El temperamento y su trama
Cómo los genes, la cultura, el tiempo y el azar inciden en nuestra personalidad.
Jerome Kagan
( Traducción de María Victoria Rodil)
Buenos Aires : Katz editores, 2011. 227 páginas.
Escrito por Luis Roca Jusmet
Las neurociencias son, sin duda, una de las disciplinas más apasionantes de los trabajos científicos contemporáneos. Algunos de sus mejores representantes, como Antonio Damasio, son afortunadamente ya bastante conocidos por el gran público. Pero hay otros neurocientíficos rigurosos y claros que también merecen ser tenidos en cuenta. En este sentido la editorial Katz tiene una colección interesante, entre las cuales está un libro que me parece imprescindible :
A cada cual su cerebro. Inconsciente y plasticidad neuronal, que plantea un rico encuentro entre las neurociencias y el psicoanálisis. El libro que ahora me ocupa me parece también muy sugerente y presenta un tratamiento que puede prevenirnos de algunas derivas biologistas. Me refiero a la ideología que pretende que nuestra conducta está escrita en nuestros genes, como planteó en su momento la desafortunada teoría de la sociobiología.Jerome Kagan es un psicólogo que quiere restituir a lo genético lo que le corresponde, que será mucho para unos y poco para otros. Hay que reconocer que lo hace de una manera equilibrada, razonable y matizada. De entrada evita la falsa dicotomía entre lo innato y lo adquirido, entre lo biológico y lo ambiental. No podemos entrar en este juego porque es muy mecánico y poco dialéctico : hay que entenderlo como una interacción a través de la experiencia, no como una suma de factores. La misma genética, nos advierte Kagan, se ha transformado en epigenética, que considera la posibilidad de una modificación química de los genes por factores ambientales. La hipótesis de Kagan es clara : el temperamento, que es el punto de partida, no determina una personalidad sino un amplio abanico de posibilidades que la propia biografía va determinando. En este itinerario singular que es la biografía intervienen factores culturales, sociales, familiares pero todos se combinan en una experiencia singular. La experiencia no es una suma de condicionantes sino el resultado de la interacción dialéctica ( palabra que no utiliza el autor pero que vale la pena recuperar) de todos ellos. ¿Qué es el temperamento ? Es la predisposición innata hacia una serie de unos estados cerebrales que nos orientan hacia determinadas pautas emocionales o de conducta. La explicación del temperamento es, por tanto, materialista : son estructuras anatómicas y funcionales del cerebro. ¿ Qué es la personalidad ? Más complejo de definir, ya que sería lo que se va desarrollando en el tiempo de la propia vida a partir de la experiencia propia. Es decir que el temperamento deja de existir de manera independiente desde nuestro nacimiento, ya que desde entonces es modificado y se transforma en personalidad, Sería entonces una identidad personal dinámica y compleja que tiene el temperamento como base condicionante. Esto último sería entonces como la materia, la pasta de la que estamos hechos y que marca, junto a otros factores, el campo de lo posible en nuestra personalidad. Y
el azares así el nombre que damos a todo aquello que siendo significativo para nuestra vida no depende de nosotros, sino de procesos que no provocamos ni controlamos.
Kagan utiliza una concepción a la vez empírica y amplia de la psicología. Para ello intenta superar los reduccionismos, tanto del biologismo, como del conductismo como del psicoanálisis. La define como el estudio de las actitudes, las emociones y las conductas. La crítica hacia el psicoanálisis es algo parcial, ya que se basa sobre todo en la concepción más culturalista del psicoanálisis del yo desarrollado en EEUU. Es discutible, por ejemplo, su afirmación de que para el psicoanálisis todo es producto de traumas familiares y no acepte elementos constitucionales. Me parece muy interesante y valiente su crítica a la biblia contemporánea de psicólogos y psiquiatras, el DSM, Plantea una serie de cuestiones muy razonables para entender la génesis de las enfermedades mentales, basándose en la clasificación del doctor Paul McHugh en cuatro familias heterogéneas, cada una de las cuales mantiene diversas combinaciones de predisposiciones biológicas y de experiencia. Con ello criticaba clasificaciones como la del DSM-IV que lo que hace es uniformizar los sujetos y estandarizar los remedios. Estas cuatro familias considera que se puede incluir la depresión o la ansiedad en cualquiera de los grupos y también que la enfermedad mental no implican necesariamente una predisposición de temperamento, ya que podían ser resultado de experiencias actuales muy perturbadoras. Asimismo considera que siempre hay un acontecimiento detonante, que el factor fundamental es la manera como el paciente interpreta lo que le pasa y que aquí se mezclan elementos culturales e individuales. Las cuatro familias son : 1) delirios o alucinaciones, que normalmente tiene una causa física, que puede ser genética, degenerativa o una infección cerebral. Aquí se cuestiona nociones tan generales como la de
esquizofrenia o la de
espectro autista, que sirven más para confundir que para aclarar. 2) combinación de episodios crónicos o agudos muy intensos de depresión i/o ansiedad ( anorexia, fobias, trastorno obsesivo-compulsivo. 3) trastornos relacionados con la falta de control : adicciones, bulimia, TDA, hiperactividad. 4) Estados de depresión, ansiedad, impulsividad causados por extrema pobreza, abusos infantiles. En todo caso es una clasificación discutible pero que seguramente es más operativa que las que se utilizan habitualmente y tiene la ventaja de ser flexible y funcionar como orientación no como una etiqueta que niega la singularidad del paciente.Hay que entender aquí la importancia del sentido de configuración a partir de una multiplicidad de factores temperamentales, culturales y genéticos. El autor no rehuye entrar en cuestiones polémicas que desde el lenguaje políticamente correcto se intenta evitar. Estas cuestiones son si hay diferencias de temperamento en función del sexo o de la raza ( aquí utiliza la palabra
etnia cuando se está refiriendo a cuestiones genéticas y por tanto hablamos de la raza: pienso que no hay que tener miedo a las palabras cuando son descriptivas). Su hipótesis en el primer caso ( que él acepta que es especulativa) es que sí hay una diferencia, aunque esta contempla excepciones y en ningún caso debe llevar a ninguna desigualdad, que siempre está determinada por jerarquías establecidas social y culturalmente. También en el segundo caso considera que hay agrupaciones genéticas de poblaciones pero que estas no forman en ningún caso grupos homogéneos ni permiten establecer ninguna jerarquía sobre bases genéticas.El libro plantea por tanto cuestiones francamente interesantes y revaloriza una noción, la de
temperamento,que a mí siempre me ha parecido muy útil pero que tanto el psicoanálisis como el cognitivo-conductismo habían eliminado. Es de agradecer que Jerome Kagan evite la tentación biologista, aunque a veces esté cerca de caer en la tentación. También hay que decir que las conclusiones finales son algo pobres con respecto a lo que podría esperarse de un desarrollo tan elaborado. El estilo, por otra parte, reúne las virtudes del escritor anglosajón : claridad expositiva y falta de retórica. Asimismo la combinación del rigor conceptual con ejemplos que permite una huida a la abstracción excesiva.
Luis Roca Jusmet