Realismo capitalista. ¿ No hay alternativa ?( traducción de Claudio Iglesias )
Prólogo de Peio AguirreBuenos aires : Caja negra, 2016
Mark Fisher nació el año 1968 en el Reino Unido. Forma parte de la generación crecida bajo el neoliberalismo, primero el neoconservador de Margareth Tatcher y después el neocomunitarista de Tony Blair. Murió muy joven, hace poco, a los 48 años, víctima de una depresión crónica que le llevó al suicidio. Pero Fisher fue capaz de entender su depresión en términos del contexto social en que vivió. Un apéndice del libro se titula "la privatización del stress" y marca justamente la depresión como una de las consecuencias del neoliberalismo, reciclado por este mismo como un negocio para las multinacionales farmacéuticas y vivido como un problema individual. Pero a pesar de su depresión Fisher hizo muchas cosas interesantes. Creó el blog k-punk, uno de los más populares y críticos de su país, escribió en publicaciones culturales y musicales y finalmente fue también profesor de filosofía en un centro que dependía de la Universidad de Londres. Hasta su trágico final. No hace mucho, la editorial argentina Caja Negra publicó el libro que me ocupa, que condensa lo más lúcido de sus análisis político-culturales. Publicado inicialmente en el Reino Unido el año 2009. Pero el año 2016 Mark Fisher lo reedita, completando lo que en un primer momento escribió de manera más informal. El propio Slavoj Žižek, al que cita bastante, dijo que el libro era el mejor diagnóstico de nuestra vida cotidiana, de nuestra miseria ideológica. De hecho Fisher se entronca con una tradición en la que podemos situar a diversos pensadores heterogéneos, pero todos ellos críticos radicales de la cultura del neoliberalismo en la que podemos situar, aparte de Žižek, a Frederic Jameson y David Harvey, entre otros muchos materiales teóricos. Aunque Fisher también enlaza sus análisis con los de la biopolítica de Foucault, Deleuze y Paul Virilo. O con Franco "Bifo" Berardi, con el que polemiza en más de una ocasión. Realismo capitalista. Este es el nombre con el que Mark Fisher se refiere a la cultura del neoliberalismo. O la ideología devastadora del capitalismo financiero en la que cada cual debe gestionar privadamente su vida como si fuera una empresa. La ideología en la que el capitalismo aparece como el único horizonte posible desactiva cualquier proyecto colectivo y transformador. Un sistema capaz de integrar su propia negación, el anticapitalismo. Fisher habla de la juventud británica, de los adolescentes que conoció unos años antes cuando trabajaba de profesor de secundaria. Ve en ellos una búsqueda compulsiva del placer desde un estado depresivo. Una interpasividad agitada combinada con el narcótico del alcohol, las drogas o los juegos electrónicos. En un mundo donde no hay voz ni escritura. Sociedades de control en lugar de sociedades disciplinarias, como anunciaron Foucault y Deleuze. Pero podríamos volver a Nietzsche cuando ya nos avisó que nos pasaríamos de la voluntad de negación ( sociedad represiva) a la negación de la voluntad), es decir del cristianismo al nihilismo. Esta es la sociedad pos-fordista que también preparó el leninismo capitalista : una vanguardia intelectual capaz de hacer florecer este realismo capitalista. Una sociedad que es una fábrica de trastornos, sobre todo depresivos y bipolares.
Porque, efectivamente, como ya anunció Marx, en el capitalismo todo lo sólido se disuelve. Lo explicaron bien Zygmund Baumann al hablar de la sociedad líquida y Richard Sennett, al referirse a "la corrosión del carácter." pero también lo anunció Jean Baudrillard : la abolición de lo Simbólico lleva a una hemorragia de lo real, a un hiperrealismo no mediatizado que aparece como excesivo. Pero también es Kafka con su burocracia infinita, en un sistema donde todo el mundo es evaluado y nadie recoge lo que se evalúa porque al final es una ficción para que cada cual se evalúe a sí mismo. La realidad se convierte en un presente fungible, tan efímero que pierde consistencia. En esta presentismo el olvido se convierte en un elemento indispensable. Pero la antimemoria se combina con el trabajo onírico. Es una especie de coherencia fantasiosa que elimina las contradicciones como si no existieran. Ejemplo claro lo recuerda el autor en la figura de Margareth Tatcher y la extraña simbiosis entre neoconservadurismo y neoliberalismo, que en la práctica se unen contra el enemigo común : lo público. Los problemas son, por supuesto estructurales. Es el modo de producción capitalista el que genera la desigualdad, la pobreza, la miseria ideológica del nihilismo consumista y tecnológico. Pero la cuestión se desplaza hacia la ética individual, responsabilizando individualmente de la enfermedad y del remedio. Son los ejecutivos irresponsables, cocainómanos y psicópatas los responsables del desastre que vivimos. Y cada ciudadano debe asumir la parte que le toca para mejorar las cosas. Pero el neoliberalismo ha triunfado en todos los terrenos : ideológico, económico y político. Es capaz incluso debe incorporar los deseos de la juventud y la clase trabajadora pos-68. Es el pos-fordismo y hace falta una izquierda, también global, que se adapte a este nuevo escenario. El desafío principal, de todas maneras, continúa siendo un modelo de propiedad pública que no sea el de la centralización estatal que experimentamos en el llamado "socialismo real" en el siglo XX.