Reseña de
DIEZ MITOS DE LA DEMOCRACIA. Contra la demagogia y el populismo
Alfonso Galindo y Enrique UjaldónCórdoba, Almuzara, 2016
Alfonso Galindo y Enrique Ujaldón son dos brillantes representantes de la filosofía política que se hace hoy en nuestro país. Su originalidad consiste en la heroica empresa que se han propuesto, que no es otra que la de dignificar el liberalismo. Estamos hablando de una tradición política que, sobre todo desde el postfranquismo, ha sido tan desconocida como menospreciada. Las razones de esta situación son varias y van desde la debilidad de la tradición liberal en nuestro país hasta el dogmatismo marxista en el que que nos hemos formado muchas generaciones. A ello hay que añadirle el desprestigio que, por proximidad, le ha supuesto la hegemonía del neoliberalismo económico de Margareth Tatcher y Ronald Reagan y sus consecuencias devastadoras. Finalmente, el hecho de que en los años de democracia el liberalismo ha estado representado por corrientes del PP y de CDC, los dos partidos más corruptos de la época. Pero hay también un descrédito que le viene del "no nos representan" del 15M, cuyos dardos apuntaban a la democracia liberal como raíz de la crisis política.Al margen de todos estos obstáculos estos dos pensadores ya publicaron el año 2014, en la editorial Tecnos, el libro La cultura política liberal. Pasado, presente y futuro, así como diversos artículos sobre el tema en revistas especializadas. El libro que nos ocupa parte de una noción de mito muy fecunda, entendiendo por ello no su abordaje como la de unas ficciones ilusorias, sino entendiéndolo como un conjunto de relatos que dan sentido a nuestros actos. Los mitos tienen, entonces, una función social que hay que valorar en cada caso. No se trata, por tanto, de desmitificar la democracia sino la de mostrar y valorar cada uno de los que aquí se presentan. La reflexión de todos y cada uno de ellos es, en todo caso, interesante, aunque algunos me parecen más conseguidos que otros. Destacaría en este sentido los de la educación, de los derechos y de la política, con los que estoy básicamente de acuerdo. Especialmente relevante me parece el relativo al derecho, muy preciso en su definición de los derechos humanos como una ficción necesaria. Igualmente es muy interesante su análisis del tema de la educación, diferenciando lo que es una educación para la ciudadanía de una transmisión de una ideología políticamente correcta. Tema delicado y complicado, por supuesto, pero del que nos brindan en este escrito una primera reflexión muy interesante. Me parece también muy necesaria su reivindicación de lo política y de lo político, evitando este cajón de sastre que reivindica sistemáticamente la descalificación de los político, con lo que se da pie a un discurso demagógico, que es el caldo de cultivo para el populismo. Es importante mantener el sentido crítico, aunque sin caer en el tópico de una generalización falaz.
Respecto a la diferencia izquierda/derecha, he de decir que comparto con los autores su crítica a una polarización estereotipada estéril, que impide el análisis más fino y los matices, y que incluso nos condena a veces a un maniqueísmo muy negativo. Pero así y todo, considero que, sin alimentar el mito hay que mantener la diferencia. Para mí esta pasa por el apoyo común al Estado de derecho ( en este sentido excluyendo los extremos que están fuera de su defensa). Quizás es aquí donde podríamos diferenciar un liberalismo no social de otro que sí lo fuera ( que coincidiría quizás con una manera de entender la socialdemocracia). Es decir, que la demarcación estaría en incluir ( izquierda) o no ( derecha) los derechos sociales ( económicos, laborales) en lo que debe garantizar este Estado de derecho. Y, por supuesto, discutir lo que quiere decir "debe garantizar". En este sentido, la reflexión entre lo privado y lo público que establecen en su texto debería, a mi modo de ver, profundizarse en esta línea. Aquí hay que entrar a fondo en el tema del neoliberalismo, desde el camino abierto por Michel Foucault hasta las aportaciones de Nikolas Rose.Otros artículos, como el de la libertad y la igualdad, me parecen mejorables. Y quizás a John Stuart Mill se le podía sacar más partido para hacerlo. Y recurrir también a un autor no citado, Philip Pettit, para precisa más un sentido de libertad como no-dominación que superara la vieja distinción entre libertad de los antiguos y de los modernos para salir del falso dilema entre libertad positiva y libertad negativa. Lo cual pasa, me parece, por buscar el punto de encuentro con un republicanismo no comunitarista. En todo caso el libro me ha parecido muy sugerente y que complementa muy bien, a nivel teórico, el trabajo más concreto del grupo Politikon, con aportaciones como "La urna vacía". Unos y otros contribuyen a que la crítica a las actuales democracias liberales puedan hacerse desde los propios principios de la democracia liberal. Um libro a leer, que como Galindo y Ujaldón apunta, no ha de dar pie al elegio o al rechazo, sino a la reflexión,