomía y la normalización del catalán. Pero en el caso de un grupo maoista, el Mc, y d euno troskista, la LCR, hobo una vinculación clara con ETA. Eñl MC se formó a partir de una escisión de ETA, Eta berri, y la LCR se fusionó con ETA VI.
Los grupos nacionalistas radicalizados, sobre todo en el País Vasco, luchaban por la independencia. Los grupos nacionalistas catalanes, más moderados, lo hacían por la autonomía. El FLP-FOC, una de cuyas influencias fueron los movimientos de liberación nacional. tenía también este sello. De él surgió el PSC, que luego se integraría en el PSOE peor manteniendo una cierta autonomía. Estos sí tenían una sensibilidad catalanista.
En el polo opuesto tenemos un franquismo que adopta como seña de identidad el nacionalismo españolista.
Todo esto hace que la izquierda simpatice con los nacionalismos periféricos y rechace todo lo que suene a españolismo.
Pero a partir de la Constitución de 1978 se inicia la transición hacia un Estado de derecho. Estado que justamente por ser de derecho y por basarse en una Constitución garantista de estos derechos pasa a constituirse como una comunidad política, como una nación cívica, de ciudadanos. Esta es la nueva identidad que podríamos llamar paradójicamente, como republicana. Republicana por lo dicho anteriormente, por tener separación de poderes, libertades políticas y unas elecciones para elegir representantes. Con todas las imperfecciones que queramos pero con bases republicanas y democráticas. Y que aunque hable de Unidad de España garantizado por el Ejército, reconoce las reivindicaciones del catalanismo. La Constitución fue aprobada en toda España, incluida Cataluña. Solamente ganó la abstención en el País Vasco.
Luego ha pasado lo que ha pasado y el balance no ha sido bueno en la mayoría de los ámbitos. Pero el Estado de derecho y España como nación cívica debería haber liquidado en el campo no nacionalista todas las veleidades contrarias a España ( como el calificativo ridículo de Estado español en lugar de España) y empáticas con los nacionalismos periféricos. En el caso del País Vasco tuvo consecuencias nefastas. Como ahora está ocurriendo en Cataluña.
El derecho de autodeterminación solo tiene hoy sentido, en el marco de la defensa de los derechos humanos, en los países ocupados o coloniales, si existen. No es el derecho a la secesión sino el derecho a constituirse como Estados legítimos cuando no han tenido la posibilidad de hacerlo por una ocupación. En el caso de España no ha lugar. Esto quiere decir que tanto el País Vasco como Cataluña forman parte de este Estado de derecho que es España y que son territorios que no tienen ningún derecho a la secesión. Este derecho no existe en ningún Estado-nación del mundo, por lo menos parecido al nuestro.
En todo caso la izquierda, desde una concepción republicana del estado, no puede defenderlo. Solo una versión liberal en el peor sentido, de la idea del Estado como un contrato individual de individuos. o etnicista, que entendería el Estado como un contrato de naciones-etnias tiene sentido. El que hayan demandas políticas en Cataluña o el País Vasco respecto a temas como la financiación o el propio modelo territorial es una cosa y otra un acto de secesión o un referéndum. Los primeros aspectos son aceptables pero los últimos no. La izquierda debe defender esta concepción republicana del Estado ( y si el Jefe de Estado no es un monarca mejor) y los derechos iguales de todos los españoles. Iguales desde el punto de vista político, jurídico y social. Este debería ser el proyecto de la izquierda y no otro. Tener la lucidez y la valentía de decir no al derecho de autodeterminación. No porque este derecho no existe ni debe existir. No porque la izquierda no debe levantar nuevas fronteras y nuevas desigualdades.
La palabra
federalismo tiene hoy fuerza y podría ser una idea-motriz para gestionar los cambios necesarios. pero hemos de partir, desde la izquierda, de dos cuestiones. La primera es que debe ser un federalismo que no sea asimétrico. Lo segundo que el Estado de las autonomías ya es una base para un Estado federal.