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Escrito por Luis Roca Jusmet
Durante los casi cincuenta años en los que me he dedicado, de manera bastante dispersa, a la lectura de textos filosóficos he de reconocer que Baruch Spinoza ha sido mi amor más fiel. Me han apasionado, entre otros, Nietzsche, Cioran, Hadot, Foucault y Zizek. Los he leído con pasión, he trabajado sus textos, he escrito sobre ellos. Pero Spinoza siempre ha estado allí. Y ahora, en un momento más maduro filosóficamente, quiero dedicarme a profundizar sobre sus textos en sentido teórico y práctico. Porque la filosofía de Spinoza es una ontología y una ética.
Curiosamente Spinoza utiliza bien poco la palabra filosofía, y cuando lo hace es en sentido algo despectivo. Su obra magna, publicada póstumamente, la Ética, no se llama Filosofía precisamente. Cuando digo que entender la ontología de Spinoza, lo que he llamado la filosofía teórica, no hay que pensar que me refiero a un conocimiento discursivo, intelectual, de lo que dice. No, hablamos de la filosofía como ejercicio espiritual, en el sentido en que apuntaba Pierre Hadot. La ontología transforma nuestra mirada, nuestra perspectiva, nuestra forma de ver las cosas. No puede ser de otra manera. Asimilar hasta el final la ontología de Spinoza tiene muchas implicaciones. No tenemos conciencia de nosotros mismos como una entidad separada sino como parte de esto que Spinoza llama Dios. Lo podemos llamar Vacío, Totalidad, Ser, Naturaleza. Pero es algo que va más allá del Universo físico, que para Spinoza es un atributo de Dios o la Naturaleza, no Dios o la Naturaleza. Entendemos que todo lo que nos pasa es el resultado necesario de lo que Es como duración. Todo es inevitable y cualquier valoración que hagamos de cualquier cosa que pasa es parcial, porque es producto de nuestra perspectiva y valoración humana. Entender que nada de lo que nos ha ocurrido o hemos hecho podía ser de otra manera porque tenía una causa. No una causa final, no hay Destino, sino una causa eficiente. El azar, por supuesto, no existe. Todo tiene una causa, pero no una finalidad o sentido, insisto, porque esto es aplicar las ficciones humanas de las causas finales a Dios. Profundizar sobre lo que es la mente y el cuerpo como componentes de este modo humano que somos cada uno de nosotros.
La ética es el camino de la felicidad. Ser capaces de transformar nuestras pasiones en afectos de los que nos podemos distanciar, que nuestra razón es capaz de comprender desde el proceso que los ha desencadena. Desarrollar nuestra potencia vital al máximo, no permitir que las circunstancias ( causas externas) la bloqueen o las conviertan en pasiones tristes, en pulsiones destructivas o autodestructivas. Ser firmes en nuestro carácter y generosos, aunque no compasivos. En la política defiende que hay que ser cooperativos, luchar por una comunidad política democrática y participativa, donde la libertad de expresión sea un valor compartido. Ahora bien, se impone el realismo político, entiendo que la mayoría de ciudadanos son gobernantes que se mueven más por las pasiones que por la razón.
Estas son muchas de las cosas que implica entender a Spinoza, para el que la filosofía es sabiduría porque es una forma de vida.