Escrito por Luis Roca Jusmet
Partamos de la Grecia arcaica. La imposibilidad da cuenta de que el destino ( moiras ) está trazado y los humanos somos una pieza dentro de un conjunto determinado contra el que no podemos combatir. Edipo rey sería una muestra paradigmática de lo trágico. Todos los intentos de evitar el destino nos conducen a él. El que sabe es Layo, padre de Edipo, que no se da cuenta de que lo que sabe del futuro y lo que hace para evitarlo no es más que un instrumento para llevarlo a cabo. Es decir, que el destino se cumple porque está escrito que Layo sabrá de antemano lo que ocurre y es este saber el que garantiza su cumplimiento. Pero el que no sabe es Edipo y es su no-saber el que le hace ejecutor de este destino. Es imposible, sabiendo o ignorando, escapar al destino. Es una visión determinista en la que cada actor interpreta su papel sin margen de maniobra. Lo trágico es que el ser humano es consciente de ello. Los animales se limitan a nacer, vivir y morir sin consciencia trágica simplemente porque no son consciente. Todo está escrito. Si Edipo se arranca los ojos no es porque se sienta culpable sino porque no es capaz de soportar lo que ve. Lo necesario, lo que no podía ser de otra forma, lo imposible, por tanto, se vuelve insoportable. Si podemos hablar de impotencia sería por la conciencia de nuestra falta de poder para que las cosas puedan ser diferentes de como son. El que los humanos decidamos no deja de ser una manera de llevar a cabo lo necesario. No hay aquí ningún concepto de libertad.
Si continuamos en el mundo griego comprobamos que hay en Aristóteles una formulación de la libertad opuesta a la de esclavitud. Libertad es autodominio y esto quiere decir que es libre el que es capaz de decidir por sí mismo. No lo es el esclavo, ya que deciden por él, pero tampoco el que está dominado por sus pasiones porque son estas, totalmente involuntarias, las que mandan. El miedo, la ira, la vanidad me llevan a actuar de una manera, como el instinto al animal. Ya en Platón se había planteado que el autodominio implica que una parte de uno mismo domina y otra es dominada. La parte dominada se identifica siempre con las pasiones y la que domina con la razón. Pero es importante que aclaremos lo que quiere decir aquí razón. La razón es la capacidad de entender el mundo, de entendernos a nosotros y de saber lo que queremos, lo que es nuestro bien. La libertad es entonces poder y la esclavitud es impotencia, venga de nosotros o de los otros. No hay libertad, entendida como libre albedrío, como la capacidad de decidir si seguimos un camino u otro. Estamos determinados totalmente o tenemos un margen para decidir si nos emancipamos de la esclavitud externa o interna. La impotencia sería la falta de libertad interna y la imposibilidad la falta de la externa.
Con el estoicismo se da otro paso, que es el de considerar que la emancipación, es decir el ser libre, depende de nosotros porque lo somos en la medida en que dominamos totalmente nuestras pasiones y que somos capaces de aceptar el carácter necesario de las cosas, sometidas al Logos universal. Ser libre significa aceptar que las cosas pasan de la única manera que deben pasar, nos guste o no, y que nuestra acción debe depende del deber, de lo que consideramos razonable hacer en cada momento. Para el estocismo hay toda una serie de prácticas, de lo que Pierre Hadot ha llamado ejercicios espirituales, que nos proporcionan este trabajo interior que nos hace libre. La emancipación es entonces pasar de la impotencia a la imposibilidad. No somos impotentes porque somos capaces de hacer lo debido y aceptamos la imposibilidad de la que no depende de nosotros. Justamente lo fundamental para el estoicismo es diferenciar lo que depende o no depende de nosotros. La impotencia es la incapacidad de entender el carácter necesario de lo que ocurre o ser incapaces, por debilidad o dominio de las pasiones, de hacer lo que podríamos y deberíamos.
Completo la esposición con una exposición sobre el máximo representante del estoicismo antiguo, Marco Aurelio.