Escrito por Luis Roca Jusmet
El dispositivo de la persona es un libro que es breve pero muy denso. Es un libro de filosofía,cuya función es para el autor el desmontaje de las opiniones corrientes. La filosofía tiene, por tanto, una función crítica, una interrogación radical sobre lo que aparece como evidente, como familiar. Estaría, por tanto, dentro de lo que puede entenderse como un trabajo sobre los significados de las palabras, es decir una genealogía de los conceptos. Se trata de analizar y de transformar los conceptos existentes para abrir nuevos horizontes. Cada concepto establecido determina una manera de organizar nuestra percepción, que a su vez condiciona una manera de comprender y de valorar las cosas. Roberto Expósito se dedica, en los dos artículos que contiene el libro ( "Biopolítica y filosofía de lo impersonal" y "el dispositivo de la persona") a elaborar una genealogía de esta noción de
persona. Espósito señala la importancia progresiva que ha ido adquiriendo en la sociedad occidental este término,
el de persona, sobre todo a partir de la impronta con la que la filosofía personalista quería evitar la repetición del fenómeno nazi y de todos los discursos y prácticas asociadas a él. A partir de la noción de
persona se justifica la
Declaración Universal de los Derechos Humanos ( uno de los máximos representantes del personalismo, Jacques Maritain, se encuentra entre los redactores del documento). La filiación tiene una doble procedencia . El derecho romano, por una parte, y la doctrina cristiana y la filosofía medieval, por otra. La realidad, dice Expósito, es que el término común
persona no tiene un sentido universalista en el derecho romano, que es donde se origina, sino por el contrario marca diferencias muy radicales entre seres humanos. Nadie es una persona, con los derechos que implica, toda su vida. Algunos lo son un tiempo y otros no lo son nunca. Esta polaridad marca una minoría de pleno derecho, incluso sobre la vida de otros, que a su vez no tienen ningún derecho, están cosificados. Esto quiere decir que el término
persona, mal que nos pese
, no es inclusivo, ya que está basado en diferentes grados de exclusión. La personalización implica despersonalización. En cuanto a la doctrina cristiana y a la filosofía que va ligada, la
persona se identifica con la parte racional y volitiva, con lo que llaman el alma. Tiene como base, por tanto, una concepción dualista del hombre, en la que una parte domina a la otra. Esto tiene relación con una noción asociada a la de
persona,que es la de
sujeto. Sujeto quiere decir ( el mismo Foucault insistió en ello) sujeto a algo, quiere decir sujeción y puede referirse tanto a una relación de dominio de uno sobre el otro ( súbdito) como a un dominio de uno sobre sí mismo. Hay una relación clara entre subjetividad y sometimiento. Esto es, entonces, un dispositivo, un proceso de subjetivización a partir de un sometimiento.Esta relación entre sujeto y sumisión, se vuelve evidente en Hobbes, donde prácticamente el único sujeto es el Soberano. Los esfuerzos del personalismo para fundamentar en la persona la dignidad universal de los derechos es, para Expósito, fallida. Nietzsche y Freud, desde diferentes ángulos, cuestionan la unidad sustancial de los seres humanos.
Al mismo tiempo va apareciendo desde el siglo XIX una filosofía de lo impersonal, en cuanto se pasa de la primera a la segunda persona en la narración.Se va desplazando incluso a la tercera persona, en la medida en que la no substancialidad de la persona lo convierte en hombre sin atributos, como el describe el escritor Robert Musil. En el caso de Kaffka se pone también de manifiesto esta impersonalidad del sujeto, extraño a sí mismo.
Pero es sobre todo Simone Weil ( otra de las inlfuencias claras de Espósito ) la que pone de manifiesto la relación entre derecho romano ( centrado en la persona) y la barbarie nazi. Lo que hay que defender, dice Espósito, no es tanto el sujeto o la persona, sino lo impersonal de la vida humana, en una especie de biopolítica afirmativa. El derecho y la técnica deben ser instrumentos al servicio de la vida humana, tanto entendida a nivel individual como colectivo. Hemos conocido lo peor de
la biopolítica con el nazismo, al querer reducir la vida humana a una realidad biológica. Pero no es con los dualismos implícitos en la noción de
persona,
que conducen directamente a una desvalorización del cuerpo, cómo hay que contraponerse. Simone Weil fue la que puso de manifiesto de una manera más cruda el funcionamiento deshumanizador de la máscara de la persona. Según ella el sentido entre el derecho romano y la violencia ( y concreta en el nazismo) está constituida por por la propiedad sobre las cosas y los hombres transformados en cosas por la esclavitud. Esta es, para ella, la forma constitutiva del derecho romano y de la idea de persona. Al dividir los seres humanos en libres y esclavos establece una zona de indiferenciación en la que los libres se convierten en esclavos. la idea de persona sacraliza lo humano excluyendo lo que se considera abyecto, profano. La máscara de la persona tiene un efecto deshumanizador.
Tampoco es una solución el
iusnaturalismo, ya que lo natural y el derecho son conceptualmente incompatibles.
Lo que defiende Espósito es lo que él llama una biopolítica afirmativa, que debería enlazar la propuesta de la filosofía de vida de Gilles Deleuze y la de resistencia de Foucault. es decir, que hay que afirmar un derecho que se somete a la vida, a las necesidades de todos y de cada uno. Lo mismo hay que plantear de la tecnología. El estudio crítico de Roberto Espósito nos da pistas sugerentes. Es interesante cuestionar el término
persona, en el sentido de que es difícil que el término que ha provocado la ruptura entre el nomos ( la ley ) y el bios ( la vida) pueda resolver la contradicción que ella misma ha originado. La filosofia y la política que propone es una política de lo impersonal del ser humano.
Hay una reflexión metodológica importante. Lo es porque define de una manera precisa cual es esta función crítica de la filosofía que antes planteaba. Se trata de una mirada oblicua sobre los conceptos ( como hacemos ahora con el de
persona ) que supere, por un lado, el historicismo lineal de la llamada
historia de las ideas, y por otro a un inmovilismo heideggeriano. la línea de trabajo que nos propone Reinhart Koselleck con su historia de los conceptos, la genealogía de Nietzsche, la arqueología de Foucault y el proyecto de Walter Benjamin de buscar los fragmentos de lo originario sepultados en la modernidad. Se trata, en definitiva, de cuestionar lo familiar, distanciándose de ello, rastreando su procedencia y entendiendo que tipo de realidad construimos con ella.
Este pequeño libro es un material interesante para desmontar algunos mitos que, aunque puedan resultar útiles, son falsos. La la ética de la verdad, por lo menos para mí, es innegociable y no es con mitos como debemos caminar hacia la emancipación humana., como muy bien señala Robeto Espósito.
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