Escrito por Luis Roca Jusmet
Escrito por Luis Roca Jusmet
Pierre Hadot, uno de los grandes conocedores contemporáneos de la filosofía antigua mantiene que hay que entender le proyecto filosófico que se inicia con Sócrates como una propuesta de elección de vida. La filosofía no aparece entonces como un discurso sino como una práctica. Práctica que engloba una serie de ejercicios que Hadot calificará, con reservas pero a falta de una opción mejor, de espirituales. La filosofía aparece con la paradoja socrática del sabio que no sabe o del no sabio que sabe. Porque la sabiduría se entiende como un proceso, pero no cognitivo sino vital. Un proceso de transformación personal por el acceso a la verdad. Pero esta transformación no consiste, como plantea Foucault, en la construcción de una subjetividad, de una estética de la existencia. Por el contrario se trata de eliminar lo subjetivo, para acceder a la universalidad. ¿ Qué quiere decir ? Pues que hay lo que llama un yo trascendente que es el que nos vincula a la Humanidad y más en concreto al Cosmos, entendido en términos metafísicos. Hay por tanto en Hadot una espiritualidad que hace que justamente sea preciso en su caso el ´termino ejercicios espirituales, mientras que en el caso es más propio el de tecnologías del yo, ya que Foucualt no es espiritualista sino ontológicamente materialista.
La conversión es, para Pierre Hadot, la palabra que designa esta transformación de la personalidad por medio de la verdad. Dentro de la filosofía me parece que podemos distinguir tres vías para acceder a esta transformación. Por una parte la del neoplatonismo, que sería la vía filosófica, paralelamente a la mística, para acceder a esta experiencia unitiva. Esta conversión representa como una verdad que transforma nuestra vida y nos conduce a vivir de otra manera. La conversión estoica, por el contrario, nos lleva a vivir la vida cotidiana, el papel social que se nos ha asignado, de otra manera. Pero estas transformaciones pasan necesariamente por la escuela, por la pertenencia a una escuela la escuela, y dentro de ella el maestro, no nos preparan para ser obedientes sino para interiorizar unos principios que señala una forma de vida. Los ejercicios espirituales son las prácticas que permiten esta transformación interna. La tercera vía es más individualista y es la moderna. Es el camino de los seres singulares, que sin una escuela detrás, deben ir avanzando a esta conversión filosófica y a la transformación por la verdad, que siempre es de entrada una verdad cósmica, a la que acceden. Es la vía de Montaigne, Goethe, Nietzsche, Thoureau, Wittgenstein. Y la de él mismo, por supuesto. Es una vía necesariamente ecléctica y bastante soliaria, por cierto.