Escrito por Luis Roca Jusmet
Las noticias de la superación del psicoanálisis forman parte de la segunda cruzada en contra de esta tradición. La primera cruzada fue, de hecho, anterior a la constitución de la tradición, ya que fue la campaña por desterrarlo antes de que se consolidara. Una vez aceptada su realidad de lo que se trató fue de desprestigiarla. No hay que trivializar este movimiento, ya que aparte de los colectivos más reaccionarios del mundo de la psicología y de la psiquiatría participaron en él gente tan inteligente e interesante como Karl Kraus, Ludwig Wittgenstein o Ernst Jünger. Incluso un crítico del posiitivismo com Karl Popper lo puso como ejemplo de hipótesis no científica. Hoy en día se dice que el psicoanálisis está superado y algunos de lo que hacen esta afirmación se basan en el gran avance de las neurociencias. La actitud del psiconálisis lacaniano, que es para mí el más interesante, con respecto a las neurociencias no es homogénea. Por una parte presento aquí una conferencia de Miquel Bassols, que es más beligerante, con otra más conciliadora,como la de François Ansermet, del que comentaré un par de libros que escribió con uno de los más importantes neurocientíficos de la actualidad,Pierre Magistretti, Los dos libros
son A cada cual su cerebro. Plasticidad neuronal e inconsciente y
El enigma del placer. Veamos las ideas fundamentales del primer libro, todas ellas muy sugerentes y precisas : La plasticidad neuronal es el enlace entre el cerebro y el psquismo, entre lo innato y lo adquirido. Permite que la experiencia deje huella en la red neuronal y modifique las relaciones entre neuronas. Permite entender la integración compleja entre los condicionamientos genéticos y los de la experiencia, la transformación del genotipo en fenotipo.
La percepción deja huella transformándose en memoria. La memoria se organiza en el hipocampo. Se transforma entonces en una representación o imagen ( un significante, según Lacan). Puede ser consciente, preconsciente o inconsciente. Es un proceso de inscripción y reinscripción que pierde el sentido originario de la percepción. El inconsciente está formado por las huellas censuradas por la represión. Estas huellas forman parte de la memoria declarativa. Es diferente de lo no-consciente, que forma parte de la memoria procedimental.
Estos significantes forman la red asociativa que conforma la realidad psíquica. La realidad psíquica es independiente de la física porque combina y distorsiona las percepción, convirtiéndose en la fantasía del sujeto. Rige la ley del deseo y al mismo tiempo participa en la constitución del mundo real, es decir condiciona nuestra interpretación de la percepción. El cerebro tiene una fuente de información externa , que es la percepción, y una interna, que es el recuerdo desde la fantasía. La fantasía es la solución que da el niño frente a lo real, es decir, lo que es imposible de simbolizar : el cuerpo, el sexo, la muerte, el enigma del origen, su lugar en la constelación familiar. Nos permite ordenar una biografía porque es una respuesta al enigma de la vida, de la propia vida. Es a la vez una solución y un problema.
La emoción es el marcador somático de la representación ( el término es de Antonio Damasio). Lo que se reprime es la representación, no la emoción. La amígdala dirige el sistema neurovegetativo, que controla las vísceras y el sistema hormonal. Hipófisis y el hipotálamo lo hace con el sistema endocrino. El lactante tiene hambre y sed. Es un estado somático de tensión y displacer, provocado por el desvalimiento humano. El grito va dirigido a la madre y se busca la satisfacción recordada. Cuando tenemos una tensión por una carencia buscamos el objeto perdido, la madre. Aparece una fantasía inconsciente. Descargamos la excitación a través de la pulsión. La pulsión de vida es estructurante y la de muerte destructiva. La pulsión implica el cuerpo y el sujeto. Buscamos a través de la acción el objeto del deseo a partir del que descargar la pulsión. La homoestasis es un equilibrio interno. La perturbación desagradable genera la pulsión, que es una excitación ligada a una fantasía inconsciente. El principio de placer busca el mantenimiento de la homoestasis. La pulsión busca el goce. El goce viviente no está ligado a representaciones, no está vinculado al Otro. Es lo que nos mantiene vivos en un estado de tensión. El placer busca el reposo, el goce la excitación.
La vida del sujeto es un devenir en la que las experiencias van dejando unas huellas singulares. Una parte es inconsciente. Es la Otra escena. La identidad personal es lo que se mantiene en este devenir. Nos atraviesa una fantasía fundamental que nos esclaviza porque nos somete a un guión que hemos escrito en el inconsciente. Puede funcionar, a veces de una manera aceptable o a veces produciendo síntomas, cuando hay fisuras. Es en este caso un precio aceptable. Cuando no es funcional desencadena psicosis o neurosis graves. El trabajo analítico es liberarse de esta fantasía fundamental. Hay aquí un intento de complementar lo que dicen las neurociencias y el psicoanálisis. Pero lo que esto tiene de positivo, que es abrir un horizonte para el entendimiento de estas disciplinas, lo tiene también de negativo. Porque son dos disciplina que no son complementarias, no hay armonía posible. Son lenguaje heterogéneos. Se puede buscar un encuentro que sea fecundo pero será fallido. No es posible, como dicen los autores, una biología del inconsciente y las pulsiones. Es posible una diálogo tenso, en el que habrán encuentros y desencuentros.
Otro libro fundamental es
El enigma del placer. Preguntarse por el placer les lleva a otras preguntas. Estas preguntas son sobre la naturaleza del inconsciente y de la pulsión, por una parte, y sobre el círculo vicioso que nos empuja al malestar ( tanto individual como socialmente) por otro. Evidentemente las cuestiones son muy ambiciosas y un libro como el que tratamos ( que es además relativamente breve) es imposible que las resuelva. De acuerdo. Pero sí parece que hay una pretensión de hacerlo y en este sentido hay que decir que el epílogo es pobre en relación con el hilo conductor del trabajo. En algún momento, además, me parece que caen en lo que critican metodológicamente, como cuando explican la tendencia a la vuelta al displacer a partir de los mecanismos fisiológicos que están en la base de la adicción. Por otra parte la forma como analizan la complejidad de las dos nociones centrales del trabajo, que son las de pulsión y de inconsciente, es muy fecundan. Pero en el caso del inconsciente me parece que no acaban de encontrar una salida adecuada. Como ellos proponen hay que reiventarlo pero la idea de un inconsciente creativo me parece algo jungiana y no acabo de entenderla. H ay algo en el inconsciente, como decía Lacan, que es nuestro núcleo más singular pero quizás lo plantean de una forma demasiado clara y fácil. La misma analogía que hacen en algún momento entre la pulsión inconsciente con la decisión consciente me parece muy discutible.
Justamente hablando de Lacan nos encontramos aquí con una cuestión compleja. Los autores se reclaman, como mínimo en algún sentido, del psicoanálisis lacaniano y esto es evidente por sus referencias. La misma noción de goce que utilizan para referirse a este placer en el dolor o en el displacer me parece un buen camino. Pero también me parece que lo solucionan muy rápido planteando por una parte diciendo que es el placer inconsciente en el displacer consciente. También citan a Miller en su afirmación de que el goce es la líbido más la pulsión de muerte sin acabar de argumentarlo. Quizás hay un intento algo precipitado ( también en Miller) de ligar las piezas del puzzle de Lacan de una manera demasiado sistemática. Más bien habría que afirmar que estos enigmas del placer siguen siéndolo por mucho que los queramos resolver con fórmulas. Hay también una eliminación del Otro por el otro, ya que utilizan únicamente el segundo término cuando esta distinción lacaniana me parece imprescindible. Ahora bien, cuando en lugar del término real lacaniano hablan de el exceso de lo viviente hay aquí algo acertado, ya que aunque los lectores de Lacan nos hallamos familiarizado con el primero quizás resulte todavía más confuso que el segundo en esta noción para la que es difícil encontrar el término adecuado. También su propuesta de utilizar anticipación en lugar de alucinación como hacían Freud-Lacan para referirse al primer objeto del deseo podría resultar más clarificadora. De todas maneras hay aquí una cuestión muy interesante y muy problemática que es la relación entre el objeto del deseo y el objeto de la pulsión, que remite a dos elaboraciones freudianas paralelas, que son La interpretación de los sueños y Las pulsiones y destinos de la pulsión.
Todo el análisis de la continuidad/discontinuidad de lo psíquico a partir de la noción de huella es también muy sugerente. En realidad todo el libro lo es. Me parece muy valiente esta reflexión sobre un tema tan espinoso como el la tendencia ambivalente del ser humano hacia el placer y el displacer a partir del encuentro entre el psicoanálisis y las neurociencias. Es un problema tan central en lo que es la condición humana y la explicación de su malestar, tanto a nivel individual como social, que libros como éste se agradecen. ¿ Polémico ? Por supuesto. Pero me parece que es esto lo que necesitamos, materiales para discutir y no fórmulas para compartir. Y como nos advertía Slavoj Zizek cualquier filósofo o psicoanalista debe enfrentarse hoy, no evadirse, de lo que nos ponen sobre la mesa las neurociencias.
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